En esférico abrimos la puerta de nuestra sección sobre el Real Madrid, la Lancha Vikinga, a un colaborador que nos explica su propia visión del concepto “señorío” del que tanto se habla hoy en día.

Soy madridista desde que tengo uso de razón.

Decía F. J. Sáenz de Oíza, – arquitecto por el que tengo un gran respeto -, que la mujer, como la carrera universitaria, se eligen de una extraña forma: Como por casualidad, o intuición… Yo añadiría a esa dupla el equipo de fútbol.

Recuerdo de niño ver al Real jugar al fútbol como los ángeles con aquella maravillosa generación de la “Quinta del Buitre”. Aquel grupo de canteranos, que llegó al primer equipo de la mano de D. Alfredo Di Stéfano, en un momento de crisis económica y deportiva; Situación que requería de una urgente renovación de la primera plantilla, pero que hubo de afrontarse con escasez de medios.

En una época sin redes sociales donde hacerse odiar, aquellos chicos (la Quinta) representaban la ilusión de la juventud, la frescura de su ambición, el orgullo de la “cosa” nacional y la naturalidad dentro y fuera de los terrenos de juego.

Ese grupo de jugadores conectó con el público en una dimensión que trascendió lo estrictamente deportivo. En una época sin redes sociales donde hacerse odiar, aquellos chicos representaban la ilusión de la juventud, la frescura de su ambición, el orgullo de la “cosa” nacional y la naturalidad dentro y fuera de los terrenos de juego.

Imagen: Los inicios de la “Quinta del Buitre”

Dirigidos por otro mito del madridismo, el enorme Amancio Amaro, consiguieron aún en el Castilla, convocar 80.000 espectadores para ver un segunda división. Fue la tarde del 3 de Diciembre de 1983. Pero es que ese equipo filial ya venía cociéndose desde unos años atrás con otros nombres en el terreno de juego y en el cuerpo técnico; No en vano, en el año ’81 se vivió el hecho inédito de ver la disputa de final de Copa del Rey entre el primer equipo del Real Madrid y su filial el Castilla.

Una vez en la primera plantilla, los Butragüeño, Michel, Sanchís, Martín Vázquez, Pardeza… y unos pocos pero muy buenos fichajes más, consiguieron rescatar el fútbol de toque y buen gusto para una liga española por entonces más sobrada de dureza física y de rigor defensivo, que de talento y facultades técnicas.

(No se crean ustedes eso de que el fútbol moderno y bonito de ver lo trajo a España Cruyff y su maravilloso sin duda “Dream Team”. Pero ese, es otro debate…)

Sin embargo, pese a mi vieja, (o no tanto…) afición por el Madrid, nunca he conseguido entender qué era eso del “señorío”.

Aún hoy, cuando lo escucho, me imagino a un tipo de largos bigotes, con el escudo madridista bordado en la solapa, un pañuelo en el bolsillo del “blazer” y una corbata de anchas rayas de color lima y verde oliva.

Sin embargo, pese a mi vieja, (o no tanto…) afición por el Madrid, nunca he conseguido entender qué era eso del “señorío”. 

¿Qué es el señorío de un club deportivo? Para mí esta sigue siendo una materia insondable. Intuyo que, cuando se alude a ello, se pretende enaltecer los valores de caballerosidad, de excelencia y representatividad de unos elevados principios de deportividad. Aun así, me resulta imposible discernir cuándo un club deportivo es de gran señorío, de mediano fuste o de escasa aristocracia.

Es probable que lo del señorío cobrara potencia precisamente en la época de estos pecosos llenos de talento que parecían pedir perdón por sus victorias. Pero entonces: ¿Si uno de ellos diere una patada a un rival, estaría el Madrid perdiendo señorío? ¿Si, por el contrario, un miembro del equipo lanzare un balón fuera del terreno de juego para que un rival pudiere ser atendido, lo estaría ganando?

Estoy francamente convencido de que el cartelito del “señorío” no es más que el arma arrojadiza que el anti-madridismo empuña a conveniencia, para tratar de acogotar al Madrid, bien sea en el ámbito deportivo o en el plano institucional.

Imagen: Di Stefano, protagonista de la historia del club como jugador y entrenador.

En una de las biografías sobre la gran leyenda del fútbol mundial, Alfredo Di Stéfano, la que publicaran en el año 2000 los periodistas Ortego y Relaño con el título “Gracias, vieja”; “La Saeta” habla largo y tendido sobre un encuentro contra el Manchester United en la segunda edición de la Copa de Europa:

“… Los del Manchester sacudían, metían bien. Pero yo no me quedé atrás. Le metí un viaje a Edwards que todo el estadio hizo¡¡Uhhhh!. Tenía el pobrecito dieciocho años, pero no se arrugaba…”

“…Al terminar el partido nos fuimos al banquete de confraternidad. A Bernabéu no le gustaba mucho que riéramos y gastásemos bromas. Era muy severo en este sentido. Santiago Bernabéu me preguntó: Alfredo, ¿Qué te pareció todo esto? Me pareció bien, pero fíjese si hubiésemos perdido…

Se lo decía porque me había llamado la atención el comportamiento de los jugadores ingleses; Que habían perdido y estaban brindando con nosotros demostrando ser unos grandes deportistas. Si hubiésemos perdido nosotros, seguro que hubiéramos estado a garrotazos. Vamos de bailar, nada. Cuando perdíamos no se movía ni Dios. ¡Menudo era Bernabéu para eso!

Imagen: Don Santiago Bernabéu, presidente durante la época más triunfal del club blanco

Hablaba Di Stéfano del presidente que, con toda seguridad, haya sido uno de los más determinantes en los éxitos y el devenir futuro de una entidad deportiva. Y que, por cierto, se las tuvo tiesas, -no sé si con señorío o sin él- con la prensa y con quien hizo falta, para defender al club en cualquier situación.

En definitiva; No tengo la menor idea de qué es el “Señorío”, pero me apasiona el Real Madrid y todas sus Leyendas. ¡Larga vida a Esférico!

J. Rojano – El último Prosineckista vivo.

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