Este artículo analiza la ascendencia de Messi, tanto en el Barcelona como en la selección Argentina, comparando diferencias entre otros tipos de liderazgo asumidos por otros grandes jugadores en épocas pretéritas.
Los diferentes tipos de liderazgo que se han venido configurando hasta nuestros días distinguen entre el líder carismático, el tradicional y el racional (más adaptado a las reglas de las sociedades modernas).
En Barcelona sobran ejemplos de los dos primeros modelos. Desde Cruyff a Maradona, pasando por figuras como Guardiola o el propio Laporta en el terreno directivo, han dotado al club de un carácter transformacional basado en su fuerte personalidad, carácter y fuerte anclaje con los valores e idiosincrasia del club. Todos ellos comparten un temperamento igualmente volcánico fuera del terreno de juego, lo que les ha valido enemistades perpetuas, radicales críticas e incluso flirtear con delitos penales.
Frente a estos ejemplos, Messi, supone un diferente tipo de liderazgo, más cercano al tercer modelo racional y por ello adaptado a las sociedades modernas del siglo XXI. La personalidad del astro argentino se adapta a la de un pragmatismo millenial, que en estos momentos recogen el relevo de los baby boomers para dirigir un mundo cada vez más ingobernable. A estas alturas, nadie duda de las cualidades técnicas futbolísticas que lo sitúan en lo más alto del podio de los mejores jugadores de todos los tiempos. Los datos, estadísticas, esa regularidad hasta hoy nunca vista en los terrenos de juego, y cómo no, las retinas de millones de espectadores por todo el planeta que conservan innumerables jugadas más propias de un videojuego que de una persona de carne y hueso, lo corroboran ampliamente.
Messi posee un tipo de liderazgo más cercano al modelo racional adaptado a las sociedades modernas del siglo XXI
Sin embargo, el carácter mesiánico que ha caracterizado a otros jugadores legendarios para llevar a un grupo a la consecución de un título deportivo (mencionar a Maradona se ha convertido en un lugar común con su protagonismo omnisciente en el mundial de México 86 y en el Nápoles de los 80), les ha dado un plus a modo de intangible, del que a Messi le falta. Las declaraciones del Pelusa criticando la falta de personalidad de este en momentos clave como en el último mundial o incluso el de 2010, (donde dirigido por él, le acusó de estar más preocupado por jugar a la consola y de ir en innumerables ocasiones al baño antes de los partidos que de motivarse y arengar a sus compañeros), inciden en el hecho de que el verdadero talón de Aquiles de la pulga, reside en su perfil bajo mediático y una posible falta de carisma que perseguirá su legado. Más teniendo en cuenta su inserción desde niño en la Masia blaugrana, que le ha dado una marcada impronta futbolística, a diferencia de jugadores surgidos de la nada, con lo que ello conlleva en cuanto a desarrollo temperamental. La coincidencia de este con otros jugadores coetáneos como Xavi o Iniesta, incide en la idea de catalogarle como un jugador sin un carisma arrollador y cobijado en la burbuja autogeneradora de juego excelso y enorme belleza estética.
La progresiva retirada de los otros grandes canteranos, y su madurez como jugador y persona (ya superada la treintena y una vida extradeportiva tranquila), han puesto los focos más en él. Su ausencia o la trascendencia de este en el campo es absoluta, algo corroborado tras la marcha de Neymar al PSG y los fichajes mediáticos de Dembelé o Coutinho la temporada pasada, incapaces de marcar ese salto cualitativo que únicamente Lionel Messi puede protagonizar partido tras partido. El partido en Wembley frente al Tottenham, supuso un salto más en la ascendencia de este jugador. Su exhibición fue tal, que contagió al resto de los jugadores como nunca antes este espectador había visto. Y sin necesidad de hablar más alto ni de actitudes estridentes. Ver a Messi contagiar al resto en la lucha por balones divididos o ayudando en transiciones defensivas, muestran la configuración de un liderato absoluto en el equipo que va más allá de otras ejemplificaciones pasadas.
La trascendencia de Messi en el campo es absoluta, algo corroborado tras la marcha de Neymar al PSG y los fichajes mediáticos de Dembelé o Coutinho la temporada pasada, incapaces de marcar ese salto cualitativo que únicamente Lionel puede protagonizar partido tras partido
La lesión de este en el encuentro frente al Sevilla, donde aficionados y prensa deportiva especulaban sobre la magnitud de su lesión más que sobre el desarrollo del juego, magnificó la tremenda pérdida que el Barcelona tendrá que gestionar.
El tiempo dirá lo que significará un Barcelona y un deporte como el fútbol sin Messi, para su propio equipo y para todos nosotros. Esta ausencia temporal responderá algunas incertidumbres.
Los primeros partidos sin Messi, demostraron la fortaleza de un colectivo engrasado y trufado de jugadores veteranos como Jordi Alba y Suarez (excelso con su hat-trick en el clasico), capaces de responder en momentos críticos y otros recién llegados como Arthur que van dejando una impronta cada vez mayor. En el “Clásico”, se ha visualizado un liderazgo más allá de Messi, demostrando Valverde y el conjunto blaugrana, una excelente gestión táctica y la eficacia de un bloque aspirante a todo. El tiempo dirá lo que significará un Barcelona y un deporte como el futbol sin Messi, para su propio equipo y para todos nosotros. Esta ausencia temporal responderá algunas incertidumbres.
Este articulo ha sido escrito por Jaime Brigido Ramirez