
Enrique Castro Quini, es una de las figuras legendarias del fútbol español. Un astro dentro y fuera de los terrenos de juego que dejó una huella imborrable en los dos clubes donde jugó, el Sporting de Gijón y el F.C Barcelona. Fue además protagonista de uno de los sucesos más escabrosos de la Liga: su secuestro que tuvo en vilo al país.
El 1 de marzo de 1981 el Barcelona goleaba al Hércules de Alicante en partido de Liga, 6-0 con dos goles de su delantero estrella: Enrique Castro Quini. A la salida del estadio dos individuos se acercaron al delantero asturiano y a punta de pistola le obligaron a subirse en una furgoneta. Cuando la noticia trascendió, el país quedó conmocionado. Se trataba del jugador nacional mas querido y admirado del momento. Su secuestro además era una noticia si cabe aun más tétrica en el contexto político y social de la época; estaba muy reciente el intento de golpe de Estado del 23-F, y se vivían los años de plomo del terrorismo de E.T.A. La España democrática se veía asolada por una preocupante inseguridad ciudadana que incluso afectaba a los astros del balón. No era la mejor imagen para un país que trataba de mostrar a Europa su modernidad.
Enrique Castro González (el apodo de Quini lo heredó de su padre) nació en Oviedo en 1949. Sus dos hermanos Jesús y Rafael, fueron también jugadores profesionales aunque paradójicamente porteros. Su padre era un operario de ENSIDESA, una siderúrgica dependiente del I.N.I que marcó la vida económica de la comarca de Avilés durante todo el desarrollismo español de los sesenta. La intención paterna es que aprendiera el oficio de soldador en la escuela profesional de la propia compañía. Pero el veneno del balón se apoderó del joven Enrique, mas aún cuando demostró a edad muy temprana un olfato de gol fuera de lo común. Comenzó su carrera en el C.D Ensidesa, un equipo patrocinado por la compañía referida y pronto el Oviedo le hizo una oferta en firme para jugar en su filial, el Astur. Pero el padre no quería que abandonase el equipo de la fábrica ya que no tenía todas consigo sobre el futuro del muchacho en el fútbol profesional. Afortunadamente, el destino jugó a favor de Quini: en un partido del Ensidesa contra el filial del Sporting de Gijón hizo cuatro goles. Los rojiblancos fueron a por todas, pusieron sobre la mesa una oferta golosa, y finalmente estampó su firma con los Gijoneses. Estaba llamado a triunfar en los terrenos de juego.
Fue cinco veces máximo goleador de Primera y dos de Segunda. Desde Zarra el fútbol español no había conocido a un hombre con tanto olfato de gol. Encima lo desarrolló en un modesto como el Sporting de Gijón
No tardó mucho en mostrar sus cualidades en una entidad que gracias a una buena labor de cantera empezaba a salir de una noche oscura de malos resultados y que le había alejado de la élite. En la temporada 69-70 consiguió el primer ascenso en diez años y el jovencísimo Quini se hacía con el trofeo de máximo goleador de la categoría de plata. Sus dotes de gran delantero no hicieron sino incrementarse con los años. Consiguió el Pichichi ya de Primera en las temporadas 73-74 y 75-76, y en esta última temporada con un hecho inédito: su equipo bajó a Segunda. Eso daba la medida de su gran calidad. Es relativamente fácil conseguir grandes cifras con los clubes más punteros que por regla general cercan la portería contraria, pero hacerlo con los modestos obligados a parapetarse atrás solo esta al alcance de los mejores.
Como era lógico los grandes empezaron a codiciarle. En especial el F.C Barcelona; en el verano de 1975 Agustin Montal llegó a poner sobre la mesa de los asturianos 50 millones de la época; una cantidad muy considerable. Pero el Sporting se negó en rotundo. Existía el llamado derecho de retención que permitía a los clubes mantener a sus jugadores con contrato acabado a cambio de una pequeña subida. Quini se enfadó mucho y amenazó con dejar el fútbol al no poder prosperar en su carrera. Pero en compensación se fue labrando el gran equipo histórico del Sporting de Gijón; llegaron Mesa, Maceda, Ferrero o Joaquín. Tras ascender en la 76-77, la siguiente temporada llegaron a la Copa de la U.E.F.A y en el siguiente ejercicio lucharon por el título codo a codo con el Real Madrid, nada menos. Los blancos se impusieron en los dos partidos directos entre ellos de forma muy ajustada (3-2 en Madrid y 0-1 en Gijón) con arbitrajes muy discutidos y según la perspectiva asturiana, parciales. De esos duelos surgió el legendario “Así, así, así gana el Madrid…”, improvisado por primera vez en El Molinón en 1979.
En 1980 la directiva gijonesa decidió torcer su brazo y premiar los años de gran rendimiento de Quini; accedió a su traspaso al Barça por 82 millones de pesetas. Contaba ya con 31 años pero seguía con su olfato de gol intacto. Era otra vez el máximo goleador cuando aconteció el secuestro. Las primeras noticias fueron muy preocupantes: se recibió una llamada anónima que reivindicaba la autoría del secuestro por un supuesto “Batallón Catalano-Español” que luchaba contra el separatismo de esas tierras. Luego, los secuestradores reales se pusieron en contacto con la familia pidiendo 100 millones de pesetas que debían de ser depositados en una cuenta de Suiza. El Barcelona se haría cargo del pago del rescate. Esa misma semana los culés deben de jugar un partido decisivo para la Liga en el Vicente Calderón, ante el Atlético de Madrid, primero contra segundo nada menos. La Federación se niega a suspender el encuentro y los jugadores azulgranas amenazan con un plante. El Barça empieza a poner seguridad privada a sus futbolistas, en especial a sus estrellas foráneas Schuster y Simonsen y convence a sus jugadores para que den su brazo a torcer. El partido se juega finalmente y gana el Atlético 1-0, gol de Marcos Alonso. Pero era lo que menos importaba
Su secuestro conmocionó al país. No solo se trataba de un jugador excepcional. Todos coincidían que su valores como persona eran aun superiores a su talento como futbolista. El perdón que otorgó a sus captores así lo atestigua
Afortunadamente, la angustia termina a finales de marzo. Las autoridades españolas consiguen la colaboración de las suizas para violar el secreto bancario y detectan al titular de la cuenta en donde se debía realizar el pago. El mismo es un electricista, Victor Manuel Diaz Esteban. Se realiza un primer pago como anzuelo y cuando el secuestrador retira la primera cantidad se le localiza y detiene en el aeropuerto de Zurich. No tarda en confesar el lugar en el que está recluido Quini; un zulo en un taller mecánico situado en la calle Jerónimo Vicens de Zaragoza. Los secuestradores son delincuentes comunes que han cometido infinidad de errores. La policía entra en local y libera al delantero ante el alivio de toda una nación que se estremece con la reencuentro de Quini con su familia y los representantes del Barça. Decide perdonar a sus captores y no presenta denuncia, no así el Barça cuyo equipo jurídico pedirá la máxima condena para los mismos. Finalmente serán condenados a 10 años de prisión. Con todo será una vez más máximo goleador de la Liga. Y si bien estos acontecimientos suponen la caída del Barça de la pelea por el título, al menos se llega a la final de la Copa en la que le espera nada menos que el Sporting de Gijón, su equipo del alma. No hay sentimentalismo alguno en la final, gana el Barça 3-1 y Quini hace dos goles al club en que se forjó su leyenda.
Aun conseguirá un nuevo trofeo Pichichi (el quinto de su trayectoria) en la 81-82, en la que además será decisivo en la final de la Recopa con un gol ante el Lieja belga, que da el título al Barça. Pero el siguiente ejercicio supone el inicio de su declive, su elevada edad (33 años), hace que los entrenadores, Lattek y Menotti, empiecen a relegarle al banquillo y en 1984 abandona el Barça, donde ha conseguido ganar títulos al fin, y regresa a “su” Sporting en el que juega hasta los 36 dando muestras, eso sí intermitentes, de su gran clase. Su trayectoria deportiva solo tuvo dos peros: no ganar nunca una Liga (ni si quiera con el Barça) y vivir un periodo oscuro de resultados con la selección española en la que además no llegó nunca a rendir al mismo nivel en 35 partidos internacionales, sufriendo en primera línea las frustrantes participaciones en Argentina 78 y España 82.
Después de su retirada se convirtió en un símbolo de la región asturiana; tal vez el jugador más destacado de la historia de ese territorio. Cuando falleció en 2018 a causa de un infarto el Ayuntamiento de Gijón decidió por unanimidad que se rebautizase el nombre del Estadio El Molinón- Enrique Castro Quini. En 2024 una estatua de bronce obra del artista Carlos García rememora si cabe aún más su legado.