En los últimos tiempos el debate sobre la existencia de un racismo latente en el fútbol y la propia sociedad española ha estado latente y candente. Es una situación escabrosa y que ha sido objeto de análisis muy divergentes. Como casi siempre el partidismo y la polarización han marcado buena parte de ese debate. No obstante, quizá sea posible encontrar algún punto de encuentro mínimamente objetivo

El aficionado al fútbol, en España y otros muchos países, nunca se caracterizó por su educación y respeto. Eso es algo innegable y aplicable a todos los estadios y masas sociales de la geografía española. Durante no pocos años el fútbol era considerado como una válvula de escape comúnmente aceptada para la agresividad y los bajos instintos. En muchos casos esa agresividad fue el caldo de cultivo de siniestros grupos de aficionados que hicieron de la violencia su hábitat natural. Ultra Sur, Boixos, Frente Atlético, Yomus, Biris…….tiñeron de vergüenza los estadios y los hicieron hasta sitios peligrosos. El aficionado medio jaleaba con frecuencia las actuaciones de estos grupos que, afortunadamente, fueron perdiendo fuerza con los años, aunque subsisten en pequeños grupúsculos denominados “gradas de actuación”.

El aficionado al fútbol, en España y otros muchos países, nunca se caracterizó por su educación y respeto. Eso es algo innegable y aplicable a todos los estadios y masas sociales de la geografía española. Durante no pocos años el fútbol era considerado como una válvula de escape comúnmente aceptada para la agresividad y los bajos instintos.

Para cualquier aficionado de los años 80 o 90 solía ser motivo de risa que parte del estadio gritara “Michel maricón”, “Alexanco violador”, “Que borracho es Luis Aragonés”, “Diego cabrón, tu hijo es de Rincón”, “Arconada tienes a Revilla” o “Illa, Illa, Illa, Juanito echo papilla”. Javier Clemente ha recordado estos días como el Athletic de los años 80 era vilipendiado al grito de “Etarras” en no pocos estadios; el propio Clemente abandonó un día abruptamente el Bernabéu cuando los Ultra Sur le señalaron con el mismo insulto. De los jugadores negros, qué decir. Eran agredidos verbalmente de forma permanente por el color de su piel con toda una pléyade de expresiones desagradables, incluso en otros ámbitos que no fuese el fútbol; la habitualmente admirada y tenida por simpática Demencia de los 80 tenía en su repertorio de gracias invocar al Ku, Klus, Klan respecto de los jugadores americanos de otros equipos. El recientemente fallecido Sánchez Dragó detestaba el fútbol desde que un día acudió como invitado del palco a un derby madrileño y se quedó alucinado de la violencia verbal que presenció.

Los profesionales lo aceptaban como algo innato a su condición y consideraban que iba en el sueldo. En realidad, la mayoría de ellos ni se inmutaba ante la colección de barbaridades que les decían. El entorno en que desempeñaban su trabajo era así y no había más remedio que asumirlo. Incluso en no pocas ocasiones recibían improperios de sus propios aficionados si las cosas no iban bien. En la España de los 90 proliferaban los dirigentes estrambóticos y forofos que mostraban una insólita (con la mentalidad actual) tendencia a las declaraciones incendiarias que oscilaban entre lo divertido y lo chabacano. Una serie reciente de Moviestar, “La liga de los hombres extraordinarios” ha recogido muy bien esa época dominada por figuras tan emblemáticas como Jesús Gil, Joan Gaspart, Manuel Ruiz de Lopera, Lorenzo Sanz o Caneda, personajes que bien podían ser tomados como referencia para un esperpento valleinclanesco o una comedia del tándem Berlanga- Rafael Azcona, cuando no de Mariano Ozores. En las previas a los partidos se sucedían el cruce de declaraciones cuando no insultos, que eran tomados a risa por prensa o aficionados. Estos personajes son inviables a fecha de hoy, pero dejaron una huella imborrable.

No solo eran los presidentes de los equipos. La propia prensa deportiva entro en esa farándula con la famosa guerra García- De la Morena, que vista con la mentalidad de ahora hoy resulta alucinante por su carácter enconado. Incluso en la actualidad el periodismo deportivo ha dejado de lado toda rigurosidad y análisis para decantarse por el formato más económico de la confrontación de periodistas “de bufanda” que realizan debates dignos de cualquier forofo, aunque sin la virulencia y acritud de pasadas épocas.

Muchas cosas han cambiado en los últimos años. No pocas para bien. La primacía de lo políticamente correcto ha inundado todo, a veces de forma asfixiante es cierto, pero no cabe negar que se ha mejorado bastante en cuanto a concienciación de evitar comportamientos y actitudes deplorables. La violencia en los estadios se ha reducido bastante en comparación a otros periodos mucho más oscuros. El deporte femenino ha dejado de ser una excentricidad que provocaba los comentarios más soeces para conseguir una cierta consideración. Estos avances son innegables. Aun así, en el aficionado al fútbol sigue subsistiendo un fondo oscuro que se manifiesta en no pocas ocasiones, y quizá sea España uno de los países que se lleven la palma en ese aspecto. No es infrecuente que en los partidos de menores lo padres tengan actitudes deleznables delante de sus hijos. Recientemente en un partido de juveniles, dos ex jugadores internacionales y destacados (Fernando Torres y Arbeloa) protagonizaron en lamentable choque de insultos, provocaciones y hasta empujones delante de sus jóvenes pupilos. Cuando se leen los comentarios de los lectores en prensa digital deportiva tras una noticia, vemos que en ellos prolifera la mala educación, el revanchismo, las frases hirientes, el desprecio indisimulado al contrario y todo lo que representa, proliferan los epítetos mal sonantes y las más burdas provocaciones. Tal vez esa forma de expresarse tenga sentido en conversaciones de aficionados del mismo equipo, pero resultan desagradables cuando se intercambian opiniones con otras aficiones.

El control de la masa es complejo y complicado. Amparados en el anonimato de la multitud, lo cafres siempre se sienten fuertes y pueden dar rienda suelta a sus complejos y frustraciones. Nadie podrá evitar que eso subsista, esperemos que cada vez a menor escala, pero bueno sería reflexionar sobre el estado actual de la educación y civismo del aficionado medio español. Si esas manifestaciones de odio racista, homófono, sexista o cualquier calificativo que se quiera dar no son sino el reflejo de unas maneras de comportarse muchos ciudadanos que trasciende del ámbito de un estadio de fútbol. Y mucho me temo que el “asunto Vinicius” no vaya a mejorar las cosas, más bien al contrario. El mundo mediático ha manifestado cada vez más su polarización y partidismo, en un bando u otro y las instituciones han actuado con el típico oportunismo en que se suelen mover. No parece una buena receta.

 

2 thoughts on “No es cuestion de Racismo sino de Civismo

  1. Totalmente de acuerdo con el contenido del artículo. Cualquier insulto o vejación es intolerable. Tan repugnante y repulsivo es llamar mono a Vinicius, Acuña o cualquier ser humano (la reciente y tristemente repetida historia de algún sector de Valencia, de Getafe o de Sestao) como escuchar en el Bernabeu «Morata eres una rata». Hay que exigir respeto para todos y conductas ejemplares a quienes tienen cualquier tipo de influencia..

    1. Bueno, sí hay una diferencia: los estadios de Mestalla, Coliseum y Las Llanas han sido sancionados con cierres parciales o totales. El Bernabeu por supuesto no.

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