En 1962, Chile albergó uno de los mundiales de futbol más complicados. Solo el trabajo, la ilusión y el orgullo chileno consiguieron llevarlo a buen término.
Celebrados 2 mundiales de futbol consecutivos en Europa, Suiza 1954 y Suecia 1958, parecía claro que la nueva cita mundialista retornaría a Sudamérica. El 10 de julio de 1956, Argentina y Chile presentaron sus candidaturas en el Congreso de la FIFA en Lisboa (Portugal). Históricos rivales, pero, en esta ocasión, en una lucha desigual. Un país con mayor poderío económico que otro.
Todo parecía indicar que Argentina se acabaría imponiendo a Chile y más tras la brillante frase final de la presentación del representante de Argentina: “podemos hacer el mundial mañana mismo. Lo tenemos todo”. Una vez más, el pez grande se comería al chico. Chile no seria elegida.
Ante esta situación adversa, el representante Chileno, consciente de las limitaciones de su candidatura, finalizo su intervención con una frase aun mas brillante que apelaba al orgullo chileno: “porque nada tenemos, lo haremos todo”.
La votación fue clara. Treinta y cuatro votos a favor, diez en contra y 14 votos en blanco. Chile sería el país organizador del séptimo campeonato mundial de futbol. El futbol mundial volvía a Sudamérica.
Inmediatamente, Chile planifico los trabajos para la creación de las infraestructuras necesarias para organizar el mundial de futbol. Carreteras, estadios, hoteles, etc., fueron construidos o modernizados. El país chileno y su selección serían el foco del mundo. Chile quería volver a la cima y la ilusión de los chilenos lo conseguiría.
Todo marchaba a buen ritmo hasta que, en 1960, el país fue golpeado por el terrible terremoto de Valdivia. Fue, y sigue siendo, el terremoto más potente registrado en Sudamérica (9.5 en la escala Ritcher). Murieron dos mil personas y otras dos millones fueron afectadas. Una vez más, se rozaba la tragedia. La organización del mundial peligraba. La FIFA albergaba serias dudas sobre la posibilidad de celebrar el mundial. Voces críticas sugerían el cambio de sede.
A pesar de este fatal contratiempo, Chile se volcó en la organización. Renacieron de sus cenizas cual Ave Fénix.
El gobierno se reunió con la FIFA para tranquilizar a todos y manifestar su renovado interés en cumplir con sus compromisos y organizar el mundial de futbol. A marchas forzadas se retomaron los trabajos, tanto de reconstrucción del país como de las ciudades que albergarían los partidos de futbol: Santiago, Arica, Viña del Mar y Rancagua.
El 30 de mayo de 1962, y dentro de la fecha prevista, comenzó el mundial de Chile 62. Todo marchaba bien. Ahora solo faltaba que la Selección de Chile realizara un buen mundial y superara sus anteriores participaciones. Un quinto puesto en Uruguay 1930 y una primera ronda en Brasil 1950. De los seis mundiales celebrados, solo había participado en las dos ediciones celebradas en Sudamérica.
La selección chilena fue encuadrada en el grupo de la muerte. Tendría que superar a las selecciones de Alemania Federal e Italia, ambas campeonas del mundo. Habría que volver a recurrir al orgullo chileno.
Chile comenzó con una victoria por tres a uno frente a la Selección Suiza. A priori la selección menos poderosa. Ahora tocaba vencer a las grandes selecciones, o por lo menos a una de ellas, para pasar a la siguiente fase. Con este panorama, el 2 de junio de 1962, el estadio de Santiago de Chile albergó el partido Chile contra Italia. Era la primera oportunidad para vencer y pasar de ronda. Quizá la mejor oportunidad. La selección Alemana, vigente campeona, parecía inalcanzable.
El prepartido no aventuraba un partido fácil. El 1 de junio de 1962, la FIFA se reunió de urgencia para tratar la violencia y los malos arbitrajes que se estaba produciendo en los primeros partidos del campeonato. Se habían producido 24 bajas en los primeros dos días de mundial. Las portadas de la prensa internacional titulaban “Ensalada de golpes salvajes”, “Extraordinaria violencia”, “Desagradables batallas campales”. La idílica imagen del mundial de Chile se desvanecía. Brazos y piernas rotas, puñetazos, agresiones y en definitiva lesiones graves copaban los resúmenes de los partidos.
Para añadir mas pimienta al partido, Corrado Pizzinelli y Antonio Ghirelli, periodistas italianos de los diarios La Nazione y El Corriere Della Sera respectivamente, se desplazaron a Chile para narrar como se vivía en Chile en aquellos años. Sus crónicas refiriendo prostitución, miseria extrema e incluso poblaciones miserables causaron un gran malestar en el país chileno. Los periódicos locales iniciaron una frenética campaña para responder al agravio y poner en su sitio a Italia. Los posteriores intentos de la selección italiana de apaciguar los ánimos no sirvieron de nada. Mas bien para caldear aún más los ánimos.
Bajo estas premisas, ambiente hostil y favoritismo de la selección italiana, comenzó el partido o mas bien la conocida batalla de Santiago. Las crónicas del partido no hablan de juego duro sino de violencia extrema. A los doce segundos ocurrió la primera falta y a los siete minutos el primer expulsado. Puñetazos y patadas tomaron el protagonismo del partido. El árbitro ingles Ken Anston fue incapaz de ordenar el partido. Quizás su única decisión acertada fue pitar el final del partido sin añadir tiempo extra por todas las interrupciones del juego acontecidas. El partido finalizo con un dos a cero a favor de la Selección Chilena que se garantizaba su pase a la siguiente ronda.
La prensa italiana hablo de robo y la chilena de hazaña. Es difícil conocer la realidad, aunque es lógico suponer que las faltas de respeto de las crónicas italianas potenciaron un sentimiento nacionalista en Chile que ayudo en la victoria. Una vez más, y ya iban tres, el orgullo chileno salió victorioso.
Desde esta victoria y hasta la finalización de la participación de Chile en el mundial, solo la actual campeona del mundo, la selección de Brasil, sin Pele lesionado, pero con Garrincha y Vava a pleno rendimiento, pudo pararles en semifinales. A pesar de esta derrota, la selección chilena volvió a tirar de orgullo y retorno a la senda de triunfo. Las victorias por dos a uno frente a la Unión Soviética, actual campeona de Europa, y ante la subcampeona de Europa, Yugoslavia por uno a cero, llevaron a la selección chilena al tercer puesto mundialista. Su mejor clasificación de siempre.
A lo largo de la historia del futbol, hemos contemplado como no siempre sucede lo previsible. Chile y su selección de futbol demostraron al mundo que la fe mueve montañas. Si se quiere, se puede. Por tanto, hablamos de un caso de superación que debe servir de ejemplo para todos. “Porque nada tenemos, lo haremos todo”.