Como la mítica canción de Celtas Cortos, era veinte de abril, no del año 1990, sino de 2021. Una época compleja, llena de incertidumbres, restricciones y perspectivas de cambio inminente. En aquel lluvioso martes de primavera, Pedro salía de casa. Con parsimonia cruzaba el patio que le abría las entrañas de su madrileño barrio de la Guindalera. Antes de poner pie en la acera se colocó en el rostro una mascarilla blanca. Con cierto estilo “mod” se ajustó la chupa de la moto. Llegaba tarde, había quedado. Su Piaggio azul le espera en la calle Pilar de Zaragoza.

Al otro lado de la ciudad, en el Barrio del Pilar, Luis recoge a Héctor en casa de sus padres. Héctor acaba de aterrizar de Washington, vive allí de desde hace año y medio. Está de visita, Madrid es muy diferente al que dejó, la pandemia lo había cambiado todo. Luis le espera en la puerta del portal. Al rencontrarse los dos viejos amigos, se saludan, tenían ganas de verse. No saben que hacer, les apetece un abrazo, pero son momentos donde el roce es peligroso. Se saludan con un frio y protocolario golpe de codo. Se ponen los cascos y se suben a otra Piaggio, esta de color negro. Tienen planes, han quedado.

Pedro aparca la moto en la acera, se desabrocha la chaqueta, vuelve a ajustarse la mascarilla y guarda su casco en el baúl. Entra en un viejo bar de la calle Juan Bravo, baja unas escaleras y saluda a Bobby. Sobre la barra del bar, el Marca. Pedro ojea el periódico. Bobby le sirve una pinta. Pedro sonríe y espeta “Cuando vengan estos dos diles que estoy en la mesa de siempre, te pillo el periódico”.

Pocos minutos después, una moto negra aparca al lado de la Scooter de Pedro. Héctor baja de ella, Luis reclina la moto y la anuda con una cadena. Héctor con voz apresurada dice, “Pedro ya está aquí”. Los dos amigos cogen sus cascos y entran en un bar. Luis saluda a Bobby y con la mano hace la señal de victoria. Bobby ya ha entendido que quieren dos pintas de cerveza. Es la rutina habitual.

Parece atractivo tener la posibilidad de ver casi semanalmente partidazos del tipo Real Madrid- Liverpool, Atleti – Bayern o incluso un Juve – Manchester City.

Héctor saluda a Pedro con otro frio choque de codos, los dos colegas se sientan con tranquilidad alrededor de la mesa. Segundos después, aparece Luis tras pasar por el baño. Entonces los tres amigos miran el periódico que había recogido Pedro de la barra del bar. Héctor dice con sorna “Vaya lio se ha montado con la Superliga”. Sin saberlo Héctor estaba empezando un debate futbolero que iba hacer más entretenido el reencuentro de los tres amigos. Otra sesión de Pub, otro día de Esférico, otra interminable charla de fútbol embriagada con cerveza.

Pedro dice “Pues yo lo veo bien, es el futuro del fútbol y creo que se le ha dado mucha caña a Florentino sin dejarle casi explicar el proyecto. A mí me parece atractivo tener la posibilidad de ver casi semanalmente partidazos del tipo Real Madrid- Liverpool, Atleti – Bayern o incluso un Juve – Manchester City. Sinceramente, la fase previa de la Champions actual me parece infumable. Entiendo que clubes más pequeños tipo Sevilla o Valencia por ejemplo se hayan sentido amenazados, pero no les debería caber duda de que el que quede mejor clasificado en la Liga Española sin ser uno de los tres grandes al año siguiente iría seguro a la Superliga. Si es que incluso se estaba hablando de hacer una segunda división de Superliga que abriría la puerta a muchos equipos más ¡pero no le han dejado explicarse y además le han dejado solo!”

El tema de la meritocracia parece muy importante. Una competición deportiva debe basare en méritos deportivos.

Luis, sin embargo, no está convencido con el nuevo proyecto. Tras darle un profundo trago a su pinta dice “Personalmente no lo acabo de ver. El tema de la meritocracia me parece muy importante. Una competición deportiva debe basare en méritos deportivos. Entiendo que la UEFA controla el fútbol y es posible que estén abusando, pero una competición como la Superliga, a la larga, llevará a los clubes medios a la irrelevancia. A lo mejor soy un utópico, pero quiero seguir viendo el fútbol como un deporte, no como un negocio”.

Héctor, interrumpe y comenta “Igual a Estados Unidos no llegó toda la información, pero a mi me siguen faltando datos para completar la ecuación y saber cómo afectara la Superliga al fútbol europeo. Solo espero que no afecte negativamente a las ligas nacionales y que los equipos fundadores sigan siendo competitivos en ellas”.

Luis mira fijamente a sus amigos y señala el periódico, “Esto lo cambia todo. No lo tengo claro. Dudo que me vayan a interesar todos los partidos. Un Milán-Arsenal me genera cierta indiferencia. Sinceramente prefiero ver un Sevilla-Betis. Además, insisto con el tema de la meritocracia. Podemos dejar de ver episodios preciosos del fútbol como la Premier del Leicester, las Copas de Europa del Notthingan Forest o aquella noche en Riazor, cuando el Depor le metió cuatro goles al Milán campeón de Europa”.

Pedro, pensativo gira su vaso de cristal y dice “Pero Luis, que vas a poder seguir viendo los Sevilla – Betis. Si las ligas locales siguen igual y los equipos no habituales de Champions no lo van ni a notar. El que destaque, seguro que es invitado. Además, que quieres que te diga, es una forma de que los equipos que siguen siendo de sus socios tipo Madrid o Barça puedan competir con los equipos estado o contra equipos con inyecciones económicas de magnates de procedencia dudosa”.

El vaso de Pedro se ha quedado vacío, a pesar de ello sigue su disertación “¡Se ha orientado esto como algo que va en contra del fútbol humilde y yo lo veo al revés! Los equipos ricos pagarán más por los fichajes a los equipos más humildes y además así no tienen que seguir discutiendo por derechos televisivos de las ligas locales alegando unas mayores audiencias. Y no hay que obsesionarse con el Depor, cuando vuelva a la élite, la Superliga ya habrá evolucionado mucho”. Este último comentario de Pedro provocó las carcajadas de sus amigos.

Lo que es indudable es que el fútbol va a cambiar por completo. La Superliga será un antes y un después.

Héctor entonces comenta entre risas “Lo que es indudable es que el fútbol va a cambiar por completo. La Superliga será un antes y un después. Ya nada volverá a ser como antes”

En ese momento, Luis se levanta para pedir una segunda ronda. Bobby aprovecha para pinchar una canción que sabe que gustará a los tres amigos que conversan en su Pub. La mítica “Football’s coming home” de los ingleses Three Lions empieza a atronar en el bar. Paradójicamente estos acordes futboleros acaban con la conversación sobre la Superliga. Pedro, empieza a mover la cabeza armónicamente. Héctor acompaña el ritmo golpeando sus dedos sobre la mesa. Luis, llega con tres nuevas pintas de cerveza, las posa en la mesa y se sienta. En ese momento, Héctor, con cierta euforia, levanta su vaso incitando un brindis. Los tres amigos juntas sus jarras y sellan otro tratado más de amistad.

Una noche más compartida, en buena compañía y con el fútbol presente. Algunos añorando un deporte añejo que posiblemente nunca volverá. Otros esperanzados por un futuro que llegará, aunque por ahora su aterrizaje no será inminente.

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