
Diego Pablo Simeone lleva más de una década en el banquillo del Atlético de Madrid. A pesar de los éxitos cosechados algunos aficionados colchoneros han empezado a dudar. Para todos ellos uno de nuestros cronistas atléticos tiene algo que decir.
La sociedad española y el mundo en general viven un momento de intensa crispación. La llegada de las redes sociales ha provocado que los canales de comunicación se multipliquen. Consecuencia de ello cualquier discurso y relato tienen altavoz para ser difundido. Lamentablemente el debate no es pacifico, más bien todo lo contrario, en la red los usuarios se expresan desde las vísceras y hay poco espacio para el sentido común.
El futbol, no se escapa a esta dinámica. A su alrededor ha surgido una hiperventilación estresante. Existe una toxicidad que contamina a periodistas, aficionados incluso a algún que otro futbolista. Cada vez se perfila con más acidez la dicotomía ente nosotros y ellos. Desgraciadamente los consensos y los puntos de encuentro van desapareciendo. En este panorama de extremos nadie escapa, ni siquiera personajes que debería ser venerados, respetado incluso mitificados. Independientemente del equipo a que representan.
Un entrenador de éxito que ha conseguido logros extraordinarios con el Atlético de Madrid. A pesar de ello parte del actual panorama mediático lo desprestigia y desvaloriza con frecuencia.
Un ejemplo de ello es Simeone. Un entrenador de éxito que ha conseguido logros extraordinarios con el Atlético de Madrid. A pesar de ello parte del actual panorama mediático lo desprestigia y desvaloriza con frecuencia. A decir verdad, suelen ser periodistas comprometidos con el otro equipo de Madrid. Evidentemente en ellos la objetividad es escasa y sus pretensiones no pasan por informar. Su finalidad posiblemente sea desestabilizar a los rivales deportivos de su equipo.
Sin embargo, respecto a la figura de Simeone, se observa en el último tiempo que, dentro de la hinchada atlética, existe un sector, minoritario, pero en ascenso, que también manifiesta una fuerte acritud en relación al entrenador argentino.
¿Son estos colchoneros, irredentos o disidentes? Por supuesto que no. ¿Sienten menos el Atlético por no predicar con Simeone? Tampoco. Por obvio que parezca, debe recordarse con energía y rotundidad que toda forma de sentir un equipo es legítima. Evidentemente nadie está por encima de nadie y ninguna personalidad es más importante que la del propio club. Decir esto, por obvio que parezca es más que necesario. La trituradora de carne con la que se afronta cualquier debate futbolero últimamente conduce muchas veces a confundir opinión con imposición.
Dicho lo cual y con todo el respeto me dirijo a esa parte de la afición atlética. Desde el sentimiento común que profesamos les comento que yo creo y seguiré creyendo en Simeone.
Primero de todo, el contexto vital es importante. Yo nací en 1981, hasta la llegada del Cholo solo había visto ganar a mi Atleti, una liga, la del famoso doblete. Simeone era por entonces jugador. En los pasajes de mi infancia aparecen escondidas dos copas del Rey ganadas en el campo del eterno rival. Mas tarde, en la juventud, aluciné cuando conquistamos una Europa League y una Supercopa. En definitiva, durante mi niñez, adolescencia y madurez, el Atleti ganaba poco y lloraba mucho. El “pupas” nos decían. Para el infausto recuerdo siempre quedaran esos dos años terribles en el infierno de Segunda.
Sin embargo, el 23 de diciembre de 2011 todo cambió. Cuando tenía treinta años, Simeone cogió el timón y el equipo de mis amores se transformó. Se asaltaron los cielos, se ganaron ligas, copas y supercopas. Conseguimos brindar por la conquista de nueve títulos. Para mí vivirlo fue una autentica pasada. En catorce años de cholismo he visto mucho más que en mis treinta años anteriores de vida. Algo que para mí es imposible de olvidar.
Entiendo, sin embargo, que esa reflexión es puro sentimentalismo. No se basa en criterios futbolísticos, lo admito, es emotividad pura y dura. Si bien, en cuestiones tácticas también me identifico con Simeone. Es evidente que soy parte de una generación que ha visto a nuestra selección triunfar al compás del tiqui-taca. Crecimos con el Dream Team de Cruyff y disfrutamos viendo jugar al Barça de Messi, Iniesta y Xavi. Sin embargo, a mí me gusta otra cosa, disfruto del fútbol de contrataque, de los equipos que destilan compromiso defensivo y transición vertiginosa. En definitiva, me siento más cercano a Simeone que a Guardiola. Llámame loco, pero creo que esa es la esencia y el estilo histórico de mi Atleti de Madrid.
Del mismo modo admiro y creo en Simeone porque ha llevado al club a una regularidad inimaginable décadas atrás. Hoy, somos un asiduo participante de la Champions League. No frivolicemos con esto, bendita estabilidad, cuando te pasas media vida viendo a tu equipo subir y bajar de la noria.
Simeone es capaza de ganar incluso con plantillas limitadas, repletas de agujeros negros. Compite con los mejores sin necesidad de aspirar a los mejores.
Siempre se dice que la capacidad competitiva es parte de la esencia del Atleti. Pero sería cínico decir que siempre fue así. Yo durante años, incluso décadas, no la vi. Sin embargo, en todos estos años de Simeone se ha vencido a los grandes dominadores del fútbol europeo. En nuestro estadio han hincado rodilla equipos como Bayern, Manchester United, Juventus, Milan, Liverpool, Barça o Real Madrid.
Simeone es capaza de ganar incluso con plantillas limitadas, repletas de agujeros negros. Compite con los mejores sin necesidad de aspirar a los mejores. Esto no es casualidad, sucede porque el Cholo es un entrenador magistral, domina la sala de prensa, el escenario y la pizarra como ninguno otro que haya visto jamás.
En definitiva, a los que no creen o dudan si seguir creyendo, solo les puedo decir que en mi humilde opinión Simeone es lo mejor que nos ha pasado. Pensemos por un momento, ¿Que sería de nosotros si no hubiera llegado? Pero no nos detengamos en el pasado. Miremos al futuro. Creo que pronto volveremos a ser campeones. Lo haremos, no dudéis y en buena parte será gracias a él. Yo lo tengo claro, cholismo o barbarie. Nunca dejes de creer.