Dinamo de Zagreb y Estrella Roja jugaron uno de los partidos más trágicos de la historia del fútbol. Un encuentro disputado en un contexto político de extrema tensión. Aquel evento evidenció que el odio había arraigado en Yugoslavia. Su desintegración era inevitable.

En la historia del fútbol se han jugado millones de partidos. La mayoría han sido eventos deportivos de unión. Encuentros pacíficos cargados de competitividad, esfuerzo y confraternización. Pero también han existido partidos de fútbol que han acabado en tragedia. Consecuencia, en muchos casos, de la violencia de los aficionados.

En 1985, treinta y nueve personas fallecían en el estadio de Heysel. La final de la Copa de Europa que enfrentó a Juventus de Turín y Liverpool se manchó de sangre por culpa de los hooligans ingleses. Años más tarde, en 1989, noventa y seis personas mueren asfixiadas en el estadio de Hillsborough en Inglaterra. Estos dos acontecimientos nos muestran que el fútbol no ha sido ajeno a los peores instintos del ser humano.

El 13 de mayo de 1990 se jugó un partido que fue preludio de años de guerra y destrucción. En aquella tarde de primavera, el mundo pudo contemplar que el fin de un país estaba cerca. En el estadio Maksimir de Zagreb, capital de Croacia, se enfrentaron el Estrella Roja de Belgrado y el Dinamo de Zagreb. Dos equipos yugoslavos con pulsiones diametralmente opuestas. El Dinamo, referencia futbolística de la comunidad croata, el Estrella Roja, el equipo predilecto de los serbios.

Serbios y croatas habían convivido durante décadas dentro de un mismo país, Yugoslavia. Sin embargo, acabarían enfrentándose en una cruenta guerra civil. Aquel partido de infausto recuerdo fue la primera vez que el mundo pudo ver como serbios y croatas se enfrentaban violentamente. Un año más tarde, empezaría un conflicto armado lleno de crueldad y sangre. Lamentablemente aquel evento futbolístico fue la antesala de años de odio, miseria y destrucción.

Yugoslavia era un país multicultural y plurinacional. Estaba compuesto por seis Repúblicas y dos provincias autónomas. En él convivían cinco religiones distintas y lo habitaban etnias diversas. El Mariscal Tito, fue el principal arquitecto de aquel país. Junto con sus partisanos expulsó a los alemanes de territorio yugoslavo. Terminada la II Guerra Mundial, Tito proclamó la Republica Federal Socialista de Yugoslavia. Sin embargo y a diferencia de otros países comunistas de Europa, Tito eligió un camino independiente respecto de la Unión Soviética. Yugoslavia no fue miembro del Pacto de Varsovia. Por el contrario, fue uno de los países fundadores del movimiento de países no alineados.

Serbios y croatas habían convivido durante décadas. Sin embargo, acabarían enfrentándose en una cruenta guerra civil. Aquel partido de infausto recuerdo fue la primera vez que el mundo pudo ver como serbios y croatas se enfrentaban violentamente.

Mientras Tito vivió, la compleja estructura institucional de Yugoslavia funcionó. La mano de hierro del Mariscal hizo que las diferentes, etnias, religiones y republicas convivieran sin enfrentamientos aparentes. El 4 de mayo de 1980, Tito muere. Con su defunción el país diseñado bajo su mando comenzará a resquebrajarse.

Los años ochenta se convertirán en los estertores de los sistemas comunistas de Europa. En esta década los modelos políticos comunistas evidenciaron síntomas de agotamiento. El 9 de noviembre de 1989 cae el muro de Berlín. Dos años después, en 1991, se disuelve la Unión Soviética. Los regímenes comunistas del este de Europa irán desapareciendo sucesivamente. En paralelo al declive ideológico comunista surgirán  fuertes movimientos nacionalistas en Europa. Yugoslavia, a pesar de su peculiaridad geopolítica, no será ajena a todo este proceso.

Durante la década de los años ochenta las comunidades que conforman Yugoslavia irán impregnándose de una cultura y de una ideología nacionalista. En muchos casos con un profundo carácter excluyente. Una exaltación étnica y religiosa que irá tensionando la vida institucional y social del país.

En un contexto de tensión política y de crisis institucional se celebró el partido de fútbol entre el Estrella Roja y el Dinamo de Zagreb. Ese 13 de mayo de 1990 pasará a la historia negra del fútbol.

De hecho, en la diferentes Republicas que conformaban Yugoslavia aparecerán dirigentes políticos que plantearán abiertamente la independencia. Además, en  Serbia y en Croacia, surgirán también movimientos pannacionalistas. Corrientes que predicarán la unificación de croatas y serbios más allá de las fronteras políticas existentes. En este contexto de nacionalismo hiperventilado irá gestándose un odio étnico entre las diferentes comunidades yugoslavas.

Slobodan Milosevic se convertirá en presidente de Serbia. Su aspiración política será crear la gran Serbia. Para ello usará como referencia los límites territoriales de Yugoslavia. En definitiva, Milosevic era partidario de una Yugoslavia sometida a los intereses serbios. Los postulados de Milosevic impulsaran los movimientos independentistas de Eslovenia, Macedonia, Bosnia y Croacia.

En abril de 1990 Croacia celebró sus primeras elecciones democráticas tras la muerte de Tito. Los comicios los ganó el líder secesionista Franjo Tuđman. A tenor de estos resultados la desintegración de Yugoslavia se percibía como inevitable.

En ese contexto de tensión política y de crisis institucional se celebró el partido de fútbol entre el Estrella Roja y el Dinamo de Zagreb. Ese 13 de mayo de 1990 pasará a la historia negra del fútbol. Mas de dos mil hooligans del Estrella Roja aparecerán en Zagreb horas antes del encuentro. En las calles de la capital croata se producirán las primeras escaramuzas entre aficionados. Los ultras del Estrella Roja eran conocidos por su violencia en toda Europa. Estaban organizados como un cuerpo paramilitar. Ideológicamente abrazaban los postulados más extremistas del nacionalismo serbio. Su líder era “El tigre Arkan”.

Una vez empezado el partido los ultras del Estrella Roja empezaron a gritar “Zagreb es serbia” y “Muerte a Tudman”. La tensión crecía. El vetusto estadio Maksimir era una bomba a punto de estallar. Los seguidores radicales del Estrella Roja comenzaron a lanzar sillas al terreno de juego. El partido se paralizó. La policía no reaccionó ante los hechos que estaban aconteciendo. La pasividad policial indignó a los aficionados croatas. El publico comenzó a increpar la inacción a los cuerpos policías. Finalmente, los ultras del Dinamo, nacionalistas croatas radicales, invadieron el terreno de juego. En ese momento la pasividad de la policía terminó. Se produjo una primera carga contra los hooligans croatas. Incluso se usaron gases lacrimógenos.

El caos se apoderó del terreno de juego. Los jugadores del Estrella Roja se refugiaron rápidamente en los vestuarios. Sin embargo, varios jugadores del Dinamo permanecieron en el campo. Uno de ellos, el capitán del equipo, Boban. El joven y talentoso jugador croata propinó una patada a un policía. Boban salió en defensa de un grupo de ultras del Dinamo que estaban siendo zarandeados por la policía. Aquella  acción se interpretó como un acto heroico por parte de los croatas. Boban pasó a ser considerado héroe nacional en Croacia. Sin embargo, la Asociación de Fútbol de Yugoslavia le suspendió durante seis meses. Se le impuso también pena de cárcel aunque nunca llegó a ser encarcelado.

La furia ultra continuó. La batalla campal duró todo el día. No se restableció el orden hasta la mañana siguiente. Los ultras del Estrella Roja dirigidos por Arkan sembraron el pánico en Zagreb. Años más tarde, Arkan, seria acusado de crímenes de guerra. Hechos acontecidos durante las guerras yugoslavas de la década de los noventa.

Nada volvía ser igual después de aquel partido. En 1991, Croacia y Eslovenia declararon su independencia. Provocando un efecto dominó en el resto de las repúblicas yugoslavas. Yugoslavia dejó de existir. La desintegración desembocó en un baño de sangre. Una sucesión de guerras que rememoró los peores fantasmas vividos en Europa. El genocidio, el exterminio y la limpieza étnica volvieron a aparecer en el viejo continente. El conflicto terminó definitivamente el 12 de noviembre de 2001. Una pesadilla que comenzó con aquel fatídico partido en Zagreb.

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