En los últimos años el futbol ha servido para anestesiar tensiones entre diferentes paises. Sin embargo, en 1969, una eliminatoria de clasificación para el Mundial fue la excusas para el inicio de un conflicto bélico. Ese episodio se conoce como “La Guerra del Fútbol”. Contamos que sucedió aquellos fatídicos días.
Paul Auster definió al fútbol como el milagro que permitió a Europa odiarse sin destruirse. Con esta aseveración el cineasta norteamericano expresaba la capacidad que han tenido las competiciones internacionales de fútbol para contribuir decisivamente a la convivencia pacífica de las naciones europeas y posiblemente del mundo en general.
Es una realidad que desde la segunda mitad del siglo XX el fútbol se ha convertido en un referente emocional. Sobrepasa en algunos casos los límites del deporte. Los Mundiales, por ejemplo, provocan la exaltación de cierto fervor patriótico. En muchas ocasiones, dicha exaltación hace que un simple equipo de fútbol asuma la representación del conjunto de un país.
Era el año de 1969, Honduras y El Salvador competían por clasificarse para el Campeonato del Mundo de 1970. Aquella disputa deportiva desembocó en un conflicto armado.
Posiblemente esta sea una visión exagerada de lo que es un simple deporte. Pero no es menos cierto que los hechos evidencian que con la popularización de las competiciones internacionales de fútbol, las tensiones y rivalidades entre diferentes naciones en muchos casos se dirimen en un estadio de fútbol en vez de en un campo de batalla.
Por tanto, el fútbol es un elemento de unión. Un espectáculo de confraternización que ha conseguido superar lógicas destructivas del pasado. No es menos cierto que en el seno del fútbol ha existido, sobre todo en la década de los ochenta y los noventa con el auge del hooliganismo y el movimiento ultra, actos violentos reprochables. Si bien, hoy en día, los Mundiales, Eurocopas, Copas Américas y demás torneos internacionales son fiestas deportivas que revindican espacios comunes entre diferentes.
Sin embargo y desafortunadamente existe un episodio en la historia del deporte rey en que un enfrentamiento futbolístico en vez de anestesiar impulsos bélicos los estimuló. Era el año de 1969, Honduras y El Salvador competían por un billete para el Campeonato del Mundo de 1970. Desgraciadamente aquella disputa deportiva desembocó en un conflicto armado entre los dos países centroamericanos. Cuatros días de contienda que provocaron cerca de seis mil muertos y quince mil heridos.
Aquella eliminatoria estaba viciada desde el origen. Debido a políticas migratorias y agrarias la tensión entre los dos países crecía día a día. El fútbol iba a ser la chispa, o más bien la excusa perfecta, para empezar una guerra.
El 8 de junio de 1969 Honduras vence por un gol a cero a El Salvador en Tegucigalpa. Tras finalizar aquel partido, Amelia Bolaños, hincha salvadoreña decide quitarse la vida con un disparo a quemarropa. El trágico acontecimiento será usado por los fanáticos salvadoreños para exaltar el rechazo a sus vecinos hondureños.
El 15 de junio, se disputa en San Salvador el partido de vuelta de la eliminatoria. La selección nacional de Honduras fue recibida con fuerte hostilidad en su país vecino. La presencia de los futbolistas hondureños en El Salvador provocó un aumento de la tensión. Se organizaron concentraciones masivas frente al hotel donde se concentraba el equipo hondureño. Los futbolistas, ante el cariz de los acontecimientos, llegaron a temer por sus vidas. La noche previa al partido la pasaron refugiados en la azotea del hotel. Temerosos que en cualquier momento la turba de aficionados salvadoreños asaltara el edificio.
En la mañana del 15 de junio fueron escoltados en dos furgones policiales al Estadio de Flor Blanca. Lugar donde se disputó el segundo partido de una eliminatoria que ya transcendía de lo meramente deportivo. El Salvador ganó con contundencia por tres goles a cero. La eliminatoria iba a tener que desempatarse en un tercer partido en campo neutral.
El periodista polaco Ryszard Kapuscinski, uno de los pocos corresponsales extranjeros que estaban en la región aquellos fatídicos días, relató como Tegucigalpa amaneció con numerosas pintadas que decían “Nadie le gana a Honduras” o “Vengaremos ese tres a cero”
El lugar elegido para el partido de desempate fue el Estadio Azteca de Ciudad de Méjico. La fecha el 27 de junio de 1969. En la víspera del encuentro el Gobierno hondureño expulsa del país a los salvadoreños residentes en Honduras. La respuesta de El Salvador no se hizo esperar, ese mismo día rompió relaciones diplomáticas con su país vecino. El Ministro de Interior salvadoreño acusó a Honduras de iniciar una persecución por un simple partido de fútbol.
La situación provocó un éxodo masivo de salvadoreños. Obligados a abandonar Honduras de forma inmediata. Mientas se producía la diáspora se jugaba un partido de fútbol en el Estadio Azteca. La tensión alcanzaba ya cuotas máximas. La policía mejicana se vio obligada a desplegar a más de dos mil efectivos por todo el recinto. Separando minuciosamente a las dos hinchadas.
El partido se jugó en un ambiente prebélico. El Salvador ganó por tres goles a dos. El tanto de la victoria para El Salvador fue obra de Pipo Rodriguez en la prórroga. Para muchos ese gol fue el inicio del conflicto. Aunque realmente la guerra entre Honduras y El Salvador hubiera comenzado igual existiera o no el gol de Pipo Rodriguez.
El 14 de julio de 1969, El Salvador invadió territorio hondureño y lanzó una ofensiva aérea bombardeando Tegucigalpa. Justificaron estas acciones militares ante la necesidad de proteger a sus nacionales de la persecución que estaban sufriendo por las autoridades hondureñas.
Honduras en respuesta a la invasión bombardeó el puerto salvadoreño de Acajutla. Las escaramuzas militares fueron en aumento hasta que el 18 de julio de 1969 la Organización de Estados Americanos negoció un alto el fuego. Finalmente, a principios de agosto las tropas salvadoreñas se retiraron de Honduras. Desde entonces las tensiones entre ambos países perduran.
Este conflicto que duró cien horas ha recibió el título de la Guerra del Futbol. Si bien la auténtica causa del conflicto no fueron los tres partidos disputados.
Este conflicto que duró cien horas ha recibió injustamente el título de la “Guerra del Futbol”. La auténtica causa de esta contienda no fueron los tres partidos disputados. El Salvador, el país más pequeño de Centroamérica padecía un grave problema demográfico. Mucha densidad de población y un reparto desigual de sus tierras. Una pequeña oligarquía tenía en sus manos la inmensa mayoría de tierras del país. La situación provocó una emigración masiva de salvadoreños a Honduras en buscas de tierras que cultivar.
En 1969, Honduras ante la llegada masiva de salvadoreños llevó a cabo una reforma agraria que tenía como fin expropiar las tierras adquiridas por los nacionales del país vecino. Por tanto, la expulsión de los salvadoreños de Honduras poco tuvo que ver con el fútbol. Realmente aquella guerra escondía una situación sociopolítica mucho más compleja. Nada tuvo que ver con una rivalidad deportiva.