Es indudable que Argentina es uno de los referentes mundiales del fútbol. Un país que ha dado tres talentos como Alfredo di Stefano, Diego Armando Maradona y Lionel Messi. Un país que ha ganado dos Mundiales, catorce Copa América y unos Juegos Olímpicos. En definitiva un país de fútbol, que ha amado y ama este deporte.
A nivel de clubes el futbol argentino ha dominado holgadamente el palmarés de la más importante competición de Sudamérica, la Copa Libertadores. Este año, esta competición deparaba por primera vez en su historia una final Boca Juniors-River Plate, el gran clásico argentino, un partido de ensueño para aficionados al futbol de todo el mundo, especialmente para los propios argentinos.
Desgraciadamente el sueño se ha convertido en pesadilla. La deseada final está a día de hoy suspendida. Y no por inclemencias meteorológicas, está suspendida porque un sector de aficionados de River Plate apedreó el autobús que transportaba a los jugadores de Boca Juniors al Estadio Monumental de Buenos Aires para la disputa del partido de vuelta de la gran final. No solo se lanzaron objetos con el objetivo de quebrar las lunas del autobús de Boca Juniors, también rociaron el vehículo con gases lacrimógenos. Hechos lamentables, indignantes y que no deben convivir con el maravilloso mundo del fútbol.
Desgraciadamente el sueño se ha convertido en pesadilla. La deseada final está a día de hoy suspendida.
El futbol argentino ha perdido una oportunidad histórica. Siendo más vehementes creemos que ha perdido su oportunidad. Lamentablemente las imágenes que exportaban el futbol doméstico en Argentina estaban insoportablemente relacionadas con la violencia en las gradas. Las imágenes de peleas entre las diferentes Barras Bravas se habían convertido en algo cotidiano en los noticiarios de todo el mundo. Una final Boca-River podía ser una gran oportunidad para mostrar al planeta entero que el futbol en Argentina tiene más de espectáculo deportivo que de evento violento. Los hechos hablan por si solos. Es más que evidente que no se ha demostrado.
Semanas antes de la final de la Copa Libertadores, se generó un debate, interesante en nuestra opinión y motivador para los integrantes de Esférico, el debate comparaba los Boca-River, con nuestro clásico del futbol español Real Madrid-Barcelona. Incluso el Presidente de la Republica Argentina, Mauricio Macri, expresidente de Boca Juniors, manifestó públicamente que el duelo bonaerense era más importante que el clásico español. La tarde del sábado 24 de noviembre puso fin a cualquier debate sobre este tema. Un partido que tiene dificultades para poderse jugar pacíficamente ha entrado en una degeneración que extrapola la esencia del futbol y del deporte.
El fracaso es absoluto, y poliédrico. Las Federaciones Internacionales de futbol, Comebol y FIFA, han mostrado pocos reflejos ante los hechos acontecidos, suspender inmediatamente el encuentro parecía lo razonable y lógico si bien los intereses comerciales llevaron a los dos entes federativos a intentar que el partido se jugara, independientemente del estado de salud de los jugadores de Boca Juniors. De estos acontecimientos Infantino no sale reforzado, se encontraba en el Estadio Monumental siendo testigo de excepción de este tormentoso espectáculo.
El Gobierno argentino, encargado de la seguridad del acontecimiento, ha demostrado una incapacidad mayúscula para controlar una lacra social, con gran parte del mundo mirando a Argentina, las autoridades públicas del país han sido incapaces de controlar un espectáculo futbolístico. La imagen de anarquía que proyecta el país del tango es demoledora. Cualquier proyecto futuro de organización de eventos deportivos en suelo argentino parece una quimera irrealizable.
Los aficionados al futbol en Argentina en su conjunto son igualmente responsables. La violencia la ejercen unos cuantos, que seguramente son minoría, pero por desgracia es amparada por demasiados aficionados. No es posible que un grupo de violentos hayan secuestrado un espectáculo al resto de aficionados. Si esto ha sucedido y sigue sucediendo es responsabilidad de aquellos que se han dejado secuestrar su pasión.
Argentina no se ha hecho merecedor de un espectáculo como una final de Copa Libertadores Boca-River.
En definitiva, Argentina, no se ha hecho merecedor de un espectáculo como una final de Copa Libertadores Boca-River. Desgraciadamente no la merecen y deben perderla. El fútbol tendrá que emigrar como tantos argentinos lo han hecho por la inseguridad y la anarquía reinante actualmente en el país.
Hoy más que nunca, Esférico revindica el fútbol, pacifico, fraternal y de unión. Un fútbol sin violencia por y para todos.