En este artículo queremos hablar de fútbol. De la importancia que tiene. De cómo lo ven algunos de nuestros referentes intelectuales. Revindicar el peso que tiene en nuestras vidas. En definitiva, escribimos un pensamiento personal sobre el fútbol.
Rondaría el año 2005, mi placida e intensa vida universitaria daba sus últimos coletazos. Mi gran amigo Enrique Chaves (conocido universalmente como Quique) acompañante en mil y una noches. Muchas de ellas pintadas de risas, cervezas y danzas. Me regala un libro titulado “El fútbol a sol y a sombra” de Eduardo Galeano. En él una dedicatoria que decía “Este libro tan bonito habla sobre todo de una pasión que no es bohemia, que es intelectualmente reprochable, que no todo el mundo comprende”.
La sutil frase de Quique se entenderá mejor si contextualizamos aquellos apasionados años que vivíamos los dos. Ambos estábamos acabando la carrera de Ciencia Política. Habíamos vivido intensos años militantes, llenos de asambleas, manifestaciones, debates y movilizaciones. Frecuentábamos un ocio alternativo, literario y musical. Intentabamos transgredir dándole a todo lo que hacíamos un supuesto barniz erudito. En ese ambiente en que coexistíamos, el fútbol era algo residual. Para muchos de nuestros compañeros de viaje, como bien escribió Quique, el fútbol era incluso intelectualmente reprochable.
El fútbol está relacionado con muchos aspectos de la vida. Es por ello que entorno a él surgen debates, filias, fobias y contingencias.
Sin lugar a dudas el fútbol es el deporte más seguido del mundo. Su repercusión mediática es incuestionable. Pero no es menos cierto que sobre él se han vertido innumerables reproches. Algunos ven el fútbol como un circo plagado de superficialidad. Ha sido considerado incluso un opiáceo de pensamientos y movimientos políticos que pueden transformar el mundo.
Existe por tanto una idea preconcebida sobre la cual el fútbol es maltratado, incluso despreciado, por intelectuales, activistas políticos o por el mundo de la cultura en general. Sin embargo, es también un hecho que el fútbol es parte de la literatura y la historia del siglo XX. Sería más correcto entender que no hay homogeneidad en el trato de la intelectualidad hacia el deporte rey. Obviamente hay intelectuales que rechazan visceralmente el fútbol. Ejemplos de ellos son Borges o Sánchez Dragó. Pero no es menos cierto que también existen intelectuales con fuertes vínculos futboleros. Lo que parece evidente es que el fútbol en general no ha provocado indiferencia en los pensadores del siglo XX y XXI.
El fútbol está relacionado con muchos aspectos de la vida. Es por ello que entorno a él surgen debates, filias, fobias y contingencias. Es parte de nuestra memoria individual. Son recuerdos de infancia, de adolescencia y de juventud. Pero también puede asociarse al territorio o a la clase social. En algunos lugares incluso a la religión. Del fútbol surgen expresiones de masculinidad propias de épocas pasadas. De la misma manera que en los últimos años el deporte rey se ha convertido en otro medio más de reivindicación femenina. En definitiva, fútbol es identidad, es tribu, es grupo, es comunidad. La manera en que una persona conciba la sociedad determinará decisivamente su visión del fútbol.
Los intelectuales no han sido ajenos a la dicotomía entre fútbol e identidad. El escritor venezolano Ramón Lobo dijo: “El fútbol es un catalizador de la estupidez humana, del odio, de la envidia, del nacionalismo exacerbado”. El Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa afirmó incluso que el espíritu tribal del fútbol, con sus banderas, uniformes y rostros pintados es fuente del mismo nacionalismo causante de las mayores desgracias de la Humanidad.
En este sentido sería injusto asociarle al fútbol únicamente una identidad nacionalista de corte excluyente. Evidentemente los rituales futbolísticos, por su similitud, pueden ser comparados con ceremoniales bélicos. Pero en el fútbol también hay episodios de confraternización y unión entre ciudades, pueblos y países.
En el fútbol hay episodios de confraternización y unión entre ciudades, pueblos y países.
El periodista Quique Peinado en su libro “A las Armas” revindica la capacidad integradora del Rayo Vallecano. Para el periodista madrileño el Rayo representa a todos los trabajadores de Vallecas. Independientemente de su origen. En una línea parecida el escritor Manuel Vazquez Montalbán identificaba al F.C Barcelona como un elemento de integración social y cultural para todos aquellos inmigrantes que llegaban a Cataluña en los años sesenta y setenta.
Deteniéndonos en la figura de Vazquez Montalbán. Posiblemente el más importante de los intelectuales futboleros que ha habido en nuestro país. Es imprescindible mencionar su famoso artículo “Barça, Barça, Barça” publicado en la revista triunfo en 1956. Una histórica reflexión que explica la dimensión política del club catalán. Posiblemente este escrito sea uno de los documentos que mejor refleja las conexiones existentes entre fútbol e identidad.
La estrecha relación del fútbol con la identidad provoca que determinados movimientos políticos quieran controlar al deporte rey. Buscan utilizarlo como herramienta para sus objetivos. De hecho, la mayoría de dictaduras conocidas, de uno y otro signo político, han utilizado el fútbol en su propio interés. El deporte en general y el fútbol en particular es un importante instrumento de exaltación y de cohesión ideológica.
Los regímenes autoritarios tienden a crear culturas de evasión. Su objetivo es distraer al ciudadano ante posibles pulsiones reivindicativas. El devaneo que genera el fútbol resulta muy atractivo para el poder dominante. De hecho casi todos los sistemas totalitarios potencian el fútbol. Alcanzando en muchos de ellos una relevancia exagerada. Cuando esto sucede la respuesta de los intelectuales contrarios al régimen es ridiculizar al fútbol y a sus aficionados.
El escritor Fernando Marías afirmó “El aborregamiento del fútbol es evidente. Recelo cuando veo que todos se visten igual y gritan las mismas consignas enclaustradas y obsoletas. La psicología de masas del franquismo juega un papel en toda esa agitación”.
El fútbol fue uno de los grandes protagonistas del siglo XX y lo está siendo también del siglo XXI. El deporte más practicado del mundo no pude ser definido únicamente como un simple medio de alienación social ejercido por un poder que reviste forma autoritaria.
En muchos países el fútbol está inmerso en las propias estructuras sociales. Relevantes aspectos de la vida giran en torno a él.
De hecho, dentro del fútbol es posible que se desarrollen múltiples identidades a la vez. Un equipo pude asociarte con una identidad familiar, provocarte un sentimiento nacional o incluso puede ser una mera respuesta tribal. La escritora Almudena Grandes afirmó “El fútbol es como la vida, una educación sentimental. Pretender que sea algo banal sería como trivializar la vida misma. Esa idea de que el fútbol atonta a la gente y aliena a las personas en una sociedad con esta degradación me parece estúpida, hay cosas mucho peores”.
La fuerte implementación social del fútbol llevó incluso a que Jean-Paul Sarte lo utilizara para exponer su concepto de actividad libre o acción. Sobre la base de funcionamiento de un equipo de fútbol Sarte desarrolló la idea de la existencia de una dialéctica entre las acciones individuales de apoyo administradas en un grupo. Con esta comparativa el filósofo francés evidenció la capacidad organizativa que tiene un equipo de fútbol.
A diferencia de otros deportes, el fútbol es orden, es estructura. Se trata de un juego que no se basa en las individualidades. Para que un equipo tenga existo es necesario la existencia de un grupo cohesionado donde cada miembro tenga una función específica a desarrollar. Por tanto, el propio juego del fútbol proporciona sentido de grupo, de comunidad. En esta línea el escritor peruano Santiago Roncagliolo afirmó que “El fútbol es en un escenario de lo que somos, lo que deseamos, lo que aspiramos como sociedad”.
En muchos países el fútbol está inmerso en las propias estructuras sociales. Relevantes aspectos de la vida giran en torno a él. Como afirmó en su momento nuestro nobel de literatura Camilo José Cela, “El intelectual debe interesarse por todo lo que está vivo, y el fútbol lo está”. Es un hecho que forma parte de nuestra realidad social. Trivializar su importancia o su repercusión es obviar esencias de nuestra propia realidad. En cualquier caso, el fútbol es algo inherente a la forma de vida de pueblos y países. Un elemento integrador de identidades y de unión de diversidades. En ningún caso debe ser visto como algo trascendental. Parafraseando a Jorge Valdano diremos que “El futbol es lo más importante de las cosas menos importantes”.
Muy buen artículo.
Hay una cierta pose “pseudointelectual” en aquellas personas que desprecian el fútbol y que tildan de alienados y banales a sus aficionados. Es curioso que ese desprecio no ocurra con otros deportes.
Gracias por tu comentario Leopoldo. Coincidimos plenamente contigo