Repasamos la brillante trayectoria del F.C. Barcelona en las competiciones domésticas. La temporada del Barça se encamina a un objetivo fundamental la conquista de la Champions y tal vez un nuevo triplete.
El pasado sábado, el Barcelona finiquitó un ya de por sí encarrilado título liguero –el octavo de los últimos once- ante el club que se está erigiendo como competidor máximo en las últimas campañas, el Atlético de Madrid.
Si dejamos a un lado la polémica expulsión a Diego Costa –el Atlético se lamenta de siete expulsiones en las diez últimas visitas al Camp Nou, además de no mirar con el mismo rasero los comentarios de Luis Suarez a los árbitros-, el juego parejo de su rival hasta la expulsión e incluso el control de la posesión con 10 jugadores en momentos del encuentro, o la fragilidad defensiva exhibida ante el Villarreal donde encajó cuatro goles, la fiabilidad del equipo blaugrana hasta la fecha es incuestionable.
Finiquitada la liga, clasificado para la final de la Copa del Rey a disputar en Sevilla contra el Valencia -después de derrotar al Real Madrid con más dificultades de las señaladas en el marcador final – y clasificado para cuartos de final contra el Manchester United y evitando en unas hipotéticas semifinales a equipos como el Manchester City de Guardiola o la Juventus de Turín, el paso del Rubicón se antoja más transitable que nunca, pudiendo incluso concentrarse exclusivamente en la Champions –objetivo prioritario blaugrana- en este tramo final con la liga como plataforma de ensayo estratégico, pulir automatismos y vicios observados y dar descanso a los más habituales.
Todo sopla a favor del equipo de Valverde, con un Messi superlativo, cuya voracidad es comparable con la de aquel Eddy Merx que disputaba todas las etapas de cualquier vuelta.
Todo sopla a favor del equipo de Valverde, con un Messi superlativo, cuya voracidad es comparable con la de aquel Eddy Merx que disputaba todas las etapas de cualquier vuelta, por intrascendente que fuera, buscando pulverizar todos los records colectivos e individuales existentes. Más allá del astro argentino, el técnico vasco ha dado con la tecla al encontrar un once inicial reconocible con las únicas dudas de tres puestos que se antojan fundamentales. Si el cuestionado Coutinho forma parte del tridente blaugrana, es más por las crónicas intermitencias de Dembelé, que por su leve mejoría en los últimos encuentros, donde ha recuperado su olfato goleador y ciertas dosis de autoestima perdidas. En la defensa, más allá de la excelsa temporada de Piqué, la dupla formada con Langlet debido a la lesión de Umtiti, parece dotar de mayor seguridad a la zaga blaugrana ante la vuelta del francés, aquejado de una normal inactividad. La última pieza que en este momento se consolida como fijo en el centro del campo, es el brasileño Arthur, ya instalado dentro de una cierta continuidad, después de su polémica asistencia a la fiesta de su compatriota Neymar. Además, su recambio, en especial Arturo Vidal, cumple con su rol secundario y aporta las dosis de agresividad y temperamento requeridas en determinadas fases de los encuentros.
Todo esto permite albergar la idea de que el triplete es alcanzable, que el dominio doméstico empieza a ser algo rutinario y que el torneo continental es algo prioritario, no solo por la victoria en sí, sino por el particular duelo con un Real Madrid hegemónico en Europa.
Se alberga la idea de que el triplete es alcanzable, el dominio doméstico empieza a ser algo rutinario y el torneo continental es algo prioritario.
Sin embargo, los precedentes de las últimas tres campañas en la Champions pueden dar al traste con una temporada excelsa, donde la autoridad mostrada se confrontará con un campo minado donde la suerte y la incertidumbre son dos factores determinantes en la máxima competición europea. La gran batalla da comienzo.
Este articulo ha sido escrito por Jaime Brigido Ramirez