Hay jugadores que te marcan y que incluso llegan a crearte una afición especial por un equipo o incluso por un deporte. En mi caso ese fue el portero Arconada. No sé si sería la plasticidad de sus paradas o que con tan sólo cuatro años fui víctima de las modas, porque Arconada en aquella época estaba de moda, pero acabé pidiendo a mis padres que me regalaran el traje de portero de la selección española cuando ni siquiera me gustaba jugar en esa posición. En aquella época las camisetas no llevaban nombres en la espalda, pero no hacía falta, todo el mundo sabía que esa equipación azul y negra era la de Luis Miguel Arconada, a pesar de que yo no llevase las polémicas medias blancas que tanto han dado de que hablar y que hoy en día hubieran sido “trending topic” tal y como hemos podido ver en casos similares que todos tenemos en la cabeza.
Arconada era un portero muy seguro, precursor del estilo de los porteros modernos que ya no tienden a blocar balones y basan sus paradas en despejes que eviten segundas jugadas
Portero indiscutible durante parte de la década de los setenta y prácticamente todos los ochenta de la mítica Real Sociedad con la que llegó a ganar dos ligas y también de la selección española. Su relación con la Real Sociedad empezó en 1970 y tuvo que desbancar nada menos que a Urruti para conseguir, en el año 1975, convertirse en titular del equipo txuriurdin. Ejemplo de lo que hoy se conoce como “One Club Man”, llegó a ser capitán de la mejor Real Sociedad de la historia a la que hizo campeona de liga en los años 81 y 82. Y digo que hizo campeona a la Real Sociedad porque a pesar de contar con jugadores como Lopez Ufarte, Zamora, Bakero o el mítico Satrústegui, las paradas de Arconada y sus trofeos Zamora, que le acreditaban como portero menos goleado de esos años fueron la clave para que “la Real” se hiciera con el campeonato de Liga y que el cántico “no pasa nada, tenemos a Arconada” se hiciese viral en las gradas del viejo Atocha en los momentos en los que las cosas pintaban en bastos para el equipo de casa.
Arconada era un portero muy seguro, precursor del estilo de los porteros modernos que ya no tienden a blocar balones y basan sus paradas en despejes que eviten segundas jugadas. Algo por lo que fue muy criticado en su día pero que le ha servido para que otros míticos guardametas de la historia, como es el caso de Iker Casillas, digan que Arconada fue su maestro y le agradezcan en parte los éxitos internacionales que él no pudo conseguir. Para el recuerdo queda aquella imagen de Palop recogiendo la Eurocopa de 2008 con una camiseta original de Arconada puesta a modo de homenaje. El destino quiso que fuera el por entonces presidente de la UEFA Michel Platini el que entregase aquella noche la copa que el azar y el propio Platini debía a España, porque, para el que no lo recuerde, la Francia de Platini fue la protagonista del probablemente momento más duro de la carrera futbolística de Luis Miguel Arconada y por consiguiente de los que le teníamos como un portero infalible. Ese maldito recuerdo nos lleva a una noche de verano de 1984 en la que España jugaba la final de la Eurocopa contra Francia en Paris. Arconada llegaba como héroe nacional después de haber ayudado a eliminar a la todopoderosa Alemania en la fase de grupos y superado una tanda de penaltis con Dinamarca, pero una falta tirada de forma inocente por parte del Platini a las manos del guardameta se convirtió en gol después de que nuestro hombre intentase blocar la pelota en lugar de despejarla como tanto le gustaba a él hacer. Aquellas centésimas de segundo que transcurrieron desde que el balón se colaba por debajo del cuerpo de Arconada y superaba la línea de gol parecieron largos minutos a los ojos de todos los españoles que al final se acabaron llenando de lágrimas porque España, que había empezado aquella andadura con el mítico 12-1 a Malta en la fase de clasificación, acabó perdiendo 2-0 y por tanto teniendo que esperar nada menos que veinticuatro años para poder volver a alzar una copa delante de toda Europa.
Aquel gol dejó marcado para siempre al portero y a sus fieles, que de corear el “no pasa nada tenemos a Arconada” tuvimos que pasar a soportar el “Hagonada” como sobrenombre de nuestro portero favorito. Desde entonces la carrera de Arconada como portero de la selección quedó herida de muerte y una lesión algunos meses más tarde acabó apartándole definitivamente del equipo nacional. Esa maldita lesión a punto estuvo también de hacerle perder el sitio en su club de toda la vida ya que la irrupción de un joven Agustín Elduayen le relegó un tiempo a la suplencia. Finalmente, la calidad de Arconada y por qué no decirlo, la marcha de Elduayen al Atlético de Madrid, le permitió volver bajo los palos de su Real Sociedad hasta 1989, año de su retirada, después de nada menos 551 partidos oficiales con su club y 68 con la selección.
Una vez colgados los guantes se desvinculó del mundo del futbol y se dedicó al negocio privado, ni siquiera el galardón de la FIFA en 1998 como mejor jugador español en los últimos 25 años le hizo replantearse su decisión, quizá terminó demasiado harto de las críticas y de lo que se estaba convirtiendo el futbol, o quizá porque su capacidad para el mundo de los negocios es tan buena como la de parar balones, lo cual le llevó a desempeñar el cargo de consejero de la empresa vasca CAF de forma brillante. Además en el mundo empresarial probablemente no se castigue tanto, al menos públicamente, los errores imprevistos ni se especule tanto sobre el color de las medias que decidas vestir. Muchos por Donosti dicen que sería el presidente perfecto para la Real y la verdad es que el fútbol de hoy en día está necesitado de directivos bien capacitados y que amen este deporte, habrá que esperar, quien sabe si algún día…