
Hace tiempo contábamos la historia del idilio entre Lucas Pérez y el Deportivo de La Coruña. El tiempo ha pasado y la realidad es otra…
Se acerca San Valentín, solo hace falta mirar los escaparates de las tiendas para darse cuenta. De hecho, se podría decir que lleva aproximándose desde que se fueron los Reyes Magos. La presencia del color rojo y la abundancia de corazones y otros iconos relacionados con Cupido fomentan las ganas de escribir sobre temas románticos y amables. Alguna historia bonita relacionada con el futbol, pero no. Me temo que no va a ser posible. Más bien lo que se me viene a la mente es todo lo contrario.
Hace tiempo, mi migo Luis se subía al Delorean y escribía aquí mismo lo que resultaba ser el guion perfecto de una bonita historia de amor. Me hizo creer en que todavía en este deporte había lugar al idealismo. Además, Luis es muy bueno a la hora de contar ese tipo de situaciones, porque él sigue siendo un romántico del futbol. Yo no tanto. Quizá es por eso por lo que tenemos gustos tan diferentes en lo futbolístico.
Un rayo de luz en un mundo cada vez más eclipsado por el mercado y el resultadismo. Aún quedaban héroes.
Aquella historia hablaba de Lucas Pérez, de cómo un hombre era capaz de dejarlo todo, o casi todo, por ayudar al club de sus amores. Renunciar a un equipo en el que contaba con minutos y militaba en la primera división para sumergirse en el pozo de la Primera Federación (antigua 2ªB). Fue un alarde de valentía. Propio de aquellos caballeros de las novelas que volvieron loco a Don Quijote, en las que el protagonista arriesgaba su vida por ayudar a su amada. Un rayo de luz en un mundo cada vez más eclipsado por el mercado y el resultadismo. Aún quedaban héroes. No en vano, Lucas subió con su “Dépor” a segunda. Una categoría que aún se queda corta para el bagaje que tiene el club y su afición. Y cuando todos soñaban con un posible desenlace (aunque no fuera muy próximo) en el que se vería al protagonista subido en un autobús descapotable, desfilando frente a la playa de Riazor celebrando el retorno a primera, nos hemos dado de bruces con la cruda realidad. Con el desengaño.
No merece la pena entrar en detalles, porque en estos casos siempre ambas partes tendrán algo de razón. La realidad es que Lucas y el Deportivo ya no están juntos. Su relación duró apenas dos años, aunque según Lucas el cariño nunca desaparecerá. Pero será un afecto con cierta distancia. Quizá pasó lo que describía el psicoanalista Carl G. Jung cuando hablaba del amor. Tal vez en aquel momento inicial en el que empezó el cortejo, cada uno proyectó en el otro sus deseos inconscientes y se creó un arquetipo de lo que pensaban, no de lo que eran en realidad. No lo sé, lo cierto es que la última historia de amor de película del futbol ha terminado y todos debemos superar el duelo. Empezando por los protagonistas.
…lo cierto es que la última historia de amor de película del futbol ha terminado y todos debemos superar el duelo. Empezando por los protagonistas.
Lucas lo hará, pues el motivo alegado para la ruptura es precisamente el del amor. Pero en este caso a un hijo, lo cual nos invita a todos a relativizar lo que el futbol supone en nuestras vidas y hacernos conscientes de las cosas que realmente importan. Para el Deportivo tampoco será un problema, muchos son los jugadores relevantes que han pasado por sus filas y que terminaron dejando el club. Además, últimamente ya no desempeñaba un papel tan protagonista en el juego como lo era en el pasado. Es una constante habitual en el fútbol.
Lo que no tengo claro es cómo lo superarán los románticos del futbol. Son pocas las historias que hoy en día les hacen soñar con que este deporte sea movido por sentimientos en vez de por presupuestos astronómicos. Y para una que había, termina mal. O regular. Pero ¿Cuál es el objetivo principal del futbol sino el de hacernos disfrutar? Así que les recomiendo que en estos días de zozobra se abracen a Calderón (de la Barca) y sigan soñando. Que la vida es eso.