Salgo de trabajar, hace calor, ni siquiera el hecho de ir en moto mitiga la sensación porque el aire que circula es caliente. Afortunadamente el Campo de las Naciones en verano se nota más despejado al no haber ferias en el IFEMA y los que trabajamos por allí ahorramos tiempo en atascos, aun así no me da tiempo a pasar el semáforo de la glorieta del Corte Inglés situada encima de la M-40, me quedo el primero, al menos el árbol me da sombra, paso el rato mirando al horizonte que desde hace algunos meses está decorado con una enorme bandera del Atlético de Madrid que ondea señalando que a pocos kilómetros está el Metropolitano, ahora estará vacío y en calma, pero caigo en la cuenta que una vez pasado el trance del Mundial de Rusia en pocos días entramos de nuevo en la vorágine del campeonato de liga.

Pienso en que el Atleti tiene un año interesante por delante, como siempre, no lo verán al inicio como favorito a nada pero podría ganar todo. La pasada temporada la acabó en plena forma y sólo el Barça le superó en la Liga, este año podría ser propicio para volver a intentar lo del 2014, pero todo el mundo sabe que el reto que de verdad ilusiona es otro, lo cierto es que en estos últimos años nunca dejó de serlo, pero esta vez es especial porque la final de la Champions será en su casa… Me pitan, el semáforo lleva abierto un rato, salgo disparado hacia la M-40 en sentido contrario, en pocos minutos estoy entrando a la almendra central, por mucho que pasen los años es inevitable no mirar a lo alto de las torres de la antigua ciudad deportiva, hoy de deportivas tienen poco a no ser que sea porque prácticamente a sus pies  y sobre césped artificial de un polideportivo nació el C.D Adarve que contra todo pronóstico sigue en la 2ºB pelando con históricos y con la esperanza de que este año llegue lejos en la copa del Rey y le pueda tocar jugar contra su vecino rico del barrio.  Y es que estamos ya en territorio merengue. La Castellana baja ligera y el hormigón del Bernabéu ya asoma por la esquina de la calle Rafael Salgado. Me temo que lo hará por poco tiempo y es que todo apunta a que el proyecto preferente este año en la “casa blanca” no será deportivo, parece prioritario para esta temporada cambiar el hormigón por el acero de la fachada del estadio más que armar un equipo de galácticos, maldita palabra, que haga olvidar la era de Cristiano Ronaldo. Los abonos este año en el Bernabéu han subido su precio, pero no lo ha hecho de la misma manera la ilusión de los socios según ellos mismos reconocen, pero eso sí, con la boca pequeña, porque el Madrid es el Madrid y nadie va a permitir que se pase un año sin exigir títulos a final de temporada. Hace aún más calor, las terrazas de la Calle Concha Espina parece que piden a gritos una pausa, no me resisto.

Este año Madrid, por primera vez, da la oportunidad de poder ver a tu equipo como visitante nada menos que cinco veces en un radio de menos de 30 kilómetros

Inconscientemente mi cabeza me lleva al estadio de Vallecas, y es que estoy exactamente a diez kilómetros (una San Silvestre) del estadio del Rayo Vallecano, otro estadio de primera, porque el Rayo este año vuelve a estar con los grandes. Han pasado un par de temporadas convulsas en la categoría de plata, pero este equipo sin penurias no sería el Rayo así que está más que acostumbrado a lidiar con ellas. Este año el presidente Martín Presa, un forofo del futbol que acabó de directivo, le ha confiado la felicidad de los vecinos del barrio más barrio de Madrid a un chico de la casa.  Michel es un histórico jugador del Rayo que iba para figura, no obstante era parte de aquella famosa plantilla del mundial sub-20 de 1995 que nos hizo pensar que algún día nos harían campeones del mundo y que al final llevaron razón aunque no fuesen ellos los culpables. Aquella selección tenía nombres como el de Raúl, de la Peña, Etxeberria, o Michel Salgado, al que se le conocía por el nombre y apellido y no sólo como Michel porque el Michel bueno, al que se le consideraba digno de utilizar ese apodo como “nombre artístico” después del célebre Michel madridista, era a Miguel Ángel Sánchez Muñoz, actual entrenador del Rayo, cuya carrera como futbolista se acabó quedando algo por debajo de las expectativas que despertó en su época de sub-20. Aun así, se convirtió en el último icono que ha pisado el césped de Vallecas y ahora, en su retorno como entrenador, aporta esa chispa de ilusión que completa la ya de por sí motivante sensación que supone a cualquier equipo volver a la primera división de una liga como la española. Como siempre, tendrá que juntar un equipo hecho de retales y chicos jóvenes pero que prometen dar guerra hasta el final.

Una vez superada mi particular San Silvestre imaginaria con su célebre cuesta de la Avenida de la Albufera incluida, decido que tres estadios de primera son pocos por hoy así que decido seguir recto por la arteria principal de Vallecas, y aprovechando que tengo vía directa a la M-40 (segunda circunvalación de Madrid) pongo rumbo en mis pensamientos hacia el sur, porque en el sur de Madrid también este año sigue habiendo futbol del bueno. Leganés y Getafe son dos ciudades que físicamente sólo las separa una calle y en lo deportivo pasa algo parecido. Los dos atraviesan uno de sus mejores momentos de la historia, en el caso del Leganés el mejor sin duda, cuyo mejor activo en la temporada pasada fueron sus respectivos entrenadores. El Leganés no pudo retener al suyo pero aún así cuenta con otro de garantías ya demostradas en la liga española como es el caso de Mauricio Pellegrino que perfectamente podrá estar a la altura de su predecesor Garitano o de su vecino Bordalás. Aunque en lo referente a jugadores es posible que a lo largo de este mercado veraniego ambos acaben viendo salir a grandes estrellas como el portero Cuellar o Gabriel Pires en el Leganés y a la revelación Djené en el Getafe. Dos clubes que no hace mucho disputaban derbis en 2ª o 2ª B  y que estuvieron a punto de ser comprados por inversores parásitos y ajenos al futbol que hubieran arruinado por completo el sueño que hoy están viviendo y que les habría impedido este curso darse otro homenaje de futbol y por qué no, volver a soñar con puestos europeos, siempre con los pies en la tierra  como muestra el C.D. Leganés con sus irónicas e ingeniosas campañas publicitarias para captar socios, tarea nada fácil cuando tienes que convivir con dos históricos del futbol que ofrecen la oportunidad de aspirar a todos los títulos mundiales en una misma temporada. Pero en Madrid hay sitio para todos los equipos, siempre lo hubo, no sólo porque en la Comunidad de Madrid vivan casi seis millones de personas, sino porque parte de la riqueza de Madrid está en la mezcla de gustos, culturas y formas de ver la vida fruto de toda una historia en la que Madrid no ha hecho otra cosa que recibir y acoger gente de fuera y ofrecerle todo lo que esté en su mano para que ese “forastero” deje de serlo y se sienta como en casa. Entre otras cosas, tiene para elegir equipo de futbol a su medida y si resulta que no necesita equipo de primera al que animar porque ya lo trae de casa, este año Madrid, por primera vez, da la oportunidad de poder ver a tu equipo como visitante nada menos que cinco veces en un radio de menos de 30 kilómetros, es decir, casi un tercio de las veces que podrías verlo como local en caso de que fueras socio. No está nada mal ¿no?.

Va siendo hora de volver a casa, que el depósito de la moto da para lo que da y además con cinco estadios ya tengo suficiente por hoy. Sólo me queda citar la frase que aparece en el posavasos de la cerveza que me estoy tomando, no pone el autor así que la citaré sin preocuparme de los derechos de uso, dice así: Porque Madrid, en realidad no es nada especial. No tiene un gran río. Ni apenas rascacielos. Ni canales, ni lagos. Ni gloriosas ruinas. Ni mar. A Madrid le faltan muchas cosas. Pero tiene la gente por las calles. El rincón inesperado. La variedad. El contraste. La animación constante. Y sus costumbres. Vale la pena levantarse temprano por una sola vez para vivir un día la vida de Madrid”… y yo añado “y disfrutar de mucho futbol de primera”.

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