Nos ha dejado Diego Armando Maradona y su figura sigue ligada a la polémica. Siempre lo estuvo. De hecho, su mejor gol, el que supuso el 2-0 frente a Inglaterra en el 86 tampoco es ajeno a la discusión aún habiendo pasado casi treinta y cinco años.
En el mes de noviembre pasado la agencia antidopaje excluía a la cocaína de la lista de sustancias dopantes susceptibles de sanción y la pasaba a la de “sustancias de abuso”. La consecuencia es, fundamentalmente, que en caso de justificar que el consumo de la misma fuese fuera del calendario de competición la sanción se reduciría a unos tres meses en lugar de los, por ejemplo, 15 que cumplió Diego Armando Maradona cuando militaba en el Nápoles. La reacción casi unánime a este polémico cambio de la AMA (Agencia Mundial Antidopaje) fue recordar al astro argentino, todavía con vida, y concluir que en caso de haber tomado esta decisión tres décadas antes no se hubiera cortado la carrera más prometedora del que algunos ya calificaban como el mejor de la historia.
Aún estando prohibida, aquella droga terminó por transformar en barro a los pies del ídolo.
Argumento con cierta base lógica pero que no tiene en cuenta las consecuencias de una sustancia que provoca en el sistema nervioso efectos fatales. La cocaína afecta al nivel de concentración, al rendimiento cardiaco y también al propio estado de ánimo. Por tanto, siendo tan perjudicial para la salud y el rendimiento deportivo, obviar los efectos que podría haber causado en un Diego, con claros problemas de adicción, una situación en la que no hubiera unas reglas que le limitaran una probable barra libre de aquel polvo blanco es no ser fiel a la realidad. Aún estando prohibida, aquella droga terminó por transformar en barro a los pies del ídolo.
La salida de sustancias como la cocaína, heroína, el éxtasis o la marihuana no deja de ser polémica ya que, si bien no son sustancias que provoquen una mejora del rendimiento deportivo, sí van en contra de la salud física y mental de los deportistas que las consumen. Y no se debe olvidar que el objetivo de dichas agencias, además de buscar la justicia en la competición, tiene por misión el preservar la relación directa entre salud y deporte. Sin olvidar el efecto ejemplarizante que proporcionan los deportistas de élite.
Y es que todo lo que inmiscuye a Diego es relativo. Hasta su gol a Inglaterra…
Por tanto, la opinión de que aquella sanción del pelusa en 1991 cortó parte de la historia que a Maradona aún le quedaba por escribir como integrante del olimpo de los futbolistas, es relativa. Y es que todo lo que inmiscuye a Diego es relativo. Hasta su gol a Inglaterra, “el gol”, el segundo gol aquel después del de la mano, es discutido aún hoy por cierto sector, sobre todo británico, que cuestiona su legitimidad.
A estas alturas, más aún después de la desgraciada muerte de Diego, poco más se puede contar sobre aquel gol. Ya sabemos que poco antes del minuto 54 el “Negro” Enrique… “la va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del futbol mundial, y el tercero y va a tocar para Burruchaga… ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta… y Goooooool… Gooooool… ¿Quién no recuerda aquello?. El tema es que aquel gol venía precedido tan sólo en tres minutos por el que algunos argentinos califican de forma intencionada como el mejor gol de la historia, al menos para Argentina. Se refieren al gol de la famosa “mano de Dios”.
Aquel gol, dicho por el propio portero inglés, Peter Shilton, les desestabilizó de tal manera que, siempre según él, no fueron capaces de defender correctamente al “Pelusa” en el segundo gol del partido. Ni siquiera el tiempo borró ese sentimiento de ofensa, quizá exagerado por la conocida flema inglesa y ese cierto complejo de superioridad que sufren muchos británicos a los que les cuesta aceptar una derrota. Ese sentimiento hizo que aún hoy el propio Shilton o el defensa Butcher exhiban cierto rencor cuando se les pregunta por aquel gol. Nunca perdonaron a Diego por aquella trampa, quizá porque él tampoco consideró oportuno pedirlo. Pero para ellos no era tolerable una conducta como aquella. Engañar al árbitro de forma tan alevosa no entraba dentro del manual de conducta de los inventores del futbol. Usar la mano para meter un gol no está incluido en el reglamento y por tanto no debe ser un recurso utilizado para decantar un partido tan crucial para el futbol y la sociedad en aquella eliminatoria post Malvinas de cuartos de final del mundial del 86.
Ni siquiera el tiempo borró ese sentimiento de ofensa, quizá exagerado por la conocida flema inglesa y ese cierto complejo de superioridad que sufren muchos británicos a los que les cuesta aceptar una derrota.
Sin embargo, es curioso apreciar como en la sarta de argumentos en contra de la legitimidad del primer gol de Diego, los defensas ingleses no escatimaban detalles a la hora de alegar a su favor que tenían la situación controlada tras haber, presuntamente, anulado al “barrilete cósmico” a base de patadas y actitudes agresivas. No en vano, Fenwick, otro de los defensas invitados en aquella escena del gol que suponía el 2-0, “el gol”, reconocía sin rubor en una de las múltiples entrevistas que le solicitaron a lo largo de los años que “le pegué dos o tres veces. Pensé que ya estaba hecho. Estuvo fuera de la cancha durante cuatro minutos y medio después de una de las veces que le golpeé, pero cuando me di la vuelta ya estaba listo para volver…”. Así era el futbol entonces.
Además, para poner en contexto hay que recordar que Inglaterra y su Premier League siempre ha sido ejemplo de “fair play” y conductas como la de engañar al árbitro era algo inconcebible hasta para los aficionados más apasionados. Pero también es cierto, y más en aquellos tiempos en Inglaterra, que jugar “duro” no estaba dentro del reglamento pero si permitido por un colectivo arbitral que no protegía a los jugadores de calidad de las entradas asesinas. Aunque no fue en Inglaterra, sirva de ejemplo la famosa patada de Goikoetxea que tuvo al “Pelusa” en el dique seco durante meses además de ayudarle a tener sus primeros contactos con las drogas. En definitiva, en Inglaterra golpear tobillos, soltar codos o cortar jugadas de forma excesivamente violenta era algo aceptado e incluso valorado positivamente por entrenadores y prensa, la cual a los centrales violentos les llamaba únicamente “expeditivos”. Aquella tarde Diego había recibido varias patadas de advertencia. No hay más que ver como resuelve el ya mencionado central Butcher el último lance antes de que Maradona batiese a Shilton, en el que el propio Diego reconoció que casi le rompen el tobillo.
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Esa forma de jugar que trataba de amedrentar mediante la amenaza y el castigo físico, que afortunadamente hoy en día ya no es permitida a esos niveles, no se puede negar que era una forma de violencia; que si bien estaba excluida del reglamento, era permitida por los árbitros de forma habitual. Aquel 22 de junio de 1986, meter goles con la mano tampoco era legal, pero el árbitro decidió permitirlo. Tan simple como eso. Y por tanto, cualquier queja sobre aquel gol con la mano, tras el que “El Pelusa” llamaba a sus compañeros a “hacer quilombo” para que el árbitro no lo anulase, no es más que una muestra de orgullo herido por formar parte del “atrezzo” del mejor gol de la historia. Así que no queda más que quitarse el sombrero, probablemente un bombín, y decir que… ¡quiero llorar! ¡Dios santo! ¡Viva el futbol! ¡Golazo! ¡Diego! ¡Maradona! Es para llorar perdónenme… Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos…barrilete cósmico… ¿de qué planeta viniste? Para dejar en el camino tanto inglés, para que el país sea un puno apretado, gritando por Argentina…. Argentina 2 – Inglaterra 0… Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona… Gracias Dios, por el futbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2… Inglaterra 0…