
A pesar de la buena actuación de España en esta Eurocopa las críticas a Morata no cesan. Reflexionamos sobre la polémica y revindicamos el papel que está jugando el capitán de la selección española de fútbol.
La selección española ha alcanzado brillantemente la final de la Eurocopa. Un equipo liderado por dos jugadores cuyos origines están lejos de la Península Ibérica. Lamine Yamal es un talentoso futbolista cuya madre es guineana y su padre marroquí. Nico Wiliams es un vertiginoso extremo nacido en Pamplona cuyos padres emigraron de Ghana varias décadas atrás. En definitiva, son dos jugadores que reflejan muy bien la España actual. Una sociedad diversa, con procedencias diferentes, pero con un marcado compromiso común.
El respecto y la admiración de los españoles por Yamal y Williams es considerable. Dejando a un lado minoritarios y nocivos comentarios racistas y xenófobos, la generalidad de la sociedad española se siente profundamente orgullosa de sus futbolistas estrellas.
Sin embargo, la selección tiene un capitán que no está recibiendo el mismo apoyo. Álvaro Morata, se ha quejado públicamente y con cierta amargura del trato que recibe por parte de algunos aficionados españoles. Las parodias en torno al delantero son constantes. Algunas profundamente crueles. Más aun cuando las burlas no se justifican por la absurda frustración de algunos futboleres como medio para digerir la derrota. La selección está ganando y además lo está haciendo brillantemente.
La selección tiene un capitán que no está recibiendo el mismo apoyo. Álvaro Morata, se ha quejado públicamente y con cierta amargura del trato que recibe por parte de algunos aficionados españoles.
Por qué entonces la diana se centra en Álvaro Morata. La explicación es sencilla. Porque para algunos se trata de un jugador que proyecta una insoportable debilidad.
Sobre Morata se ha hablado mucho y no siempre por cuestiones futbolísticas. Desconozco si lo que se dice será verdad. Solo él lo sabe. Pero no debería importarle a nadie. Los fallos de Morata se exageran. No tienen la inocua repercusión de otros. Todos los futbolistas comenten errores. Es lógico, porque el error es parte de la vida. Sus rachas negativas, habituales en cualquier delantero, se engrandecen. En los irredentes comentarios sobrevuelan alarmantemente palabras como depresión, ansiedad o incapacidad. Da igual si eso le hace daño a él o a su familia. Se lo merece por blandengue.
Una parte frívola de la sociedad española ha estigmatizado a Morata. Lo consideran débil. Un flojo incapaz. Un trastornado que no tiene nivel. El mensaje es claro, la fragilidad no es tolerable. Si la proyectas o te la proyectan. ¡Caña!
Lo que sucede con Morata es un claro ejemplo de que la salud mental en España es un peligroso problema social. Tan dañino como puede ser la xenofobia o la homofobia. En un contexto donde se ridiculiza, incluso se toma como afrenta padecer enfermedades mentales ¿Quién se atreve a levantar la mano y decir que no está bien? ¿Qué posibilidades hay de expresar, “no puedo más”? Lo que se está proyectando y Morata es víctima de esta sin razón, es claro, al débil hay que machacarlo sin piedad.
Muchos españoles han sufrido depresión, ansiedad o ataques de pánico. Una sensación invalidante que te dificulta el día a día a niveles insoportables. ¿Son todos débiles? ¿Somos todos débiles? No, en absoluto. La mayoría de las enfermedades mentales se abordan y algunas se superan. El mero hecho de hacerlo es un éxito. Sin duda más valorable que la aniquiladora consigna de “Yo puedo con todo”.
Morata es de las personas más relevante que actualmente tiene el mundo del fútbol. Es más, somos muy afortunados de tenerlo en nuestro país. Muchos dirán que es un llorón. En mi opinión se equivocan. Morata es un ejemplo de vida, un verdadero capitán.
Volviendo al caso que nos ocupa, ¿Morata sufre depresión o alguna enfermedad de tipo mental? No lo sé, pero si lo sufriera, no merece ser juzgado por ello. ¿Es flojo? Pues se trata de un futbolista que durante mas de diez años ha competido en el primer nivel del fútbol europeo. Un lugar donde la exigencia y la presión es máxima. Por todo ello creo sinceramente que Morata es de las personas más relevante que actualmente tiene el mundo del fútbol. Es más, somos muy afortunados de tenerlo en nuestro país. Muchos dirán que es un llorón. En mi opinión se equivocan. Morata es un ejemplo de vida, un verdadero capitán. Una persona comprometida con su sociedad. Un rebelde que pelea por una sociedad mejor. La burla, el insulto y la mofa no puede ser algo habitual entre nosotros.
Se acabaron ya los tiempos de matones de patio de colegio o de abusones pendencieros. Dejemos ya a un lado la gran mentira de fuertes y débiles. Revindiquemos lo bueno que cualquier persona tiene. Ojalá en el mundo del fútbol haya cada vez más Moratas, nuestro gran capitán de la selección española de fútbol.
Acerado y acertado artículo Desde su provocador título. Álvaro Morata merece un respeto y debe ser protegido, como otros jugadores, de las injustas infamias que, un día sí y otro también, se vierten contra él.
Sé que es difícil la transición del Real Madrid al Atlético de Madrid. La afición de la primera lo desprecia y la segunda recela. Cuando es al revés nunca hay problema. Hugo Sánchez, Curtois, etc, progresan, se van a un equipo “mejor”; pero Morata o Llorente se van al infierno porque no son puros, o buenos, o válidos. Así siempre…
Como atlético que soy pueden dolerme sus fallos, por supuesto, pero me enorgullece su trabajo y su entrega en un ambiente difícil. Como español admiro al capitán del equipo nacional y me enorgullece su trabajo y su entrega en un ambiente difícil. Como aficionado sé que el fútbol no consiste sólo en meter goles (que también los marca), sino en técnica y táctica, y físico, con o sin balón. ¿Cuántos goles ha marcado Kane en esta Eurocopa? Alguno y de penalti, pero no se puede discutir su calidad.
El otro estigma de Morata es su condición de hombre caucásico, madrileño y heterosexual, y además casado con una mujer rica y guapa. Por eso se le puede insultar sin que salte ninguna alarma de las que acaban en fobia, ni habrá ninguna denuncia por delito de odio. Siguiendo el leitmotiv del autor, es gran parte de la sociedad la que está enferma, no Morata.