Con motivo del aniversario del primer año de la muerte de Enrique Castro “Quini” aprovechamos para recordar la figura de su hermano Jesús. Que en 1993 se convirtió en héroe al dar su vida por salvar la de otras personas que se encontraban en peligro en una playa.

Hace una semana se conmemoraba el 0primer aniversario del fallecimiento del gran Enrique Castro “Quini”. Genial futbolista, goleador del fútbol club Barcelona y de su Sporting así como de la selección. Y se intuye también que genial persona. No hay más que recordar los actos de homenaje del club que le vio nacer como futbolista y al que perteneció hasta el final de sus días y los comentarios de todo el mundo del fútbol, incluidos grandes rivales deportivos forjados a lo largo de su carrera que sintieron su marcha como la de un miembro propio. Quini jugó quince temporadas en el Sporting de Gijón y cuatro en F.C. Barcelona, donde le dio tiempo a ganar siete veces el pichichi, cinco de primera división, fue campeón de Copa, de Liga y de la Recopa de Europa siendo treinta y cinco veces internacional y además, cosa que no todo el mundo recordará, tuvo un hermano que jugó con él en el Sporting.

Jesús Castro era bueno, muy bueno, como jugador pero aún mejor como persona. Y muestra de ello es la historia que dejó allá por el año 1993 y que a día de hoy pocas veces se recuerda.

Su nombre era Castro, Jesús Castro, y jugó en el Sporting nada menos que trece temporadas en la máxima categoría. Sus títulos no se asemejan para nada a los de su hermano, por eso es comprensible que se llegue a afirmar que Enrique, “Quini”, era el bueno de los dos. Razonamiento totalmente lógico si no fuese porque dicha afirmación conlleve la connotación de que entonces Jesús sería “el malo”. Y nada más lejos de la realidad. Jesús Castro era bueno, muy bueno, como jugador pero aún mejor como persona. Y muestra de ello es la historia que dejó allá por el año 1993 y que a día de hoy pocas veces se recuerda.

 

Jesús Castro en el Molinón. Foto de 20 Minutos (cedida por Víctor M. Robledo)

Actualmente vivimos en tiempos en los que los espacios deportivos de difusión masiva miden su éxito por el grado de confrontación que generan y las polémicas que son capaces de destacar. Olvidando quizá que su misión debería ser también la de contar historias, al fin y al cabo eso es informar, que engrandezcan el deporte y a la gente que forma parte de él. Quizá por eso historias como la de Castro quedan relegadas a programas que hablan más de lo divino que de lo humano, como es el caso del conocido programa de Iker Jiménez, Cuarto Milenio. El cual, seguramente debido a la pasión de su director por el fútbol de verdad y que queda patente con su iniciativa el “Retrofúbol de Iker” no dudó en dedicar uno de sus programas a la trágica historia que acabó con la vida del hermano del “Brujo Quini”.

 

Los hermanos Castro posan para la revista Don Balón / Don Balón

En ese programa se hablaba de como Jesús Castro, una vez retirado, disfrutaba los veranos con su familia descubriendo paraísos, así les llamaba él, que consistían en playas bañadas por el Cantábrico en las que gozar del mar y de la familia. Así llegó un verano a la playa de Pechón, conocida como Playa de Amió, en Cantabria. Era una playa espectacular pero que advertía de su peligrosidad no siendo recomendada para el baño. Aun así, Jesús decidió pasar allí unos días de verano. La historia continúa con episodios premonitorios en los que, según reconoció su mujer, Castro soñó como quedaba atrapado en el agua sin poder salir. A pesar de sueños como aquel y de las reticencias de uno de sus hijos de bajar a aquella playa, el 26 de julio de 1993 Jesús Castro pisaría la playa por última vez. Aquel día nuestro protagonista entró al agua para ayudar a un padre británico que junto a dos de sus hijos tenían dificultades para salir del mar. No era la primera vez que lo hacía pero quizá las corrientes de aquel día eran especialmente violentas. Aquellas personas salvaron la vida pero desgraciadamente el mayor de los hijos de Jesús vio como su padre no corría esa suerte, por lo que no le quedó más remedio que acudir raudo donde su madre, la cual aún se pregunta por qué no decidió acompañarle durante aquel paseo previo, para decirle que “papá se está ahogando, está solo”. La historia termina con el cuerpo sin vida de Jesús Castro siendo rescatado y una familia rota.

No era la primera vez que lo hacía pero quizá las corrientes de aquel día eran especialmente violentas. Aquellas personas salvaron la vida pero desgraciadamente el mayor de los hijos de Jesús vio como su padre no corría esa suerte.

A día de hoy, veinticinco años después, una placa recuerda el enorme gesto de Castro en aquella playa además de dar junto a su hermano el nombre a un parque en la ciudad de Gijón donde la puerta número uno del estadio del Molinón le recuerda también para siempre. Homenaje más que merecido pero quizá escaso para honrar la memoria de un deportista que se ganó la vitola de héroe no por parar un penalti en una gran final, sino por algo aún más grande.

Imagen de la placa homenaje de la playa de Amió. El Comercio.

Leave a comment.

Your email address will not be published. Required fields are marked*