Habían sido cinco años intensos, posiblemente los mejores de mi vida hasta ese momento. Mi etapa universitaria llegaba a su fin. El incierto futuro que me esperaba como licenciado era muy poco motivador. Realmente estaba en un momento de mi vida que no me apetecía pensar. Tenía serias dudas de ejercer como abogado. Me cuestionaba con frecuencia si realmente me gustaba el Derecho. A día de hoy sigo cuestionándomelo.

En esta disyuntiva buscaba una excusa para retrasar mi salida al mundo laboral. Mi nivel de inglés no era bueno, era consciente que necesitaba mejorarlo. Paradójicamente esta flaqueza se iba a convertir en mi salvoconducto. Empecé a plantearme la posibilidad de irme al extranjero, la disculpa era irrebatible, necesitaba progresar en mi nivel de inglés. Durante meses estuve haciendo cuentas, buscando cursos y leyendo sobre posibles destinos donde aterrizar. Finalmente encontré uno, Brisbane en Australia. Visto con perspectiva no pude hacer mejor elección.

Vista aérea de Brisbane

Brisbane es la tercera ciudad en población de Australia, ubicada en la costa este, es la capital de Queesland, el Estado australiano donde se encuentra el Gran Arrecife de Coral. En Australia, Queensland y Brisbane, son conocidos por su buen tiempo, sus paradisiacas islas y sus exquisitas playas “surferas”. También es popular entre los australianos el buen rollo de “queeslanders” y “brisbaners”. Pude comprobar que todo ello era más que cierto.

Sin lugar a duda, el año que pase en Brisbane fue inolvidable en todos los sentidos. Aprendí inglés, que en teoría es lo que fui hacer allí, pero sobre todo en Australia viví la vida como no lo había hecho hasta entonces. Me emborraché, bailé, canté, grité y finalmente me enamoré. Fui inmensamente feliz. Todavía hoy, casi quince años después, se proyectan en mi mente momentos vividos en mi etapa australiana. Cuando eso sucede, una inmensa sonrisa se dibuja en mi rostro.

Luis, autor del articulo con dos Kanguros

Recuerdo con nostalgia aquellas primeras clases de salsa en Brisbane. Giros, movimientos de cadera, un tropezón tras otro y constantes carcajadas. Sinceramente mi intención no era bailar bien sino hacer nuevos amigos. Honestamente no fue una buena idea, mis dotes para el baile eran casi peores que mi nivel de inglés.

Llegué a la conclusión que debía centrarme en cosas que me gustaran de verdad, por ese motivo los sábados empecé a frecuentar pachangas de fútbol en el “Botanic Garden”, un bonito parque en medio de la ciudad.

Australia no es un país propiamente de fútbol, el Cricket, el Rugby o el Fútbol Australiano son deportes mucho más populares que el “Soccer” (con este esperpéntico nombre denominan al fútbol en Australia). La poca afición de los australianos por el fútbol provocaba que en estas pachangas no participaran futbolistas autóctonos. Normalmente nos juntábamos europeos, latinoamericanos y coreanos. Los esforzados partidos eran el preludio o la excusa para degustar una cerveza en compañía.

Foto tras una pachanga de Fútbol en el Botanic Garden de Brisbane

Gracias a estos partidillos comencé a construir un círculo de amistades que se convirtieron en mi familia. Entre ellos estaba Edu, un madrileño de Cruz del Rayo, que fue como un hermano en esta intensa aventura. Edu y yo solíamos pasar mucho tiempo juntos, realmente nos hicimos mucha compañía. Hace tiempo que no se de él, pero siempre le consideraré un gran amigo.

En esta vorágine de nuevas amistades apareció un francés llamado Charlelie, después un belga llamado Nicola. Cerveza tras cerveza disfrutamos de momentos excitantes en nuestras vidas. El pequeño grupo se hizo cada vez más grande. Siempre había más gente con la que brindar y beber la vida, llegó Marco, Ivan, Jacobo, Miho, Quennie, Petra, Marta, Giani, Azra…todos con sus historias, pero con un destino común.

Excursión a Gold Coast, Queensalnd

Todo era nuevo en Brisbane, la ciudad, el país, el idioma, incluso los amigos. Sin embargo, había algo que no cambiaba para mí, el fútbol seguía muy presente en mi vida. Podía trasnochar el viernes pero el sábado al mediodía tenía cita con mi adorable pachanga de fútbol. Recuerdo el día que se presentaron a jugar dos brasileños, Pedro y Rafael, literalmente nos bailaron samba con el balón en los pies. Fue una lección de fútbol en toda regla. Por supuesto estos dos brasileiros acabaron festejando y disfrutando la vida con nosotros.

Brasileños, coreanos, taiwaneses, mejicanos, suecos, alemanes en Brisbane había gentes de todas las latitudes del mundo. Australia es una sociedad multicultural, que, salvo la situación de los aborígenes (visiblemente desambientados) convive armónicamente. Tengo la sensación que esta multiculturalidad ha ayudado mucho a que el fútbol penetre en el país.

Foto que muestra la multiculturalidad que existe en Australia

Australia organizó su primera liga nacional de fútbol en 1977. Hasta esa fecha los clubes australianos competían en campeonatos estatales. Los equipos más importantes del país pertenecían a barrios de Melbourne y Sídney. Eran clubes vinculados a colonias de inmigrantes italiana, croata y griega. Los futbolistas más prometedores abandonaban el país sin desarrollar sus carreras en equipos australianos. En Australia el fútbol era un deporte básicamente amateur.

En 2003 se refundó la Federación de Fútbol Australiana. Su primer objetivo fue desarrollar una liga profesional. Dos años mas tarde ese objetivo se hizo realidad. En 2005 se inaugura la «A-League». Tuve la inmensa fortuna de verlo con mis propios ojos. La primera edición de la Liga profesional australiana contaba con ocho equipos, uno de ellos en Brisbane. El nuevo equipo de Brisbane se llamaba “Queensaland Roars”. Años más tarde cambio de nombre y actualmente se conoce “Brisbane Roars”.

Luis, autor del articulo, en un partido de la A-League disputado en el Supcorn Stadium

La promoción de la nueva Liga fue importante en todo Australia. Brisbane se llenó de anuncios incitando a animar al nuevo equipo de la ciudad. Yo no pude resistirme y acudí a ver un partido de la incipiente liga. El estadio donde jugaban los “Queensland Roars” (Suncorp Stadium) era una instalación espectacular. El partido que vi no tuvo goles ni tampoco mucha emoción.

Fue en otro momento cuando el fútbol australiano me proporcionó una noche llena emociones. En noviembre de 2005 Australia se jugaba la clasificación para el mundial de Alemania. Su rival era la Uruguay capitaneada por el “chino” Recoba. En Montevideo Uruguay había vencido por un gol a cero. El partido de vuelta se jugó en Sidney, los “socceros” (así llaman los australianos a su selección de fútbol) ganaron en un vibrante partido por un gol a cero. La clasificación se decidió en la tanda de penaltis. Australia venció gracias a un penalti decisivo del ex jugador de Osasuna John Aloisi.

Foto en Fraser Island. De izquierda a derecha, Giani, Charlilie, Niho, Marco, Marta y Edu

Recuerdo ver ese partido en una Taverna cerca a la estación central. Para el evento había comprado la camiseta que ilustra este artículo. De la marca deportiva Nike tiene un diseño sencillo, porta el escudo nacional de Australia y es amarilla, color con el que representan a su país los deportistas australianos. La noche de la clasificación, mi camiseta, acabó manchada por todas partes. Fue una gran noche, otra más llena de diversión y en buena compañía. La clasificación fue otra nueva excusa para una gran fiesta.

El tiempo fue pasando y el bullicio australiano se apagó. Poco a poco los amigos iban retornando a sus lugares de origen. Sin embargo, otros como Marta, una bella chica colombiana, no iban a volver. Para ellos, Australia era un destino final, no era un parche, ni un paréntesis de inmadurez. Yo finalmente volví a Madrid. Un nuevo ciclo vital comenzaba para mi, otra vida donde empezarían a surgir nuevas responsabilidades. Por fortuna, tuve la suerte de disfrutar de mi año en Australia. Una etapa que la viví plenamente. En Australia me sentí libre y fui inmensamente feliz.

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