Jose Luis Garci, además de hacer siempre un cine muy personal, se ha caracterizado por no ocultar su afición al futbol. En su última película «El Crack Cero» rescata una historia sobre un legendario gol que metió Ramón Marsal con el Real Madrid de la que nos hacemos eco.

A menudo se quiere entender el futbol como algo muy distante al mundo de las artes, que tiende a embrutecer a las masas y que es parte de un “opio del pueblo” que ayuda a distraer atenciones sobre asuntos más trascendentes.

Como en todo, hay blancos y negros, cada vez más distantes como es propio de esta sociedad tan polarizada. Nosotros queremos hacer siempre hincapié en los blancos y por tanto nos gusta fijarnos en las personas que los aportan. En las personas que crean y construyen en lugar de los que prefieren destruir. En definitiva, nos gusta escuchar a aquellos que siempre tienen una historia interesante que contar, sobre todo si es de futbol, y que además son capaces de mezclarla con tintes culturales del más alto nivel. Hemos mencionado la cultura y hemos mencionado el futbol, si además damos una pista citando la palabra cine, la adivinanza queda resuelta y el personaje que se nos viene a la cabeza no puede ser otro que Jose Luis Garci.

Jose Luis Garci y su Oscar posando con el equipo del Sporting que inmortalizó en «Volver a Empezar». Imagen Cinemania

Garci es al cine en España lo que Iniesta sería para el futbol, Rafael Nadal al tenis o Fernando Alonso a la Fórmula 1. Y es que cuando en este país se estaba estrenando la democracia y el cine que el público había estado demandando lo protagonizaban Pajares y Esteso, este señor estaba ganando un Oscar a la mejor película extranjera y poniendo en el mapa de nuevo al cine español después unas décadas en horas bajas.  Y no contento con eso, se encargó de educar cinematográficamente a toda una  generación (dos incluso) de cinéfilos a través de su programa “¡Qué Grande es el Cine!” en el que, durante diez años hasta 2005, consiguió hacer entender  que en el cine, además de a través de una buena historia, se pueden contar cosas mediante una buena iluminación, un encuadre determinado o un buen trabajo de montaje. De esta manera, España pudo llenarse de modestos entendidos que, como él, no necesitaron ir a la escuela de cine para disfrutar del séptimo arte desde todos sus ángulos. Efectivamente, él no fue alumno de ninguna escuela y aprendió de cine a base de pasar horas en la butaca disfrutando de los mejores y por tanto se considera “alumno” de sus admirados John Ford y Howard Hawks. Algo parecido a lo que les ha sucedido a los grandes futbolistas, que no son producto de las famosas escuelas sino del futbol que jugaban en sus barrios y que les permitió crecer sin poner límite a su talento innato. Y del mismo modo que aprendió de cine, aprendió de futbol. Y el futbol le encanta y nunca lo ha negado. Y prueba de ello es que ni si quiera en su oscarizada película “volver a empezar” pudo dejar fuera este tema y quiso mostrar al mundo entero sus dos equipos del alma ,como son el Sporting de Gijón y el Atlético de Madrid, donde incluso  una mención a los jugadores Ferrero y al joven Maceda forman parte del diálogo más emotivo de sus protagonistas. Además, por todos es conocida la innumerable lista de entrevistas y reportajes de Garci hablando de futbol, al igual que inolvidable es su participación como comentarista en el mundial de USA 94 en el que mientras Michel avisaba con su “¡Peligro, peligro! él se declaraba más de una vez “fan” de Guardiola reclamando reiteradamente su participación al seleccionar Javier Clemente.

Garci es al cine en España lo que Iniesta sería para el futbol, Rafael Nadal al tenis o Fernando Alonso a la Fórmula 1.

Por desgracia, cuando uno consigue un premio a una edad temprana parece que el resto de su carrera para el público en general queda estancada y más aún si eres un disidente de las normas preestablecidas por ciertas corrientes del cine patrio, pero Garci nunca ha dejado de hacer cine y de hecho estos días está de actualidad porque ha estrenado la última de sus obras. Que no es otra que una precuela de otro de sus grandes éxitos de la década de los 80, “El Crack”, que cosas del destino, se ha convertido en una palabra muy futbolera en estos tiempos. Y por causa del destino también, lo de Garci y el futbol nunca es casualidad, incluye una píldora futbolística que ha hecho rememorar a los aficionados más veteranos uno de los goles más mediáticos de la década de los 50.

Cartel promocional de la película El Crack Cero

Y como somos “Esférico” y nos gusta hablar de estas cosas, con permiso del maestro, es en lo que nos vamos a centrar de la película. Asi que no entraremos a valorar si se trata de la película con la  crítica positiva más unánime de sus últimas obras, si refleja de manera extraordinaria una época de un Madrid ya casi olvidado o si los nuevos actores hacen justicia a los memorables Alfredo Landa o Miguel Rellán. Tarea nada fácil.

De lo que vamos a hablar es del famoso gol de Ramón  Marsal. No está claro si la pronunciación correcta del apellido lleva el acento en la primera o en la segunda “a” pero lo que está claro es que aquel gol que metió “Moncho” al Athletic de Bilbao en noviembre  de 1957 fue uno de los goles más bonitos que recuerda la grada de Chamartín.  Y que en estos tiempos de escasez de goles blancos no viene mal recordar.

(…)está claro es que aquel gol que metió “Moncho” al Athletic de Bilbao en noviembre  de 1957 fue uno de los goles más bonitos que recuerda la grada de Chamartín. 

Aquel día el Madrid jugaba contra el todopoderoso Athletic de Bilbao, que el año anterior había hecho doblete, y contaba en sus filas a sus míticos  Carmelo, Orúe, Garay, Canito, Mauri, Maguregui, Arteche, Marcaida, Arieta, Uribe y Gaínza aunque de justos es reconocer que aquel día venían con bajas. Por otro lado, el Madrid contaba con sus estrellas que le hicieron tantas veces campeón de Europa como Di Stefano, Kopa, Rial, Gento… y un tal Ramón Marsal. Ramón, “Moncho”, madrileño y estudiante de ingeniería, no era titular indiscutible pero aquel día, en el minuto 86’ y ya con un 4-0 a favor, se convirtió en la estrella de la tarde. Todo comenzó cuando el balón le llegó a su carril, el derecho, entonces nuestro protagonista comenzó su eslalon particular en el que dribló a Etura, al portero Carmelo en varias ocasiones, Canito, Garay… siempre a trompicones pero el resultado era, como decía el gran Alfredo, camisetas bilbaínas por el suelo como si se hubiera descolgado “el tendal”.  Al final llegó el gol, cuando, por fin, encontró un hueco sin oposición alguna y metió el balón como un golfista emboca en el hoyo. Parecía que nunca iba a llegar. Durante los doce segundos que duró el lance, aunque la leyenda hablaba de “la jugada de más de un minuto”, la gente no paraba de pedirle que chutara de una vez, algo parecido a aquel famoso “no gol de Cardeñosa” con la Selección que muchos aficionados recuerdan, pero aquella vez sí salieron los pañuelos blancos en la grada. Aquel gol eclipsó la goleada a un fortísimo Athletic de Bilbao e hizo que su protagonista tocara el cielo de su carrera. Lo mejor de todo es saber que, como él mismo reconoció, su intención no era hacer “nada especial”. Reconoce que, como aquel que sale una tarde a tomar una cerveza y acaba volviendo a casa a las seis de la mañana después de haberse dado la fiesta de su vida, la cosa se fue “complicando y complicando hasta que encontré una rendija y marqué el gol”.

Ftograma del video del famoso gol. Fuente: Marca TV

https://videos.marca.com/v/0_rqdypm36-el-gol-de-marsal-al-athletic?count=0

Después de aquel gol la suerte no acompañó a Marsal que cayó lesionado de gravedad  algunos meses más tarde. Lesión de la que no se recuperaría bien y que le forzó a continuar como jugador en equipos de menor exigencia hasta que con treinta y un años se retiró.

Y así es como  en pleno siglo XXI y sesenta y dos años después de que Ramón Marsal tocara el cielo por unos días, vemos como gracias al “costumbrismo futbolero” de Garci vuelve a estar en el candelero y las generaciones no tan veteranas han podido conocer aquella historia del que fue “el gol del minuto largo”.

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