El primer duelo oficial entre Madrid y Barça no decidía nada, pero servía de muestra significativa del estado de forma actual, y de la evolución de los dos colosos del futbol hispano en los últimos meses. Los resultados fueron concluyentes
Cuando comenzó la Liga a mediados de agosto pocos pronósticos se alejaban de este diagnostico: todo lo que no fuera una victoria del Madrid se consideraría una sorpresa mayúscula. Su imagen era de la una plantilla megapoderosa a la que se le unía la pieza más cotizada de todas: Mbappé. La salida de Kross se daba como un mal que no sería difícil revertir. A fin de cuentas ha sido capaz de saldar con éxito el fin del ciclo de Cristiano y Benzema nada menos.
Todo lo contrario parecía acontecer en Barcelona. Se salía de un ejercicio decepcionante, la despedida de Xavi del banquillo había tenido mucho de sainete y los refuerzos de élite, mas allá de Dani Olmo brillaban por su ausencia debido a la delicada economía del club. Laporta apostaba por Hansi Flick, un técnico alemán de buen currículo pero sobre el que se tenían las fundadas dudas, que en el fondo se extendían sobre un plantel plagado de jóvenes en los que había recaído una responsabilidad que casi todos consideraban excesiva: el devolver a la élite del futbol europeo a un club sacudido por las convulsiones desde hace una década.
Cuando comenzó la Liga a mediados de agosto pocos pronósticos se alejaban de este diagnostico: todo lo que no fuera una victoria del Madrid se consideraría una sorpresa mayúscula. Su imagen era de la una plantilla megapoderosa a la que se le unía la pieza más cotizada de todas: Mbappé. En el Barça, por el contrario, todo eran dudas, no resueltas por la llegada de Flick
Pocas entidades son tan tendentes a la autodestrucción y el caos como el Barça. Y , al mismo tiempo, ninguna es capaz de tener un sistema de cantera como los azulgrana. En la fuerza y destreza de La Masia para proveer a futbolistas de primer nivel reside el principal gen de supervivencia del club, lastrado por una gestión irresponsable que llevó a una superpotencia económica y deportiva al borde de la quiebra y la irrelevancia deportiva; la que le acompañado en la última década por casi todos los campos de Europa.
De forma callada pero segura Flick ha ido moviendo sus piezas hasta desembocar en la apoteosis del sábado. Cuando fue contratado mucha gente puso en tela de juicio su elección; el Barça olía más a barco a la deriva difícil de enmendar que a potencial protagonista de grandes noches. Pero el germano sabía lo que hacía: su ojo clínico le hizo ver pronto el potencial real de una plantilla que acumula piernas jóvenes dotadas de una calidad inconmensurable: Yamal, Cubarsí, Casadó, Pedri…..a los que ha unido el talento goleador eterno de Lewandowski, renacido para la causa con un preparador que tan bien lo aprovechó en el Bayern, y un renacido Raphinha, tan cuestionado en la temporada anterior y tan provechoso a fecha de hoy. Flick ha sido explícito en implantar un sistema atrevido y vertical, con la línea defensiva muy adelantada y un búsqueda directa del gol que ha dejado atrás esa tradición ancestral azulgrana de sobeteo de balón permanente que en manos de actores poco adecuados resultaba cada vez más plomiza e improductiva.
El partido comenzó eléctrico. Ambos equipos parecían tener prisa por reivindicarse, en especial el Madrid, espoleado por su enésima hazaña europea del martes, que imponía un ritmo frenético a todas sus acciones en busca de sus puntas desequilibrantes: Vinicius y Mbappe. Es el equipo blanco un acorazado de enorme potencia física que gusta de amedrentar al contrario con llegadas en tromba y cuyos centrocampistas no piensan demasiado a lo largo de dar pelotas largas en busca de la rapidez de sus dos estrellas de la delantera. Pero esa intensidad, si no va acompañada de la necesaria pausa, en ocasiones puede resultar contraproducente. Es ahí donde se vislumbra la importancia de la retirada de Kross y que las piernas de Modric no aguanten de la misma manera. El Barça no se achantó y mantuvo su línea defensiva casi en medio campo; parecía un cierto suicidio ante la endiablada rapidez que los locales son capaces de imprimir y la capacidad de resolución de sus puntas. En realidad los riesgos asumidos parecieron confirmar los presagios cuando Mbappé hizo gol a los treinta minutos, pero las líneas del VAR mostraron su ligero adelantamiento.
Flick ha sido explícito en implantar un sistema atrevido y vertical, con la línea defensiva muy adelantada y un búsqueda directa del gol que ha dejado atrás esa tradición ancestral azulgrana de sobeteo de balón permanente que en manos de actores poco adecuados resultaba cada vez más plomiza e improductiva.
Tras el descaso el técnico alemán supo ver que el ritmo frenético podría ir en contra de sus intereses y sacó a De Jong para imponer algo de racionalidad en la distribución. Jugada que le salió redonda cuando el Madrid reveló desajustes defensivos que terminaron en sendos golazos de Lewandowski, en el primero resolvió de forma fría y precisa un mano a manos frente a Lunin, y en el segundo un cabezazo académico con todos los tiempos medidos dejó definitivamente callado al Chamartín. Cualquiera sabe que lo imposible es el mejor escenario para los blancos, hartos de acumular remontadas en apariencia inviables, pero en casi todas de estas últimas juega a su favor un factor ausente en el clásico: el miedo del rival, que sistemáticamente suele achantarse, replegarse atrás, dejar de hacer lo que estaba llevándole a tener ventaja e ir como cordero al matadero a soportar las embestidas madridistas. Es la causa que explica los éxitos continuos del Madrid en Europa, pero el Barça actual ha recuperado la autoestima y su condición de eterno enemigo histórico del Madrid le incita a buscar sangre y hurgar en la herida, no a atrincherarse atrás para ser sentenciado. En consecuencia los visitantes siguieron con su plan, supieron incidir en las carencias defensivas blancas, notorias casi todo el segundo tiempo. Entre Koundé e Iñaki Peña, llevaron a la desesperación a Mbappé, el primero anticipándose casi siempre, y el segundo abortando con sus paradas las pocas ocasiones en las que el galo dejaba atrás a sus defensores, sin caer en el fuera de juego, tan reiterado por los atacantes blancos casi todo el partido. Fueron cuatro, pero el escarnio pudo ser aun superior si el delantero polaco no hubiera marrado dos ocasiones clarísimas, mas fáciles de concretar que los goles que marcó.
El resultado y la clasificación dejan un mensaje muy claro: en esta Liga hay un equipo que va a una velocidad distinta al del resto, y no es el esperado al comienzo de temporada, sino aquel del que tantas dudas se tenían. ¿Sentenciada?. Queda demasiado y enterrar antes de tiempo al Madrid es una quimera tantas veces revertida que ni merece la pena planteársela. Pero la pica clavada en el corazón de la capital es demasiado profunda como para pensar que no va dejar cicatrices profundas en los de Ancelotti; su potencial muestra más fisuras de las esperadas, aunque casi siempre cuente, eso sí, con la colaboración de sus rivales europeos para demostrar que en el fondo no existen. Su problema ahora es que su máximo oponente, ha vuelto definitivamente, acumula juventud, hambre y talento a raudales , le tiene ganas y esta tan acostumbrado a él, al jugar en el mismo país, que no le va a resultar tan manso con los de mas allá de nuestras fronteras.