Iniciamos una serie de historias famosas del campeonato nacional de Liga, y para ello recordamos el conflicto que hizo saltar por los aires el último gran Athletic de Bilbao campeón, el de los años 80. Un desencuentro que enfrentó al entrenador Javier Clemente y el delantero mas carismático de aquel equipo, Manolo Sarabia

A comienzos de los años 80 los equipos de cantera vivían una época dorada. Solo se permitían dos extranjeros por club, de tal manera que la diferencia esencial estaba en los jugadores nacionales, que eran la inmensa mayoría. Además, existían un derecho de retención que permitía mantener a jugadores a cambio de una ligera subida retributiva, aun cuando hubiera finalizado el contrato. Lógicamente, el poder económico de Barça y Real Madrid hacía que en ocasiones los traspasos fuesen inevitables, ya que había ofertas que no podían rechazarse, como la de Alexanco central del Bilbao que tomo rumbo a Barcelona a cambio de cien millones de pesetas de la época. Pero quienes cuidaban sus divisiones inferiores podían contar con hornadas de jugadores que les propulsaban a grandes objetivos.

En el País Vasco se vivian momentos de euforia deportiva. La Real Sociedad había roto la barrera de los grandes logros con las ligas de 1981 y 1982 (ya había rozado la de 1980), con una generación inolvidable de gente de la casa. A pocos kilómetros, en Bilbao, las cosas no iban tan bien. Los 80 habían comenzado con un humillante 7-1 en el Bernabéu y desde 1973 no se ganaba un titulo. En el verano del 81, y tras una nueva temporada discreta, la directiva entregaba el mando del equipo a un jovencísimo Javier Clemente. Tras de sí tenía una de las historias mas trágicas del fútbol español. Tras irrumpir con enorme fuerza a finales de los 60 y ser considerado como uno de los jóvenes jugadores con mas clase y talento del momento, una entrada del defensa Marañon en 1969, en un Sabadell- Athletic, casi al final del partido, le fracturó la tibia y el peroné. En principio no pareció una lesión tan grave pero al ver que no mejoraba, las sucesivas exploraciones confirmaron los peores pronósticos. Se sometió a diversas operaciones pero algunas de ellas resultaron peores de lo esperado. Llegó a jugar unos partidos mas, pero las recaídas constantes le llevaron a la temprana retirada en 1975. Una gran carrera de futbolista se había truncado.

Tras una breve experiencia como representante de la marca comercial ADIDAS, inició su carrera como entrenador en las divisiones inferiores del Athletic. Su ascenso fue fulgurante y en 1980 dio el salto al filial, Bilbao Athletic. Su nombramiento como primer entrenador causó sorpresa por su juventud (no era mayor que algunos veteranos del primer equipo), pero no había otra opción tras el rechazo de Iñaki Saez a seguir al frente del mismo (curiosamente ambos con el tiempo fueron seleccionadores nacionales). Sáez tenía dudas sobre la autentica calidad de la plantilla tras tres temporadas de pobres resultados. El joven entrenador había pasado épocas en Inglaterra estudiando los sistemas del prestigioso Bobby Robson, de donde sacó el gusto por la defensa en línea y los desplazamientos largos de balón sin mucho transito por el medio campo. Conocía a los jóvenes valores de Lezama y sabía de su potencial.

Clemente era lanzado, atrevido y hasta con un punto chulesco. Aseguró que con él volverían los títulos, y la verdad fue tomado un poco a chiste, casi una “bilbainada”. Lo cierto es que había buena materia prima en ese equipo; veteranos como el delantero Daní o el defensa Goikoechea estaban en un gran momento. Junto a ellos algunos jóvenes que habían ascendido en los años recientes como el extremo Estanislao Argote, se fueron soltando cada vez más. Clemente apostó por los nuevos valores que había conocido en el filial como Zubizarreta, Dela Fuente, Liceranzu, De Andrés o Gallego y la combinación empezó a cuajar tras unos inicios titubeantes. A medio camino entre una generación y otra estaba el delantero Manuel Sarabia. Había debutado en 1979 y desde el comienzo se mostró como un jugador habilidoso y con clase, aunque un tanto intermitente. Existían dudas sobre su autentica valía, pero en sus comienzos Clemente apostó por él como fijo en sus alineaciones.

Los resultados no tardaron en llegar. El joven entrenador transmitió una convicción y fuerza a sus pupilos que hicieron del Athletic un equipo muy competitivo. Fuerte y contundente en defensa e incisivo en ataque. En sus primeros tiempos era ambicioso y ofensivo en los partidos de San Mames aunque adoptaba un perfil mucho mas conservador y de contraataque en los desplazamientos. Llegó a la última jornada de la Liga 82-83 con una remota posibilidad de ser campeón, pero la derrota del Real Madrid en Valencia y su triunfo en Las Palmas (1-5) hizo que el titulo volara a Bilbao. La imagen de la Gabarra atravesando el río Nervión con el equipo campeón, resulto ser un icono del Athletic y de la propia historia de la Liga

Los resultados no tardaron en llegar. El joven entrenador transmitió una convicción y fuerza a sus pupilos que hicieron del Athletic un equipo muy competitivo. Fuerte y contundente en defensa e incisivo en ataque. En sus primeros tiempos era ambicioso y ofensivo en los partidos de San Mames aunque adoptaba un perfil mucho mas conservador y de contraataque en los desplazamientos.

El año siguiente fue aun mas allá y repitió hazaña al imponerse de nuevo en el campeonato de Liga por gol-average al Madrid. Y aun remató la faena conquistando el doblete, tras una accidentada final ante el Barça en el Bernabeu (1-0). Fue el año de la lesión de Maradona por entrada de Goikoechea y del conflicto verbal con Menotti y el propio astro argentino. En realidad Clemente era una figura ya venerada por su éxitos y rechazada a partes iguales por su carácter: belicoso, intransigente, sin pelos en la lengua. En esa temporada triunfal fue cambiando el perfil del su equipo campeón; el entrenador fue poco a poco otorgando mas importancia a la defensa y el esfuerzo físico, relegando la técnica y el juego de posesión. De 71 goles de la temporada del primer titulo se paso a apenas 49 en la del doblete.

En este contexto el papel de Sarabia fue menguando progresivamente. Como la mayor parte de jugadores con talento de esa época, el delantero tendía a una cierta anarquía y a saltarse las indicaciones tácticas rigurosas. Su elegante regate y clase frente al gol encandilaba a la grada y la prensa, pero cada vez convencía menos al técnico que le iba relegando de los onces iniciales en favor de atacantes esforzados y de menos clase: Noriega, Endika y con posterioridad Julio Salinas.

Cuando los resultados empezaron a bajar, se empezó a plantear el asunto de las ausencia de Sarabia. Al principio Clemente otorgó una explicación estratégica: no siempre el mejor equipo es el que sale inicialmente y Sarabia puede ser mas efectivo en los finales de partidos en los que con su habilidad puede aprovecharse del cansancio de los defensas. Pero al jugador no le convencían esos argumentos y empezó a manifestar su descontento. Clemente se fue enfadando progresivamente y en vez de plantear el tema en privado expuso a todo el equipo que Sarabia exigía ser titular; además dejó entrever que el jugador no aguantaba físicamente los noventa minutos de juego. En el verano de 1985 recomendó a la directiva su traspaso, pero no se le hizo caso.

El asunto fue enredándose cada vez más. Un sector de la prensa vizcaína iba siendo cada vez mas critico con el entrenador por esa cuestión, y a ello se añadía que el juego del Athletic cada día era mas espeso y defensivo. En la temporada 85-86 quedo pronto descolgado del titulo de Liga y fue tempranamente eliminado de la Copa de la U.E.F.A por el Sporting de Lisboa. Un partido en Las Palmas acabó de desatar la tormenta. Clemente acusó a Sarabia de desatender sus instrucciones de taponar las subidas en banda del lateral canario y desde entonces marginó casi de forma completa al delantero. No iba ni convocado en varios partidos. Sarabia manifestó que se sentía perseguido y algunos equipos empezaron a preguntar por él. Delanteros significativos del momento como Hugo Sánchez, Da Silva o Gabriel Humberto Calderón manifestaron que no era comprensible su postergación.

Un partido en Las Palmas acabó de desatar la tormenta. Clemente acusó a Sarabia de desatender sus instrucciones de taponar las subidas en banda del lateral canario y desde entonces marginó casi de forma completa al delantero. No iba ni convocado en varios partidos. Sarabia manifestó que se sentía perseguido

Un Athletic-Hercules fue la puntilla al inesperado desenlace. Ganaron los locales (1-0), pero con un juego paupérrimo. Un sector de la grada increpó al entrenador y aplaudió a Sarabia cuando apareció en la grada. Al llegar a la rueda de prensa Clemente estalló “Sarabia no volverá a jugar en este equipo”. La Junta Directiva decidió entonces tomar cartas en el asunto. Apercibió al futbolista y exigió del entrenador una rectificación pública de sus declaraciones; en consideración de la Directiva su cargo y éxitos recientes no justificaban actitudes como la de marginar a uno de los mejores jugadores del equipo, ídolo de la afición. Clemente no estuvo dispuesto a ceder a ese nivel. Lanzó un nuevo órdago convocando a la mayor parte de la plantilla en su casa, ya que los jugadores se inclinaban a su favor, para conseguir de ella un manifiesto defendiendo la posición del entrenador. Fue la gota que colmó el vaso: al día siguiente era cesado como técnico del primer equipo. Clemente había medido mal su fuerza dentro de la institución y nunca creyó que la Junta estuviese dispuesta a despedir a quien llevó a la gloria al Athletic.

Fue una conmoción que disolvió ese equipo legendario. Los años siguientes vieron el progresivo declive del Athletic campeón; varios de los jugadores que habían apoyado al técnico salieron de forma poca amistosa del club. El mismo Sarabia abandonó Bilbao en 1988 y dejo muestras de su calidad en sus últimos años en el hoy desaparecido Logroñés. En unos años el club fue abandonado los primeros puestos de la tabla, aunque ha conseguido permanecer fiel a su tradición de no contratar jugadores extranjeros. Pero no ha conseguido ningún titulo de importancia más allá de dos Supercopas aunque ha tenido una presencia reiterada en varias finales de Copa del Rey

Clemente se convirtió en una figura clave en el fútbol español de los 80 y 90, casi mas por sus continuas polémicas que por sus triunfos es cierto; en especial tras su tumultuoso paso como seleccionador nacional. De hecho llegó a regresar a Bilbao hasta en dos ocasiones, la primera en 1990, pero no acabó el año por los malos resultados y la segunda en 2005 en que consiguió salvar al equipo del descenso. Tanto uno como otro, Clemente y Sarabia son gloria pasada del club de San Mamés pero su encontronazo puso fin de forma abrupta a un periodo exitoso a mas no poder. Nunca más el histórico equipo vizcaíno ha conseguido luchar por el titulo de Liga

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