La reciente goleada del Barcelona en campo del Real Madrid se sostuvo, entre otros factores, por un uso magistral de la táctica del fuera de juego con una defensa muy adelantada que estableció el técnico azulgrana. Hace ya casi cuatro décadas que el mismo sistema amargó a un equipo legendario: la Quinta del Buitre.

 A finales de los años 80 un equipo de leyenda estaba en su máximo apogeo; el Real Madrid de la llamada “Quinta del Buitre”, denominada así por ser su emblema Emilio Butragueño, apodado como el ave referida, y otros cuatro jugadores: Martin Vázquez, Michel, Sanchis y Pardeza. Sólo el último no consiguió hacerse un hueco de titular y emigró, con fortuna, al Zaragoza. Los otros cuatro resultaron jugadores de gran calidad técnica que cambiaron para siempre el prototipo de jugador español establecido desde la post guerra, con más garra que talento. Ascendieron al primer equipo a mediados de los 80 y en unos años dominaban el fútbol español con mano de hierro. El presidente Ramón Mendoza supo fichar complementos que apuntalaron al equipo: Maceda, Gordillo, Hugo Sánchez o el yugoslavo Jankovic. Tal vez fue la época que mejor fútbol ha visto el Bernabeu.

En la temporada 87-88 nada parecía detenerles. Ganaron por goleada todos los partidos iniciales de la Liga y en la Copa de Europa se deshicieron de dos rivales de mucho tronío: el Nápoles de Maradona y el Oporto, que venía de ser campeón el año anterior. En la decima jornada les esperaba el derby con el Atlético. En los rojiblancos había aterrizado hace unos meses Jesís Gil y Gil en la presidencia. Un constructor lenguaraz y controvertido que puso la entidad patas arriba; hizo un equipo completamente nuevo fichando de una tacada a Futre, Lopez Ufarte, Andoni Goikoechea, Parra, Juan Carlos y Eusebio. De entrenador se trajo a Cesar Luis Menotti, un argentino que era casi más famoso por su uso del lenguaje futbolístico lleno de metáforas y giros, que le otorgaban un perfil muy alejado de lo que eran los hombres de fútbol. Para muchos era un genio, para otros un simple vendedor de humo.

Menotti venía avalado por un controvertido triunfo en el Mundial de Argentina 78, marcado por una posible influencia de la Junta Militar en su desenlace. Entre sus expresiones más recurrentes estaba el llamado “achique de espacios”. Era una táctica que había usado en la cita mundialista, y que consistía en utilizar la defensa en línea y muy adelantada para reducir los espacios del rival, al que se le dejaba con frecuencia en fuera de juego. Resultaba una innovación ya que, si bien los marcajes al hombre estaban ya en retroceso, no era infrecuente que se siguieran utilizando a perros de presa para seguir a la estrella del equipo rival. Además el uso de la trampa del fuera de juego entraña muchos riesgos: basta un error de cualquier defensa para romper la línea y habilitar al delantero que tiene muchas opciones de plantarse solo ante el portero. El gol del empate de Holanda en la final del 78 vino por un fuera de juego mal tirado por la zaga argentina, aunque en la prorroga se solventó a favor de lo locales 3-1. En Atletico empezó a aplicar a rajatabla el sistema; pese a que el perfil de los defensas que manejaba no para el idóneo para el mismo: Arteche, Goikoechea y Tomás respondían más al prototipo de defensa contundente clásico de la época aunque es cierto que habían jugado en equipos que no habían desdeñado la zona como sistema defensivo, con entrenadores como Luis Aragonés o Javier Clemente.

Menotti, entre sus expresiones más recurrentes tenía el llamado “achique de espacios”. Era una táctica que había usado en la cita mundialista, y que consistía en utilizar la defensa en línea y muy adelantada para reducir los espacios del rival, al que se le dejaba con frecuencia en fuera de juego. Su equipo lo aplicó de forma magistral el 7 de noviembre de 1987 en el Bernabéu. 

El 7 de noviembre de 1987 bajo una lluvia torrencial se juega el Madrid- Atlético en medio de una gran expectación. Los blancos están eufóricos tras eliminar al Oporto, pero acumulan el cansancio de un comienzo de temporada plagado de partidos. El Atletico no juega en Europa ese año y está mas fresco. El campo está pesado por la lluvia y eso no favorece a los locales. A los once minutos Julio Salinas adelanta al Atlético. Buena parte del arsenal ofensivo blanco se concentra en las bandas donde Michel y Gordillo son surtidores perennes de balones peligrosos. Pero la defensa en línea rojiblanca aborta una y otra vez los intentos locales. El banderín señalando fuera de juego se convierte en una constante de la noche y desespera a los madridistas que además casi al final de la primera parte sufren una expulsión: el yugoslavo Jankovic ve la roja directa por insulto al árbitro; al que el tiempo daría una trascendencia muy notable: no era otro que Enríquez Negreira, que por entonces pitaba numerosos partidos importantes. Esa inferioridad numérica es la puntilla para el Madrid. Nada mas empezar la segunda parte una gran jugada de Futre hace el 0-2. El Real sigue intentándolo pero cae una y otra vez en la trampa colchonera, hasta dieciséis fueras de juego le fueron señalados. Los rojiblancos son amos y señores de la linea media y en la recta final consiguen dos goles más: López Ufarte y Solana en propia meta sellan un 0-4 para la historia. Con todo, la Liga será blanca sin problemas y Menotti se convertirá en el primer entrenador fagocitado por el insaciable Gil.

Un año más tarde el Real sigue arrasando en España y busca con ahínco su primera Copa de Europa en veinte años. Ficha a Bern Schuster, el talentoso y díscolo medio campista alemán que ha salido tarifando del Barça. Parece el refuerzo necesario para asaltar el trono europeo. Pero en Italia dos años antes el magnate de la televisión, Silvio Berlusconi ha adquirido el Milán, un clásico en horas bajas. El rey de la telebasura quiere un trampolín para su salto a la política y qué mejor que triunfar en el opio del pueblo. Con su potente talonario ficha a lo mejor del mercado italiano y se hace con tres holandeses que apuntan a marcar una época: Van Basten, Gullit, y Rijkaard. Le falta poner la guinda a su pastel y decidir quien los entrena. En un partido de la Copa italiana se enfrenta a un segunda división, el Parma, y queda impresionado por el juego de su oponente, un modesto que sin embargo tiene una colocación en el campo digna de elogio. Se entera que su entrenador es un tal Arrigo Sacchi y por pura intuición le contrata. Muchos se echan las manos a la cabeza: dejar un súper equipo en manos de un desconocido.

Para colmo sus comienzos son muy difíciles. Es eliminado por el modesto Español en la Copa de la UEFA, y en la Liga Italiana va a remolque. Hay clamor por su cese, pero el dueño del equipo no se altera: es su apuesta y confía plenamente en él. Sacchi esta labrando una revolución del fútbol a nivel táctico: de su obsesivo estudio del este deporte ha llegado a conclusiones muy claras, el marcaje en zona y la línea adelantada no es negociable y en las labores defensivas debe de implicarse todo el equipo, incluidos los delanteros. Pero la recuperación de la pelota es el punto de partida para un ataque sin freno en la portería contraria. No se debe jugar para defender, se debe defender bien para poder atacar. En Italia es puesto duda de forma permanente: se le ve como un advenedizo que atenta a la tradición transalpina del Catenaccio. Los resultados terminan por llegar, se hace con el Scudetto 87-88 y en la siguiente temporada avanza en la Copa de Europa. En semifinales espera el Real Madrid.

Sacchi esta labrando una revolución del fútbol a nivel táctico: de su obsesivo estudio del este deporte ha llegado a conclusiones muy claras, el marcaje en zona y la línea adelantada no es negociable y en las labores defensivas debe de implicarse todo el equipo, incluidos los delanteros. El Real Madrid de finales de los 80 lo sufrió en sus carnes.

La ida es en el Bernabéu. El Milán sale con una defensa de cuatro; Tasotti, Maldini, Baresi y Rijkaard. Desde el inicio se planta el equipo milanés de una forma coordinada y solida, de tal forma que los blancos apenas pueden generar juego sobre el marco visitante. Michel y Gordillo vuelven a ser secados y Schuster y Martin Vázquez apenas pueden plantar cara a Ancelotti, Donadoni y Colombo. Solo hay un equipo sobre el campo y no es el Madrid precisamente. Cada avance blanco se encuentra con la orden del libero, Franco Baresi, que impulsa el adelantamiento de la defensa milanista dejando a los delanteros blancos con la bandera del linier levantada. Con todo, a la salida de un córner, el Madrid marca por medio de Hugo Sánchez. Es un espejismo ya que los rossoneros siguen mandando sobre el campo con cada vez más intensidad. Gullit empata pero el arbitro pita un fuera de juego inexistente a todas luces y salva los muebles, pero nada puede detener el cabezazo de Van Basten que sella un 1-1 final muy engañoso: la superioridad visitante ha sido por momentos insultante.

Esa sensación se confirma de forma estruendosa en la vuelta en tierras italianas dos semanas después: 5-0 para el Milán en uno de los mayores baños vistos hasta la fecha en el viejo continente entre equipos de ese nivel. Una y otra vez la defensa en línea milanista ha asfixiado los intentos de los Michel, Butragueño o Hugo Sánchez, la lo que hay que añadir la contundencia ofensiva de un equipo con los mejores jugadores del momento. Los transalpinos iniciaban una época dorada que se extendería hasta mediados de la década posterior, concediendo con la preeminencia del futbol italiano en el viejo continente. Y su revolución sobre la pizarra cambiaría el futbol para siempre.

Tres décadas después, el alemán Hansi Flick, volvería a desesperar al aficionado madridista con su uso constante de la linea adelantada que llevo al fracaso a una potente delantera ante la que parecía un suicidio asumir tanto riesgo. Menotti y Sacchi ya fueron pioneros en su atrevimiento.

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