
Los veranos marcan el devenir de las temporadas que se avecinan. De cómo se refuerce o se merme el equipo dependerá buena parte de la trayectoria de los mismos, sobre los que los aficionados tienen puestos sus ojos. Y no hay equipo que más variaciones tenga hasta la fecha que el Atlético de Madrid del Cholo Simeone.
“Corrida de expectación, corrida de decepción”, reza un viejo dicho taurino. Los veranos previos al inicio de los torneos suponen una prueba de fuego para el aficionado. Privado de encuentros sobre los que fijar su atención, sus ojos se dirigen hacia las incorporaciones y bajas del club de sus amores. Diariamente se lanza por las noticias acerca de los rumores de fichajes, con tanto entusiasmo como sigue el campeonato durante los meses de desempeño del juego.
En buena parte del fútbol de otras épocas, los veranos eran épocas de escasas emociones. Las plantillas eran estables y apenas se producían variaciones en las dos o tres plazas de futbolistas extranjeros que la legislación permitía. Todo cambió con dos factores inéditos hasta entonces: la primera fue la sentencia Bosman, que abrió para siempre las puertas de los equipos de la Unión Europea a todos los jugadores del viejo continente, la segunda sería la irrupción del dinero televisivo a espuertas. Las posibilidades de fichajes se multiplicaron; ya era posible incorporar todo tipo de jugadores y los contratos televisivos fueron la rampa de salida a la proliferación de contrataciones . A más dinero más se mueve el mercado como bien se sabe.
En buena parte del fútbol de otras épocas, los veranos eran épocas de escasas emociones. Las plantillas eran estables y apenas se variaciones en las dos o tres plazas de futbolistas extranjeros que la legislación permitía. Todo cambió con dos variables inéditas hasta entonces: la sentencia Bosman y la llegada del dinero de las televisiones.
La prensa deportivo vio un filón en este nuevo panorama: meses por lo general insulsos y sin más noticias que las que podían generar otros acontecimientos deportivos de deportes más minoritarios como Wimbledon o el Tour de Francia, eran ahora caldo de cultivo para todo tipo de rumores o especulaciones. De hecho, antes de la revolución digital, julio y agosto pasaron a ser los meses en los que más presa deportiva se consumía. En las zonas de playa o montaña, en las piscinas de las urbanizaciones nada mejor que comenzar la mañana con la rumorología de las presuntas nuevas incorporaciones. La “ciencia del rumor” alcanzó desde entonces cotas impensables. Se dejo de lado la rigurosidad informativa: la realidad no podía estropear un buen titular. Esa corriente asociaba, a veces por mera probabilidad, a los mejores jugadores con los equipos más potentes, los no tan buenos pero destacados con los aspirantes a plaza europea o el resto a repartir por los rescoldos del panorama futbolístico. Frases como “los próximos días son claves para el fichaje de….”, “las negociaciones se encuentran muy avanzadas”, “se ha producido un giro en los acontecimientos….”, entraron a formar parte del imaginario de los seguidores casi tanto como las alienaciones y las tácticas.
En el verano actual si hay un equipo que parece estar moviendo ficha y dando lugar a titulares es el Atlético de Madrid. Nada menos que seis incorporaciones, otras muchas salidas y un proyecto que parece que, al fin, tiene visos de acometer la renovación tantas veces reclamada para los del Metropolitano. Y esa querencia no es en modo alguno aleatoria o caprichosa: los últimos cuatro ejercicios de los rojiblancos no han pasado de correctos en la mejor y más generosa de las calificaciones. Dos semifinales de la Copa del Rey ha sido lo más cerca que se ha estado de los títulos, parco bagaje si se tiene en cuenta que en los primeros nueve años de Simeone se lograron ocho copas. No solo han sido una crisis de resultados; también de identidad. En los últimos tiempos ha costado reconocer muchas de las variables que llevaron al Atlético a la élite del futbol español y hasta europeo: la intensidad, el rigor defensivo, el espíritu de lucha o la disciplina táctica por citar algunas de las más reseñables. No han sido infrecuentes la impresión de abandono, el caos organizativo y la incómoda sensación de conformismo, principalmente institucional y no menos acusado en el banquillo y el terreno de juego. En un entorno como el fútbol europeo, que te obliga a gastar casi sin freno de cara a obtener resultados, el equipo rojiblanco pasó al menos dos ventanas (2022 y 2023) sin apenas inversión en la plantilla, viendo como esta envejecía y perdía capacidad competitiva; teniendo como meros refuerzos nombres como Wistel, Azpilicueta o Javi Galán y dejando marchas a activos mas o menos fiables como Trippier, Carrasco o Kondojbia. El ejercicio pasado alteró su plan de ruta y llegaron incorporaciones más ilusionantes: Gallaguer, Sorloth, Le Normand y sobre todo Julián Álvarez, un top mundial que se revela como la gran esperanza de futuro. Pero esas cuatro caras nuevas se manifestaron insuficientes para elevar lo suficiente el nivel de una plantilla que hacía aguas por demasiados sitios; medio centro y laterales de forma significativa.
En el verano actual si hay un equipo que parece estar moviendo ficha y dando lugar a titulares es el Atlético de Madrid. Los nuevos fichajes parecen prometedores, en especial atendiendo a su juventud: en ellos hay razones fundadas que están en condiciones de afrontar la renovación que el equipo necesita. Pero deben de mostrar su auténtica calidad
Nada mas revelador que ver el panorama de traspasos del Atletico en los últimos años: la mayoría de ellos a ligas del segundo o tercer escalafón (fútbol árabe, mexicano o norteamericano) y aquellos que se mantuvieron en las principales ligas se caracterizaron por la intrascendencia en sus nuevos destinos. Lodi pasó por Francia e Inglaterra para acabar en el fútbol árabe, Saúl no consolidó su posición en el decadente Sevilla actual o el mismo Joao Felix no hizo sino encadenar pasos en falso en su infructuoso intento en ser algo más que un jugador de destellos en partidos mas bien menores. Compárese con las transferencias que caracterizaron al mejor periodo de Simeone en la década anterior; Costa o Filippe Luis salieron al Chelsea, Turan o Griezzman al Barça, Lucas Hernández al Bayer Munich, Thomas Partey al Arsenal o Rodri al Manchester City. Las conclusiones no pueden ser otras que el hecho de que el Atlético no ha contado equipo para competir desde el titulo de Liga de 2021, cimentado sobre todo en el canto del cisne de un goleador de talla mundial: Luis Suárez.
No es sencillo el prever el resultado de esta revolución en el plantel del eterno Simeone. A primera vista hay dos aspectos positivos. El primero que las incorporaciones responden a necesidades reales del equipo; dos laterales por cada uno de los lados (Ruggeri izquierda, Pubill derecha), un central (Hancko), un medio centro (Cardoso), un creador de banda izquierda (Baena) y un medio punta con el objeto de suplir a Correa (Thiago Almada). El segundo es que la edad media de los fichajes no supera los veinte y tres años, algo esencial en una plantilla que demostraba en los últimos tiempos una falta de piernas y energía evidentes para poder pasearse con garantías por los diversos campos españoles y europeos. El fútbol actual, como demuestran los recientes éxitos abrumadores del PSG, requiere en buena medida de combinar calidad y juventud para imponer un ritmo frenético a los partidos
Queda por conocer el alcance de la variable más trascendente: la auténtica calidad o si se quiere el resultado definitivo de los nuevos portadores de la elástica rojiblanca. Otra de las características de los veranos futboleros es la ilusión que despiertan en los seguidores nombres de los que nunca han tenido noticias hasta que fueron contratados. Cuando la firma se produce se suceden sesudos análisis por parte de expertos en fútbol internacional que aseguran las bondades del fichaje. Es larga y variada la lista de refuerzos que resultaron auténticos fiascos o, como mínimo, no alcanzaron las cotas para las que se supone que habían venido. El Atlético de Madrid podría escribir tomos enteros de jugadores que les salieron ranas. Es un peaje que el club ha de pagar, por otra parte, dada su intención de rejuvenecer el equipo. De los nuevos hay tres con trayectoria solida (Baena, Hancko y quizá Cardoso) y el resto se encuadran en el apartado de promesas mas menos fiables; su mejor carta de presentación esta en el hecho de que son habituales de las selecciones Sub-21 y olímpicas e incluso en el caso de Alamada es ya un habitual de la albiceleste. El Atlético pues se erige como la mayor y mas estimulante incógnita de la próxima temporada