Cada temporada, el final de la misma se presta a los balances de los resultados de los equipos. Es algo en realidad bastante breve, ya que la vorágine informativa reclama plena actualidad y hay poco tiempo para el análisis. Pero conviene coger el caso del Atlético de Madrid para ver el desarrollo del año y sus consecuencias a corto y medio plazo

Concluido el año futbolístico es hora de hacer balance, descansar de la acumulación de partidos y adormecer las ilusiones hasta un nuevo ejercicio a mediados de agosto. Fue una temporada muy atípica, interrumpida por un Mundial muy controvertido que dejó dos legados: la confirmación de los nuevos poderes económicos emergentes que dominan el fútbol mundial (el Manchester City es una nueva evidencia de esta tesis) ante la desazón de las viejas aristocracias y el final soñado por el que quizá sea el mejor jugador de la historia, que no es otro que Lionel Messi. Con su campeonato del Mundo el argentino cerró el circulo y su fichaje por la Liga norteamericana confirma su adiós simbólico de la alta competición, tras su periplo un tanto insulso en Paris. Precisamente el Mundial fue el punto de inflexión en la trayectoria de la temporada del Atlético de Madrid; antes del mismo la calificación a la misma no podía ser otra que la de suspenso, tras la cita mundialista lo mas acertado es darle un sobresaliente.

¿Qué media sale de tan contradictorias trayectorias?. Posiblemente la de un aprobado, mas o menos alto según se juzgue con mayor o menor severidad. Es evidente que la acumulación de éxitos en la segunda vuelta (catorce victorias, tres empates y dos derrotas) no puede ocultar la realidad de los primeros meses: una tétrica campaña europea que le situó como último clasificado de uno de los grupos mas fáciles de la competición, una Liga mediocre en que se descolgó muy rápido de la lucha por el título. Las ambiciones se concentraron por un año en la Copa del Rey pero por medió se cruzaron dos obstáculos insuperables: el Real Madrid y un arbitraje mas que discutible.

Es evidente que la acumulación de éxitos en la segunda vuelta (catorce victorias, tres empates y dos derrotas) no puede ocultar la realidad de los primeros meses: una tétrica campaña europea que le situó como último clasificado de uno de los grupos mas fáciles de la competición, una Liga mediocre en que se descolgó muy rápido de la lucha por el título.

Centrado en un único objetivo que sabia a poco, la reacción del equipo merece destacarse desde todos los puntos de vista: una vez más se demostró una fortaleza notable para salir de situaciones complicadas. Cuando la idea de fracaso absoluto sobrevolaba con fuerza y el periodo de Simeone mostraba mas que nunca síntomas de agotamiento y amortización, la respuesta fue una versión mejorada en todos los aspectos: concentración, seguridad defensiva, ambición y conciencia de la necesidad de garantizar el objetivo mínimo de clasificarse para Champions. Ya van once seguidas, algo que en Europa solo ha conseguido una élite económica de la que el Atlético esta mas que lejos: Bayern, PSG, Real Madrid, Barça, Manchester City. Este año mismo se han quedado fuera nada menos que Chelsea, Liverpool o Juventus. A esa regularidad hay que añadirle un matiz trascendental; nada menos que en dos ocasiones se logró el título de Liga.

Con respecto a estos últimos logros (a lo que habría que añadirles el resto de campeonatos y dos finales de Champions) nada mas significativo para valorar en su justa medida las trascendencia de los mismos, que ver la trayectoria de esta temporada de Arsenal y Borussia Dortmund, dos escuadras que comparten con el Atlético su pertenencia al segundo escalafón económico y deportivo del continente futbolístico. Los gunners de Mikel Arteta fueron lideres de la Premier casi todo el año para terminar cediendo ante el empuje del majestuoso City de Guardiola. Más cruel acaso fue el destino del Dortmund que tuvo una oportunidad única para acabar con la dictadura del Bayern en la Bundesliga, jugando en casa el último partido ante un rival de la zona media de la tabla sin nada en juego. Una mera victoria bastaba a los locales para alzar el preciado título pero un frustrante empate, unido a la victoria in extremis de los bávaros dejo al Dortmund en medio de un baño de lagrimas. Y es que los dos casos son ejemplos palmarios de las dificultades de competir con los trasatlánticos; en las distancias largas que caracterizan a las temporadas, es casi imposible que estos últimos no impongan la superioridad de talento y recursos de sus lustrosas plantillas. La reiteración de campeones de Ligas europeas, con ocasiones incursiones como la del Nápoles este año, así lo atestigua. Y en el caso de los de Simeone con un matiz añadido que añade mérito a sus dos triunfos: en el campeonato español coexisten dos de las entidades mas poderosas de Europa, algo que solo tiene correlativo quizá en la Premier.

Los casos de esta temporada de Arsenal y Borussia Dortmund, son muy significativos de las dificultades de competir con los grandes trasatlánticos del fútbol europeo. En las largas distancias suelen imponer su superioridad de recursos

Con todo la regularidad y contundencia de los resultados de la segunda parte de la temporada no debe ocultar las zonas oscuras existentes. No es admisible el papel europeo del equipo, que ha perdido en los últimos años mucha competitividad mas allá de las fronteras españolas. Desde la Europa League de 2018 no se asoma a los rondas finales. Tampoco el hecho que no se juegue una final de Copa del Rey desde 2013, ni que se desista tan pronto de la lucha por el titulo de Liga en los dos últimos campeonatos . A nadie se le escapa que buena parte de la gran racha de la última parte de la temporada venía favorecida por el hecho de jugar una sola competición, no tener lesionados, así como por la realidad de no estar tensionado por la presión de pelear por el título. El equipo debe de buscar el punto exacto de equilibrio entre ambición y realismo. Admitir y entender que hay rivales superiores pero ante los que existe la obligación de plantar cara. Y esto debe de trasladarse a la afición, en la que coexisten dos líneas muy divergentes en los últimos años que sostienen tesis distintas: los que valoran los nuevos tiempos hasta con un punto de conformismo, conscientes de que hace no tantos años un cuarto puesto se celebró como un éxito y los eternamente descontentos por no competir al mismo nivel que Barça y Real Madrid. Los primeros rezan por la continuidad de Simeone y tienen terror ante la marcha del argentino que identifican con la vuelta a las tinieblas, los segundos agradecen los servicios prestados por el técnico pero le acusan de amarreta y conformista y creen en un futuro mas exitoso sin el mismo. Unos desmerecen la plantilla y defienden que sin el Cholo caería en la mediocridad absoluta, otros compran la mercancía de que el Atlético tiene un plantillon infrautilizado. Ni unos ni otros ostentan la verdad absoluta. Hay que valorar lo conseguido pero no caer en la zona de confort. No resultará tarea fácil sin duda

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