En los últimos años el dominio de Bayern Múnich en el fútbol alemán ha sido abrumador. Pero al contrario que otros clásicos europeos como Madrid, Barcelona o Juventus, el club bávaro no es una entidad centenaria en cuanto a éxitos. Su impulso se produjo en los años 60 del siglo pasado y en la década posterior su rivalidad con otro equipo alemán, hoy en día en muy segundo plano, marco el fútbol de ese país

Alemania no era una gran potencia futbolística tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial, que además había dividido el país en dos mitades: la occidental y la democrática de signo socialista. Su triunfo en la final del Mundial 54 sobre la fabulosa selección húngara se ha considerado siempre la gran sorpresa de la historia de los campeonatos del Mundo (HungrÍa la había ganado en la fase previa por 8 a 3). Pero en la República Federal de Alemania no abundaban los equipos potentes y su selección desapareció del primer plano tras ese final.

En los años 60 la Federación alemana impulsó un nuevo campeonato de Liga, la Bundesliga. Pero en la región de Baviera el equipo que mandaba por aquellos años era, por increíble que parezca hoy en día, el Múnich 1860. Ganó la Copa de Alemania en 1964 y la Liga en 1966 (su entrenador ese año era un austriaco que luego triunfaría en España, Max Merkel). El Bayern Múnich era el pariente pobre de la ciudad, pero en su seno estaban las raíces de un futuro esplendoroso. Unos años antes había logrado captar a un juvenil que cambiaría la historia de la entidad; su nombre era Franz Beckenbauer y paradójicamente su sueño siempre había sido jugar en el Múnich 1860. Pero cuenta la leyenda que jugando un partido de juveniles en el modesto SC 1906 contra el citado equipo, un defensa muniqués le agredió de forma antideportiva. Resentido por esa acción ofreció sus servicios al Bayern y ahí comenzó el cambio de sino del hoy poderoso equipo muniqués.

Beckenbauer era por aquel entonces un centrocampista de gran clase que ya fue convocado para el Mundial de 1966 en Inglaterra donde destacaría poderosamente. Alemania Federal alcanzaría el subcampeonato tras perder la final en Wembley contra el anfitrión, al que se le concedió un gol en la prorroga que no entró en realidad. Para entonces el Bayern ya había unido a sus jóvenes promesas a otros jugadores que junto con el elegante medio marcarían el futuro del club: el portero Maier, el veloz extremo Roth y muy especialmente el delantero Muller.

El Bayern empezó a pujar fuerte en el fútbol germano; ganó las Copas alemanas de 1966 y 1967, y se confirmó como nueva potencia emergente al conseguir la Recopa de Europa de 1968 ganando la final 1-0 al Rangers escocés. En ese mismo año llegó un nuevo entrenador Branko Zebec que tomaría una decisión táctica esencial; retrasar la posición de Beckenbauer al puesto de líbero. La clarividencia del ahora defensa para ver el juego revolucionaria el fútbol y determinó el estilo del Bayern. La salida del balón desde atrás sería limpia y el equipo buscaría la posesión de la pelota para imponer su superioridad sobre los rivales. La primera Bundesliga no se haría esperar, y llegó en 1969

El Bayern Munich emergió como gran potencia futbolística a finales de los años 60. En unos pocos años se había convertido en el club mas poderoso de Alemania

Pero al mismo tiempo surgió en Alemania otra potencia emergente sin mucha tradición previa, el Borussia de Monchengladbach. En torno a su técnico Hennes Weisweiler, se agruparon una serie de jóvenes talentos de casi el mismo calibre que los del Bayern; en especial el delantero Jupp Heynckes (posterior técnico de gran trayectoria), el centrocampista Gunter Nezter o el correoso defensa Berti Vogs. Al contrario del Bayern, el Borussia apreciaba la velocidad y el desenfreno cuando no el atrevimiento. Su juego era explosivo y se fundamentaba en los desplazamientos largos de Nezter hacia unas puntas incisivas. El Bayern prefería hastiar a los contrarios con su permanente sobeteo del balón, que comenzaba siempre en el imperial Beckembauer y concluía con la eficacia demoledora de Muller. Las simpatías de los aficionados giraron hacia el Gladbach que de alguna forma representaba la contracultura y la rebeldía frente a majestuosidad bávara.

Los dos equipos empezaron un duelo titánico. El Gladbach ganó las Bundesligas de 1970 y 1971, el Bayern respondió con las de 1972, 1973 y 1974, a lo que el gran rival opuso tres nuevos triunfos seguidos en 1975, 1976 y 1977. Pero una cuestión terminó por decidir el destino de ambas entidades: su desigual fortuna en la Copa de Europa, donde la esta última sonreiría de forma permanente a los muniqueses y sería terriblemente esquiva con sus grandes rivales. Ya en la edición de 1972 se produjo un hecho insólito: el Borussia arrasó al Inter italiano por 7-1, pero la caída de una lata de Coca- Cola sobre el italiano Bonninsegna condenó al equipo local a repetir el partido en Munich donde no pudo pasar del empate a cero. El Inter ganaría la vuelta y llegaría a la final donde el Ajax le despachó sin contemplaciones.

No acabaron ahí las desgracias en la máxima competición continental. En 1976 el Real Madrid se cruzaría en su camino. Tras en empate a dos en la ida se tenía que hacer la hazaña en el Bernabéu. El Gladbach realizó una exhibición de juego pero entro en danza el colegiado del partido que anuló dos goles a los germanos. El 1-1 final daba la clasificación a los blancos que caerían en semifinales precisamente frente al Bayern. Un año después la llegada de dos nuevos fenómenos, el extremo Alan Simonsen y el centrocampista Uli Stilike dio una nueva bala a los alemanes. Pero toparon en la final contra su bestia negra de esos años, el equipo que estaba a punto de marcar un nuevo periodo en el continente, el Liverpool de Daglish, o Keegan, que se impuso con claridad 3-1. En el camino al menos ganaron dos Copa de la UEFA en 1975 y 1979.

El Gladbach se granjeó las simpatías de los aficionados por su estilo contra cultural, rápido, explosivo y vistoso frente a la solidez y contundencia del Bayern

Todo lo contrario sucedió con el Bayern, que sucedió al Ajax de Cruyff como rey de la Copa de Europa aprovechando el traspaso del astro holandés al Barça en 1974. Sus tres títulos consecutivos fueron una amalgama de calidad y suerte casi inéditas hasta entonces. En la primera de las finales se enfrentaron al campeón español, el Atletico de Madrid. Fue un partido competido en el que los rojiblancos maniataron bien a las estrellas alemanas y amenazaron con su efectivo contragolpe. Se fue a la prorroga con empate a cero y en el minuto 113 el veterano Luis Aragonés ejecutó un golpe franco con gran maestría. Todo parecía decidido pero en el 119 a la desesperada el defensa Schwarzenbeck lanzó un tiro desde lejos con pocas posibilidades de acierto; pero lo que le salió fue un trallazo perfecto que sorprendió al portero Reina. Dos días después la apisonadora bávara no dio opción a los madrileños: 4-0. En el 75 volvieron a la final esta vez ante el Leeds United inglés. Con empate a cero se le anuló de forma incorrecta un gol a Peter Lorrimer y con posterioridad el colegiado se hizo el sueco ante una caída en el área del Bayen que a todos les pareció un penalti claro. Ganaron los alemanes por 2-0. Un año después, casi la misma historia. El sorprendente Saint Ettiene francés puso el juego y dos balones a la madera, pero el triunfo final fue alemán por  1-0. Para entonces ya había llegado un relevo generacional comandado por el talentoso delantero Rummenigge.

En el campeonato del Mundo de 1974 se hizo latente la rivalidad entre jugadores de los dos equipos. Se impuso el núcleo del Bayern y la victoria final sobre la selección holandesa comandada por Johan Cruyff, con gol decisivo de Muller, y un tanto anterior de otro muniqués, Paul Breitner. La evolución de ambos equipos no pudo ser mas divergente y el origen del fin de la rivalidad tuvo, como casi siempre en el fútbol, un origen económico. El Bayern se vio favorecido por la construcción de cara a los Juegos Olímpicos de 1972 de un extraordinario estadio de 80.000 personas, mientas que el del Gladbach apenas alcanzaba los 30.000, en una época en la que los ingresos de las taquillas eran la principal fuente de financiación de los clubes. Cuando la generación de oro del Borussia empezó cumplir el ciclo biológico natural, este no fue capaz de un adecuado relevo y encima se vio obligado a traspasar a sus nuevos activos emergentes: Stilike ficho por el Real Madrid, igual que el delantero danés Jensen y la puntilla definitiva fue la salida de Allan Simonsen al Barcelona en 1979. La final de la Copa de la UEFA de 1980 perdida ante el también alemán Eintracht Frankfurt fue la última bocanada de un equipo legendario.

El poder económico del Bayern le ha movido a “robar” a sus rivales alemanes sus mejores jugadores y técnicos. De esta forma se ha asegurado una supremacía casi total

Por su parte el Bayern era por el contrario un equipo rico y poderoso que adoptó una política muy clara para garantizar su dominio en Alemania, que consistió durante décadas en una premisa muy clara: fichar todo el talento que aparecía en sus competidores nacionales. Y nadie como su viejo rival el Borussia sufrió el instinto depredador del rico equipo de Baviera. En 1984 birló al Gladbach a su nueva esperanza y figura esencial del fútbol alemán de los siguientes años; su nombre era Lottar Matthaus. Y años mas tarde le dio la definitiva puntilla al atraer al entrenador mas joven y prometedor de la Bundesliga que no solo entrenaba al Borussia, era quizá máxima leyenda, el otrora goleador Jupp Heynkes. El poder del Bayern en Alemania ha sido casi absoluto desde los años 90, solo encontrando oposición en una nueva fuerza emergente el Borussia Dortmund sobre la que aplicado la misma medicina: captarle todos sus mejores activos, como el entrenador Ottmar Hitzeld o los delanteros Robert Lewandowsky o Mario Goetze. Es el equipo más admirado y odiado de Alemania, donde todos los rivales le miran con resentimiento por sus abusos de poder, y su presencia permanente en la lucrativa Liga de Campeones permite ahondar cada vez en esas diferencias. Por su parte el Borussia de Monchengladbach, sigue buscando infructuosamente su vuelta a la élite

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