Analizamos el inicio de temporada del Atlético de Madrid. Un equipo irregular, que ha tenido tramos brillantes pero que paradójicamente tiene muy difícil competir el campeonato de Liga.

El miércoles 20 de diciembre de 2023 apenas acababa de nacer. La madrugada era fría en Madrid. El Atlético aguanta estoicamente un tres a uno en el marcador. Lleva casi una hora jugando con un futbolista menos. Savic ha sido expulsado en la primera parte. Un buen Getafe asedia la portería rojiblanca. Quedan apenas cinco minutos de partido. Toca aguantar el ultimo arreón.

El Metropolitano contiene la respiración. Su equipo necesita la victoria. Entre los nervios de la afición colchonera emerge Borja Mayoral y en apenas unos minutos empata el partido. Se pone fin de esa manera a la racha triunfal de los rojiblancos en su estadio.

Los seguidores colchoneros salen del campo cabizbajos. Conscientes de que el empate cosechado hace cada vez más inalcanzable, no solo ganar el campeonato, sino el mero hecho de pelearlo. Las redes sociales son un hervidero de comentarios. En la hiperactividad de soflamas que arrecian mi teléfono aparece un mensaje que llama mi atención. Lo manda mi apreciado amigo Rafa. El texto es contundente. Este año por los menos hemos llegado hasta diciembre. Lo leo con detenimiento. Me quedo pensando con cierta amargura ¿No hay más? ¿No se puede pelear este campeonato de Liga? Una bofetada de realidad acaba impactar en plena línea de flotación de mi forofo interior. Competir la liga en este momento es una quimera absoluta.

Habrá que preguntarse ciertas cosas, entonces. ¿Está el Atleti haciendo una mala temporada? Para nada. ¿No hay jugadores de nivel? Descartado, el mejor jugador de la liga viste la rojiblanca ¿El entrenador no sabe lo que hace? Tampoco, de hecho, es lo mejor que nos ha pasado en nuestra historia reciente.

El Atlético de Madrid está donde su propiedad quiere que este. El equipo está cumpliendo el objetivo. Porque este equipo no está construido para ganar la Liga. Ni si quiera para pelearla. Su única finalidad es económica.

¿Entonces? ¿Qué le pasa al Atleti? Aunque aparentemente parece una pregunta compleja, la respuesta es de una simplicidad absoluta. El Atlético de Madrid está donde su propiedad quiere que esté. El equipo está cumpliendo el objetivo. Porque este equipo no está construido para ganar la Liga. Ni si quiera para pelearla. Su única finalidad es económica. Si el Atleti se clasifica para la Champions y avanza en la fase de grupos de esta competición, la contabilidad encaja.

La delirante realidad que rodea al Atleti es compleja. Mientras la grada del Metropolitano se pone nerviosa y cabecea, el palco está tranquilo. Consciente que este equipo solventa con tremendo éxito una exigua inversión. No podemos olvidar que el pasado verano, tras una temporada muy irregular. Con momentos alarmantes. El club gastó en fichajes apenas cinco millones de euros. Llegaron Javi Galán, Cesar Azpilicueta y Söyüncü. Tres defensas para apuntalar el gran talón de Aquiles del equipo la pasada temporada, la fragilidad defensiva. Pero poco se afianza con un lateral no consolidado y dos jugadores en retirada de la Premier League. Suena más a experimento que a refuerzos reales.

El problema defensivo persiste. En buena medida porque de las tres incorporaciones solo Azpilicueta ha conseguido minutos relevantes por el momento. La realidad es que el Atleti sigue siendo uno de los equipos de la Liga que más remates recibe por partido. La retaguardia vuelve a lastrar la eficiencia del ataque. Incluso en un año en que Griezmann y Morata están consiguiendo números extraordinarios.

La defectuosa gestión del mercado de fichajes del pasado verano se disimula por la eclosión de dos magníficos canteranos como Riquelme y Barrios. Además del retorno de Lino, cedido el año pasado en el Valencia.

Pero lo que sin duda difumina los errores estratégicos del club es Simeone. Un entrenador que maximiza de forma increíble los recursos que tiene la plantilla. Su asombrosa imaginación y creatividad distorsionan la sistemática escasez. Así se puede ver al Atleti jugar con neófitos laterales, media puntas transformadas en interiores y afirmar con rotundidad que su mejor defensa es un centrocampista reconvertido.

Muchos dicen que el Atleti tiene una magnifica plantilla. La mejor de su historia se ha llegado a escribir. ¡Que ingenuidad, por favor! La definición rigurosa, es la de una plantilla corta. Incapaz de sostener la exigencia de dos competiciones. Qué decir de tres cuando empiece la Copa del Rey. La realidad muestra un plantel bipolar, con magníficos jugadores, pero también con futbolistas que conviven eternamente con rendimientos alarmantemente bajos, lesiones fijas discontinuas y ataques constantes al autocontrol.

La desequilibrada confección de la plantilla hace que al Atleti sufra en los momentos más estresantes y exigentes del calendario. Desde hace años el equipo muestra notables dificultades para afrontar dos partidos por semana.

La desequilibrada confección de la plantilla hace que el Atleti sufra en los momentos más estresantes y exigentes del calendario. Desde hace años el equipo muestra notables dificultades para afrontar dos partidos por semana. No ayuda una preparación física que provoca numerosas lesiones a lo largo de la temporada.

El Atleti vive en una distorsión sistémica. En 2023, sin duda, el equipo ha practicado buen fútbol. En este inicio de temporada ha habido un par de meses con juego excelso. Virtuosidad que volverá a aparecer a lo largo de la temporada. Que nadie lo dude. Habrá otra vez meses embaucadores. Pero desgraciadamente no hay musculo para mantener la regularidad necesaria que exigen tres competiciones. En definitiva, no hay plantilla para tanto frente.

Existen cimientos para construir un gran equipo. Pero posiblemente no haya voluntad de hacerlo. Eso conllevaría una inversión que no se realizará. El proyecto evidencia síntomas claros de estancamiento. Los dueños del Club no piensan en el estado anímico de los aficionados colchoneros. Realmente lo único que les importa son los Estados Financieros. Una verdadera pena. Una desgracia. Pero esto es lo que hay.

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