La selección española es el combinado más laureado de Europa junto con Alemania. Pero conviene recordar que antes de la edad dorada de Xavi e Iniesta tuvo un largo periodo de frustraciones, con una actuación destacada: la Eurocopa de Francia de 1984, en la que perdió su única final, que no estuvo exenta de polémica.

Desde el titulo de 1964 la selección española se había adentrado en un agujero negro de decepciones. Cada cita internacional era precedida de unos pronósticos optimistas para luego darse de frente con una realidad tétrica. En los Mundiales no se superaba la primera ronda (Inglaterra 66, Argentina 78) o no se clasificaba (México 70, Alemania 74). En las Eurocopas mas de lo mismo. El colofón fue el ridículo del Mundial 82, jugado en casa. Tras la debacle hubo el enésimo cambio de seleccionador; Santamaria por Miguel Muñoz, vieja gloria del Madrid, que luego había transitado por los banquillos de Córdoba, Las Palmas y Sevilla. Su currículo le avalaba, pero las esperanzas eran mínimas. Sencillamente España no producía jugadores de gran nivel.

Muñoz revolucionó la selección. Sus primeras convocatorias estuvieron plagadas de nombres hasta entonces inéditos; Pedraza, Bonet, Rincón, Victor, Julio Alberto…prescindió de figuras asociadas al desastre mundialista como Lopez Ufarte o Juanito y en general del bloque de la Real Sociedad. En cualquier caso no parecía que la cosa empezara a carburar como debiera. España llegó al último partido de la fase clasificatoria con la necesidad de hacerle once goles a Malta para superara a Holanda. Eran épocas de fases finales limitadas a ocho equipos y solo llegaban los campeones de los grupos; y la verdad es que nada auguraba el milagro. Sin embargo, en una noche inolvidable el Benito Villamarin de Sevilla vivió el 12-1 que dejó atónito al país entero. Fue una catarsis colectiva y la primera alegría de la selección en casi veinte años.

Con todo, las perspectivas de la Eurocopa de Francia no eran muy halagüeñas. El fútbol español no pasaba su mejor momento. Los equipos solían realizar ridículos sonoros en las competiciones europeas y la Liga, dominada por los equipos del norte, parecía lejos del nivel de juego de otros campeonatos como el italiano o el inglés. Para colmo la temporada se había despedido con la atroz tangana de la final de Copa entre Barça y Athletic. El baloncesto empezaba a ganar enteros como deporte popular en especial entre los jóvenes y el fútbol, con dirigentes un tanto estrambóticos y grupos ultras que sembraban el caos y los conflictos, se empezaba a identificar con el periodo mas pasado y rancio de España, no con el país democrático que estaba naciendo.

El fútbol español no pasaba su mejor momento. Los equipos solían realizar ridículos sonoros en las competiciones europeas y la Liga, dominada por los equipos del norte, pare parecía lejos del nivel de juego de otros campeonatos como el italiano o el inglés. Ese era el panorama de aquel lejano 1984.

Muñoz llevó un equipo interesante a la cita. En la defensa la pareja de centrales Maceda y Goikoechea mostraba una buena compenetración. Las bandas estaban en manos del veloz Julio Alberto y el habilidoso Gordillo. En la media había jugones como Gallego y Francisco y bregadores como Victor. Y arriba no parecían malas las opciones; el regate de Carrasco y Sarabia y la efectividad de Santillana. La polémica estaba en la portería. El técnico había decidido por la continuidad de Arconada, ya que los intentos con Buyo no habían sido muy fructíferos. El donostiarra había pasado de ser el gran héroe del futbol español como abanderado de la Real Sociedad campeona de Liga, a convertirse en el gran señalado por sus fallos en la fase final de España 82 “de Arcotodo a Arconada” según el celebre periodista Alfonso Azuara. Además la Real Sociedad había dejado su lugar al Athletic de Bilbao en donde despuntaba el joven Zubizarreta; no pocos clamaban por el relevo generacional. De remate le había salpicado una polémica un tanto desagradable por el uso de medias sin la bandera de España en un época muy dura del terrorismo de ETA

Para variar, el comienzo es malo. Apenas un empate y gracias ante el rival mas asequible del grupo, Rumania, tras un partido bastante flojo. “Lo de siempre” es el run run de aficionados y periodistas. En el segundo partido contra Portugal se empieza perdiendo, aunque un gol de Santillana en la recta final del partido arregla la eliminación definitiva. Se ha mejorado la imagen del encuentro anterior, pero parece un resultado insuficiente y más cuando el partido final es contra Alemania. A España solo le sirve la victoria, a Alemania le vale el empate. Los germanos vienen de ser el gran ogro del fútbol europeo: campeones del Mundial 74 y la Eurocopa del 80, subcampeones de la Eurocopa del 76 y del Mundial 82. Tienen una merecida fama de equipo casi imbatible en momentos decisivos, aunque por decisión del propio jugador están privados de su mejor elemento del momento: el centrocampista Schuster. Su gran figura es Rummenigge, aunque se encuentra un tanto mermado por las lesiones. El encuentro es el París y resulta de infarto. Al poco de comenzar Carrasco falla un penalti. Los españoles juegan bien pero las mejores ocasiones son alemanas, ahí surge la figura de Arconada, que su característica habilidad (ha sido quizá el portero mas felino y con mas reflejos de la historia) desbarata con grandes intervenciones la posibilidad del gol que zanje la clasificación teutona. En el minuto 89 hay un ataque desesperado de España. Señor centra al área y desde atrás emerge la figura de Maceda (libre del Sporting de Gijon) con un testarazo impecable que bate la portería en el último suspiro. Un milagro…¡a semifinales y como primero de grupo!

Días mas tarde, en Lyon, es el cruce con Dinamarca. Los daneses tienen una generación de jugadores excelente: Michael Laudrup, Jesper Olsen, Lerby…Hacen un fútbol bonito y atrevido. De hecho se adelantan en el marcador con un gol de Lerby. Es un partido nivelado y en el 67 del segundo tiempo, en esta ocasión, a raíz de un disparo de un libre directo, Maceda, de nuevo, empata de tiro raso. Entonces de nuevo aparece Arconada con dos intervenciones a bocajarro espectaculares a disparos daneses que permiten la prorroga y los penaltis. España gana 5 a 4 y se planta en la final. En apenas dos partidos se ha pasado de la desesperanza y el escepticismo a ver la posibilidad de un gran titulo a nivel de selecciones.

El mejor hombre de España, junto con Maceda, quien con sus paradas milagrosas ha permitido llegar tan lejos, clava la tumba en el ataúd de la final. El destino fue cruel con Luis Miguel Arconada.

Pero el último escollo parece casi imposible de superar. La final es contra la anfitriona Francia, y todo parece destinado a que los blues se tomen la revancha de su decepción de España 82, en donde merecieron llegar a la final, tras un dramático encuentro con Alemania. Cuentan con el mejor jugador de Europa, Michel Platini, que forma con Alain Giresse, Jean Tigana y Luis Fernández el llamado “cuadrado mágico”, un medio campo lleno de talento y de fútbol de toque. Juegan en casa y de remate el cuadro español tiene importantísimas bajas en defensa: Maceda, Goikoechea y Gordillo nada menos. Muñoz trata de arreglarlo bajando a Gallego a ejercer de libre, y subiendo a Julio Alberto al medio campo para aprovechar su velocidad. Completa la defensa de circunstancias con Salva y Urquiaga, que apenas han jugado. Pero su baza es el marcaje pegajoso de Camacho a Platini, el astro galo, que ha marcado en todos los encuentros, ni la huele en la primera parte en la que, contra pronostico, los locales se ven bien maniatados e incapaces de imponer su juego. Incluso Santillana puede marcar a la salida de un córner, pero Luis Fernández (oriundo de Tarifa y futuro inquilino de varios banquillos españoles) saca el balón debajo de los palos. En el segundo tiempo la misma tónica, pero en el minuto 58 cambió el rumbo de la final. El arbitro, al que se le empieza a ver el tinte casero, se inventa una falta al borde del área española. Es la posición ideal de Platini, pero su lanzamiento es flojo, al centro, y el portero parece detener sin dificultades. Pero cuando los jugadores vuelven a sus posiciones el estadio estalla: a Arconada se le ha escapado el balón de las manos y se ha introducido en la portería. El mejor hombre de España, junto con Maceda, quien con sus paradas milagrosas ha permitido llegar tan lejos, clava la tumba en el ataúd de la final. Con todo España lo intenta con bravura, pero en un partido cada vez mas trabado el del pito siempre parece tirar para el mismo lado; es implacable con las faltas hispanas y condescendiente con las francesas. En pleno ataque español Bellone sentencia el 2-0 definitivo en el 90. El pronostico se ha cumplido aunque de forma sorprendente, con el fallo grotesco del mejor portero hasta entonces del campeonato

Con todo, y tras años de debacles interminables, hay satisfacción por la imagen dada y se carga mucho (quizá con exceso) del arbitraje parcial de la final. El equipo por primera vez en muchos años ha sido competitivo y mostrado orgullo. Desde esa cita la selección estará en todas las fases finales (con la excepción de la Eurocopa del 92) de Mundiales y Eurocopas. Los éxitos tardaran en llegar, pero los años de tanta penuria quedarán atrás. Empezara a mejorar el nivel de los futbolistas españoles especialmente desde el punto de vista técnico. Se superaran por rutina las fases iniciales, aunque durante décadas y hasta la llegada de la generación de oro los cuartos de final serán una barrera insuperable.

Por su parte Arconada sería pronto relevado de la selección. Zubizarreta tomaría el relevo hasta nada menos que 1998. En 2008 con la victoria de la selección de Luis Aragonés, el meta Palop le hizo un merecido homenaje subiendo a recoger el trofeo con el jersey que lució el donostiarra en aquel campeonato, en el que pasó de héroe a villano de forma tan radical.

1 thought on “LAS OLVIDADAS EUROCOPAS DE ESPAÑA (I): SU ÚNICO SUBCAMPEONATO COMO REVELACION DEL TORNEO

  1. Emotivo y valioso artículo que me ha hecho recordar vivencias que tenía olvidadas en mi memoria futbolística.

    Y es que hasta 2008 la Selección Española sólo me había dado disgustos, si quitamos dos alegrías de justicia poética: el gol inverosímil de Rubén Cano a la Selección de Yugoslavia en 1976, que nos clasificó para el Mundial de Argentina (el primer jugador que padeció insultos racistas cuando casi todo el estadio Helmántico lo llamo “indio” hace 46 años); y el gol que el gigante Arteche le metió a Albania en 1986, después de su tardío debut internacional –que mereció mucho antes- en partido contra Rumanía.

    Y entre tanto 1984 sin Orwell, y la ocasión única de ganar una final de la Copa de Europa de Naciones a la Selección Francesa ¡y en París!; el “no va más”. Y todo se vino abajo con un flojo disparo de Platiní…, y muchos nos acordamos del garrafal fallo de Cardeñosa contra la Selección Brasileña…

    Pero se trataba de algo peor porque no fue un error, sino un gol en propia meta. Otra cosa es que fuera intencionado, (había sobrados motivos para sospechar). Y Arconada se convirtió en Arco Nada; o en Arcomanta, como lo llamaba Forges en sus viñetas.

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