
El Real Madrid no deja de dar alegrías a su afición. Se ha convertido en un valor seguro a la hora de buscar la evasión de este mundo actual que cada vez es más complejo. La reforma del nuevo estadio lo ha convertido en un lugar perfecto donde ser feliz.
Uno no suele darse cuenta del valor de las cosas hasta que las pierde. Nos pasó hace justo cinco años cuando el confinamiento nos encerró de repente. Fue entonces cuando apreciamos de verdad un simple paseo o el hecho de poder abrazar a nuestros padres y amigos. Estos días de abundante lluvia están viniendo a ser una especie de recordatorio de aquellos días. Esta especie de confinamiento voluntario al que nos somete el agua quizá nos haya servido para refrescar aquella perspectiva y volvamos a darle el valor que tienen a las cosas realmente importantes, por muy simples que parezcan.
Para otra cosa que me ha servido esta sucesión de borrascas es para darme cuenta y darle valor al hecho de que dentro del Bernabéu no llueve.
Para otra cosa que me ha servido esta sucesión de borrascas es para darme cuenta y darle valor al hecho de que dentro del Bernabéu no llueve. Pero no sólo me refiero al sentido físico. Tampoco llueve en el figurado. El Bernabéu, o simplemente ver al Madrid, aunque sea por televisión, se ha convertido en un lugar seguro. Es una manera de estar siempre a cubierto.
Me refiero a que, como sociedad, hemos entrado en una fase en la que fantasmas pasados amenazan con guerras y desencuentros entre países históricamente afines. Leer las noticias significa pasar miedo. Es violencia, corrupción, incertidumbre máxima sobre el futuro. Cuando juega el Real Madrid todo eso se desvanece. Solo hay una cosa de la que preocuparse durante noventa minutos (o ciento veinte) y normalmente termina con una alegría. Es como cuando eras niño y tenías miedo por la noche. Pensabas que escondiéndose bajo el edredón lograrías espantar a todos los fantasmas que habitaban debajo de la cama. Eso es hoy la cubierta del Bernabéu.
Pero es innegable que ver jugar al Madrid, sobre todo en casa, es una garantía para ver destellos de los mejores.
Con el Real Madrid es posible soñar. Puede que este año el juego no sea tan vistoso como en temporadas pasadas. Pero es innegable que ver jugar al Madrid, sobre todo en casa, es una garantía para ver destellos de los mejores. Kylian, Vinicius, Brahim, Jude… ayudan siempre a olvidarse de que el mundo ahí afuera está a punto de colapsar. Dentro del Bernabéu el ruido no es tan desagradable como el de un telediario. Ese sí que es molesto. Y preocupante. Ojalá para esto sí se formara una plataforma seria para terminar con el maldito ruido de las noticias diarias.
Nada lo explica mejor que la historia de Jorge. Un chico de doce años que, a pesar de tener una discapacidad visual, reconoce que no hay nada que le guste más que vivir los partidos de su equipo, porque simplemente, como dice él: “cuando escucho los partidos del Real Madrid soy feliz”. Se trata de una emocionante pieza emitida por Real Madrid Televisión cuya visión recomiendo absolutamente. Es madridismo puro.
“cuando escucho los partidos del Real Madrid soy feliz”
En Madrid tenemos la suerte de tener una puerta a la felicidad que se abre cada diez o quince días. No lo hace más a menudo porque hay gente dice que le molesta. Quizá no son conscientes de lo que en realidad sucede ahí dentro. El otro día leí que la cantante Lola Índigo había decidido cambiar su concierto en el Bernabéu y llevárselo al otro estadio de la ciudad. Ojalá no pase, pero ¿y si ese día llueve? Seguramente esta chica no se ha parado a pensar en que en el Bernabéu no llueve nunca.