Jacinto Elá fue un “niño precoz” en el fútbol aunque no llegó a la élite como hubiera sido su deseo. Sin embargo, se ha convertido en una de las voces más fiables para conocer esa otra cara del fútbol de la que no se habla tanto.  

Todo el mundo que ha estado alguna vez en un concierto de Rock sueña con ser ese guitarrista que se adelanta al resto de la banda y se marca un “sólo” que hace que el público enloquezca mientras le hace sentir como la persona más importante del mundo aunque sea de forma efímera. O quién no ha fantaseado con ser Iniesta en aquella noche mítica de Johannesburgo y convertirse en héroe nacional por algunas horas. Pues algo parecido vivió Jacinto Elá Eyene, quien fue nombrado “falsamente”, como él mismo dice, mejor jugador infantil del mundo en 1996.

Jacinto nació en el 82 en Guinea Ecuatorial y era hijo de legionario, lo cual le trajo a vivir a Canarias y posteriormente, la vida, le llevó a Barcelona. Allí, casi por casualidad y gracias a la obsesión de su madre por que no pasara muchas horas en la calle y tal vez influido por el Barcelona del “Dream Team” y la intervención de sus hermanos, conoció el fútbol. No fue algo que desde el principio le entusiasmara pero era indudable que se le daba bien y que terminó por engancharle hasta el punto de llegar a la obsesión por mejorar día a día. Y así, jugando primero en el Sant Feliú motivado por un bocata de chistorra y sin ni siquiera poder pagar la cuota del club, después de un paso fugaz por el Hospitalet, terminó recalando en las categorías inferiores del Real Club Deportivo Espanyol.

Allí fue donde empezó a tener contacto con el fútbol de primer nivel para lo bueno y para lo malo. Estaba claro que si uno soñaba con llegar algún día a la élite ése era el camino pero a cambio tenía que enfrentarse a la exigencia del día a día, a la competitividad entre compañeros, la ruleta de las lesiones y a darse cuenta de que además de saber jugar al fútbol, para llegar lejos, había que saber adaptarse al entrono, que en muchos caso no tenía nada que ver con la vida que él o sus compañeros habían tenido hasta entonces. Y todo ello teniendo en cuenta que aquellos niños eran tan sólo eso, niños.

Casi por casualidad y gracias a la obsesión de su madre por que no pasara muchas horas en la calle y tal vez influido por el Barcelona del “Dream Team” y la intervención de sus hermanos conoció el fútbol

Aun así Jacinto destacó en el extremo derecho del Espanyol, él quería ser el mejor y si para ello había que dejar a un lado los libros de estudio él estaba dispuesto a hacerlo. Todo aquello merecía la pena por conseguir lo que en 1996 logró. Ser nombrado mejor jugador de la Nike Premier Club, lo que a todos los efectos suponía ser el mejor jugador sub-17 del mundo. Aquello supuso meter una marcha más en su carrera con tan sólo catorce años. Llegaron la fama, el interés de los agentes deportivos, contrato con Nike, recibió una ficha de su club y también la llamada de la Selección Española en sus categorías inferiores, donde coincidiría entre otros con Victor Valdés o Mikel Arteta. Todo aquello no debía ser fácil de asimilar, pero sin duda hacía pensar que el objetivo de llegar a la élite en forma de poder alcanzar el primer equipo “Perico”, afianzarse en él y ser por fin un jugador de “Primera” estaba cerca. Pero no fue así. Llegó a debutar con el primer equipo en la Intertoto pero su obsesión por la primera división quizá le hizo tomar la decisión algo precipitada de dejar el equipo y marcharse a la Premier League para jugar en el Southampton convirtiéndose así en el primer jugador español menor de 20 años en fichar por un club de la liga inglesa. La aventura en el Southampton no resultó fructífera, quizá aquellos problemas de entorno referidos a la soledad que vio hace años en algunos compañeros, ya que no quiso condicionar a su familia haciéndoles que le acompañaran a Inglaterra y el hecho de no disfrutar de oportunidades tuvieron mucho que ver en que al año siguiente volviera a España para jugar en el Hércules de 2ªB. Pero allí, otro episodio tan condicionante como el de Nike Premier Club lo cambiaría todo, pero esta vez para alejarle de su sueño. Con apenas veinte años Jacinto sufría una rotura de ligamentos que se sumaba al mal momento económico del equipo alicantino que se traduciría en impagos. Aquello fue el inicio de un peregrinar por equipos de Segunda B o Tercera como el Alavés B, Dundee United (Escocia), Gavà, Gramanet… en los que además los problemas de liquidez eran el denominador común.

Jacinto con la camiseta de la Selección Española sub-17. Foto: Wkipedia

Cualquiera que conociese ese periplo final pensaría que el propio fútbol acabó sacando a Jacinto del circuito profesional pero la realidad es que no fue el fútbol el que se quitó a Jacinto de en medio. Más bien fue Jacinto el que abandonó el fútbol antes de que este le diese más oportunidades. Y es que después del dejar el fútbol profesional con veintiséis años nuestro protagonista se embarcó, nunca mejor dicho, en un proyecto totalmente distinto. Pasó de entrenar con un club de Tercera a ser “azafato” en trenes de larga distancia. Y aquello le hizo feliz, porque por fin se quitó la losa del futbol de encima y porque seguramente aquello le permitía desarrollar una actividad en la que todo aquel que le rodeaba dejaba de ser su rival. Podía conocer gente, viajar, divertirse… Así empezó a encadenar trabajos de los que sacaba siempre una experiencia positiva, ya fuera de comercial o como emprendedor, incluso llegó a hacer de Rey Mago. Todo aquello seguramente le fue orientando hasta dar con la ocupación que le hace definitivamente feliz y que probablemente ahora no cambiaría ni siquiera por llegar a cumplir su sueño de Primera División, porque ahora Jacinto dedica parte de sus horas a ser educador de chicos con problemas que se sienten frustrados de alguna manera y de eso él sabe mucho.

Le encanta ayudar y usar sus conocimientos y experiencia en el mundo del fútbol como una herramienta más para la vida

Le encanta ayudar y usar sus conocimientos y experiencia en el mundo del fútbol como una herramienta más para la vida. Porque, al igual que cuando uno es artista lo es para toda la vida, cuando uno es futbolista también es imposible dejar de interesarse por ese mundo que tantos engranajes mueve, ya sean económicos, deportivos o personales y es habitual verle por medios o redes sociales comentando sobre fútbol, sobre todo si es sobre “su Espanyol”, porque tampoco ha dejado de ser “Perico”, o escribiendo libros que hablan precisamente de lo que no se suele hablar del mundo del fútbol. Es decir, de la parte menos popular de este deporte que se traduce en niños expuestos a una excesiva presión que termina por superarles, falsas amistades, excesos de ego, agentes que te tratan como una mercancía a una edad muy temprana o sueños que terminan siendo inalcanzables y que suponen nada menos que un 99,8% de los casos, que son aquellos niños que no alcanzan nunca la Primera División.

Jacinto Elá jugando para el RCD Espanyol. Foto Wikipedia de Jazzbcn

Así pues, Jacinto es una pieza más del puzzle que conforman este mural que sería el fútbol profesional. Quizá su historia no sea tan “glamourosa” y motivadora como podría serlo la de un Messi o Cristiano Ronaldo pero es tan importante como la que más, ya que sin ella ese puzzle no quedaría nunca completo y es de agradecer que voces, o letras, como las de Jacinto Elá se encarguen de recordar que el fútbol de alto nivel no siempre es sinónimo de felicidad.

Jacinto tiene publicados dos libros: “Futbol B: lo que me habría gustado saber cuando era futbolista, y nadie me contó” y “Ulises: diario de un futbolista pobre”.

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