Los dirigentes de los equipos de hoy en día deben de medir mucho sus palabras y acciones si no quieren enfrentare a sanciones muy serias. Pero esto era diametralmente opuesto en las últimas décadas del siglo. Una plaga de excéntricos personajes reinó en el futbol español en esos años

A finales de 2022 Movistar Plus realizó una estimable serie en la que en forma documental reflejaba un periodo salvaje de la dirigencia de los equipos de fútbol mas destacados del país. Personajes algunos ya fallecidos (Jesús Gil , Ramón Mendoza, Lorenzo Sanz) y otros ya casi convertidos en ancianos (Gaspart, Lopera, Caneda, Lendoiro) y algunos aun mas o menos en el candelero a fecha de hoy como Del Nido, que durante buena parte de los años 80 y 90 llenaban las portadas de los periódicos más con sus declaraciones altisonantes e incendiarias que por los éxitos de sus equipos. Seres que se situaron en no pocas ocasiones por encima de las estrellas que le daban al balón en el campo, con una incontinencia verbal imposible de entender o admitir a fecha de hoy. Imágenes para el recuerdo a medio camino entre lo folclórico y la vergüenza ajena: Lopera (Betis) y Luis Cuervas (Sevilla) en medio de una trifulca dialéctica y separados por la Delegada del Gobierno, Lorenzo Sanz (Real Madrid) y Gaspart (Barça) tirándose los trastos tras un Barça-Madrid, Lendoiro (Deportivo de la Coruña) hablando de conspiraciones políticas para evitar que el Coruña ganara la liga, y por encima de todo la pelea física con golpes y guardaespaldas de por medio entre Jesús Gil (Atletico de Madrid) y José María Caneda.(Compostela).

Esos tipos en realidad representaban un modelo de empresario español nacido en la dictadura franquista y consolidado en la democracia. Cuando el fútbol se convirtió en fenómeno de masas sus ingresos y también sus gastos se dispararon. Se hicieron, por lo tanto, necesarios los hombres de negocios con buen manejo de los números que pusieran ,al menos teóricamente, orden en las cuentas. Los jugadores reclamaban cada vez mejores salarios y era imprescindible que gente de recursos tuviera las respuestas para esas necesidades. Por ejemplo en 1963 se promovió el ascenso a la presidencia del Atlético de Madrid a Vicente Calderón, un destacado hombre de negocios muy relacionado con el régimen de Franco, y que se vio como la única solución a la ruina inminente a la que se enfrentaba el club por el complicado traspaso del Metropolitano antiguo al Vicente Calderón. Los anteriores mandatarios rojiblancos como el Marques de la Florida o Javier Barroso tenían un perfil muy distinto

Esos dirigentes en realidad representaban un modelo de empresario español nacido en la dictadura franquista y consolidado en la democracia. Eran tipos intrépidos, atrevidos, en muchos casos con orígenes humildes, o al menos no especialmente acomodados, con escaso bagaje académico y casi nulo intelectual. Daban teóricas soluciones a graves problemas económicos

En esos años sesenta, España empezó a salir del subdesarrollo económico y aparecieron en escena empresarios que no pertenecían a las clásicas y muy reducidas elites económicas del país que lo eran con frecuencia por condición hereditaria, (banqueros, terratenientes y algún industrial). Eran hombres intrépidos, atrevidos, en muchos casos con orígenes humildes, o al menos no especialmente acomodados, con escaso bagaje académico y casi nulo intelectual. Gente lista, trabajadora hasta la extenuación y que supo ver los nichos de negocios en un país que poco a poco dejaba atrás los años de penurias y escasez e iba desarrollando una clase media capaz de consumir bienes hasta la fecha inaccesibles para la mayoría. No fue extraño muchos de ellos destacaran en la construcción, un sector económico que no requiere mucha formación empresarial y que llamaba a las puertas de un montón de familias que se desplazaban del campo a las ciudades, y requerían de de viviendas para albergarlas. Hicieron negocios en una sociedad en la que las reglas económicas no seguían los patrones clásicos de los países mas prósperos  ya que se recaudaban pocos impuestos, el derecho del trabajo en un sentido moderno distaba mucho de tener un asentamiento solido y el sistema de Seguridad Social avanzaba pero aun estaba lejos de consolidarse plenamente. Las autoridades veían bien el papel de esos negociantes que creaban de facto riqueza y, en parte por falta de medios, hacían la vista gorda a sus excesos. En ese contexto Ramón Mendoza fue pionero en las relaciones comerciales con la U.R.S.S, Ruiz de Lopera vendía electrodomésticos con pagos aplazados asociados a intereses en Andalucía y Jesús Gil, Jose Luis Nuñez o Lorenzo Sanz se hacían de oro con el negocio inmobiliario.

Esos empresarios de éxito buscaban obsesivamente el reconocimiento social. Nunca habían pertenecido a los círculos selectos de sus ciudades y , en el fondo, se sentían acomplejados por ello. Vestían trajes caros, conducían coches ostentosos, tenían casas de mucho empaque y cuentas corrientes llenas. Pero les faltaba algo. Y ese algo se podía proporcionar el fútbol, el opio de las masas. Los aficionados vieron en ellos la salvación a sus penurias; si habían sido capaces de triunfar en la vida y hacerse millonarios desde la nada ¿por qué no iban a repetir la jugada al frente de clubes de fútbol?. Ya desde los años 80 se empezó a vislumbrar que los clubes se tendrían que convertir en sociedades anónimas, según el modelo americano. Los dirigentes de los mismos hasta entonces, eran por naturaleza irresponsables; movidos por la presión de la grada fichaban lo que no podían pagar y casi todos ellos dejaban el equipo mucho peor de cómo se lo encontraban. No tenían responsabilidades de ningún tipo y por lo tanto podían dejar telarañas en la caja sin que nadie les pidiera cuentas.

En ese contexto hay que entender el ascenso de esos “hombres extraordinarios”. José Luis Núñez alcanzó la presidencia del Barça, siendo de origen vasco y sin pertenecer al circulo endogámico de los empresarios textiles catalanes que habían dirigido el club, sin éxitos deportivos, desde finales de los 50; de hecho siempre fue un intruso en las élites de su entorno y el nacionalismo quiso moverle la silla en varias ocasiones.  Ramón Mendoza llegó con el objeto de revitalizar a un Real Madrid que no ganaba la Liga desde hace cinco años y había casi desaparecido del primer escalafón europeo, Jesús Gil entró arrasando en 1987 al Atlético cuando muchos dudaban incluso de la supervivencia del club, arrasado por la deudas, Ruiz de Lopera fue la solución de última hora del Betis para no bajar a Segunda B;  hasta el controvertido Ruiz Mateos adquirió el Rayo Vallecano para tener una plataforma más para sus bufonadas. Esa condición de “salvadores” les otorgó un cartel inmejorable ante los aficionados; a lo que se unió su forma de ser, directa, poco sofisticada, con un lenguaje que manifestaba ese ingenio de la calle pero poco educado y comedido; escasamente acorde con el cargo representativo que ostentaban pero que conectaba con una aficionado medio llevado por el forofismo.

España, por otra parte, no se caracterizaba por ser un país muy leído e instruido la verdad, y en esa época los medios de comunicación (prensa, radio, televisión privada) no se destacaban precisamente por su labor educativa, y asumían ellos mismos un tono farruco y crispado. En consecuencia con lo anterior, la prensa acudía a ellos como un panal de rica miel, sabiendo que con sus declaraciones altisonantes tenían aseguradas portadas de periódicos y cosas de que hablar en los espacios radiofónicos. Cuando la conversión en S.A se hizo real en 1992 (salvo Madrid, Barça y Athletic de Bilbao) ya nada los podía detener: no solo presidían las entidades eran los propietarios o avalistas de las mismas. Cada vez las cuotas de los abonados y las entradas vendidas eran menos significativas en las cuentas de los clubes; la subsistencia la otorgaban los hasta entonces denominados atípicos: televisión, patrocinios, venta de productos oficiales. En dicha situación, en la que la voz de los aficionados no tenia peso alguno, eran los reyes absolutos. El momento culminante llegó con la toma de la alcaldía de Marbella por el rey de la jungla, el estridente y lenguaraz Jesus Gil y Gil. Nada mejor que los desfases desde la poltrona para que las masas se entusiasmaran contigo

Vistos en perspectiva resultaron gestores bastante desastrosos. La única excepción fue, quizá, Núñez en el Barça al que convirtió en uno de los clubes mas ricos del mundo y con un amplio desarrollo polideportivo (secciones destacadas de baloncesto, balonmano, hockey sobre patines…), aunque su sucesor y delfín, Joan Gaspart casi dilapida el legado en tres años; Mendoza dejó al Real Madrid con una deuda enorme, que solo pudo mitigar la controvertida recalificación de la Ciudad Deportiva en el año 2000; la confusión del Atlético de Madrid con los negocios y la gestión política de Gil y Gil le llevó a una Intervención Judicial que dio con sus huesos en segunda división. Lopera dilapidó millones en fichajes absurdos e inflados que no hicieron del Betis un grande y la salida de Lendoiro mostró que su a priori mágica gestión tenia el trasfondo oscuro de haber vivido muy por encima de las posibilidades reales y la consecuencia fue una cuesta abajo sin freno. Llevados por su populismo extremo casi todos ellos fueron irresponsables con las cuentas, vivieron demasiado del crédito sin muchas garantías, pagaron tarde y mal tanto a los jugadores como las instituciones (Hacienda, Seguridad Social, Bancos) y hasta rozaron o traspasaron la frontera del delito.

Llevados por su populismo extremo casi todos ellos fueron irresponsables con las cuentas, vivieron demasiado del crédito sin muchas garantías, pagaron tarde y mal tanto a los jugadores como las instituciones (Hacienda, Seguridad Social, Bancos) y hasta rozaron o traspasaron la frontera del delito.

No todo fue negativo, sin duda. Con su verborrea e irresponsabilidad daban cierta salsa a la competición y en no pocas ocasiones sus disputas eran muy graciosas. Lendoiro obro el milagro de dar a la ciudad gallega el goce de los títulos y la competencia en la élite durante una década; Mendoza apostó por retener a cualquier precio a la Quinta del Buitre y con ello consiguió los cinco años en los que quizá mejor fútbol se vio en el Bernabéu, y con gente de la casa. Gil sometió al Atlético a un stress permanente pero entre fracaso y fracaso logró un logro único, el doblete del 96, y bajo su mandato, paradójicamente, el equipo tuvo un renacimiento social extraordinario, de hecho a su muerte fue despedido en medio de una multitud. Lopera permitió ver en Heliopolis a jugadores a priori inaccesibles como Alfonso Perez, Finidi o Denilson y hasta el propio Jose Maria Caneda llevo al Compostela a Primera y qué decir de Del Nido que fue un presidente con el que el Sevilla consiguió lo imposible a nivel gerencial y deportivo, tras décadas viviendo en la insignificancia deportiva.

Representaron quizá mejor que nadie a una España que hoy suena muy lejana. Sus hazañas y desmanes bien merecen ser recordados, aunque no anhelados.

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