En la actualidad el F.C Barcelona vive momentos muy complicados, tras haber sido el referente del fútbol mundial en el periodo 2008-2015. La decadencia deportiva y económica de la entidad blaugrana ha sido acusada en estos últimos años y quizá hace retrotraerse a épocas muy lejanas en el que el club catalán vivía momentos de gran incertidumbre y ausencia de resultados, justo en los años que a través de la figura de Johan Cruyff iba a cambiar su destino. Dos finales de Copa del Rey supusieron las piedras sobre las que se construyeron buena parte de los triunfos posteriores. Resulta curioso ver los paralelismos con las épocas actuales

En la década de los años 80 el Barcelona era una potencia económica, que solo a medias conseguía ver reflejado esa solvencia financiera con éxitos el terreno de juego. José Luis Núñez, un empresario de la construcción de origen vasco había tomado el mando del club en 1978 y apostó por una agresiva y exitosa gestión económica (se aventuró a pedir anticipos a los socios, amplió en Camp Nou y renegoció los contratos de patrocinio) que provocó que el club catalán estuviese en disposición de hacer grandes fichajes como los de Schuster, Simonsen o el mismísimo Diego Armando Maradona, además de destacados jugadores nacionales Pese a todo, en diez años de mandato solo había conquistado una Liga, la 84-85, aunque también un par de Copas del Rey y dos Recopas (extinta competición que jugaban los campeones de Copa europeos). No era un mal bagaje, pero sonaba a escaso tras los desembolsos realizados. En 1986 el equipo entonces entrenado por un inglés, Terry Venables, llegó a la final de la vieja Copa de Europa que solo jugaban los campeones de Liga. Su rival era el campeón rumano, el Steaua de Bucarest, considerado la cenicienta del torneo. La final era en Sevilla y todo el estadio era de color azulgrana, ya que Rumania entonces era un país comunista cuyos habitantes no podían viajar al extranjero. Nadie dudaba de la victoria catalana pero el partido salió muy malo y tras un empate a cero los penaltis dieron el título a los rumanos (el Barça fallaría los cuatro penaltis que lanzó). La decepción fue tan tremenda que la entidad cayó en una depresión latente durante los siguientes dos años.

En la 87-88 se tuvo un comienzo horrible: cuatro derrotas en los primeros cinco partidos. Núñez se vio obligado a cesar a Venables, que nunca se repuso del fiasco sevillano, y trajo como solución de emergencia a Luis Aragonés, que había salido tarifando con Jesús Gil del Atlético. El futuro seleccionador no pudo sin embargo enderezar el rumbo del equipo en la Liga, donde trascurrió incluso lejos de los puestos europeos. A pesar de contar con jugadores de teórico nivel como Zubizarreta, Julio Alberto, Lineker o Carrasco, la nave azulgrana no enderezaba el rumbo. Pero entre tanto resultado adverso, casi sin darse cuenta, fue pasando rondas de la Copa del Rey y se plantó en la final tras eliminar al Osasuna en semifinales.

En la misma esperaba la Real Sociedad campeón la temporada anterior y que de la mano de un entrador muy peculiar, el galés John Tosachk estaba viviendo una segunda edad de oro tras las dos Ligas del 81 y el 82. Algunos nombres míticos de ese equipo como Arconada, Gorriz o Zamora vivían un ocaso dorado y los nuevos valores de Zubieta como López Rekarte, Bakero o Begiristain tomaron el relevo de forma brillante. Habían despachado de forma contundente a Atlético y Real Madrid y partían como clarísimos favoritos frente al descafeinado Barça de ese año, al que habían arrasado 4-1 en Atocha en Liga.

La Copa del Rey tiene un doble efecto: salva la temporada y permite al Barça jugar la Recopa el año siguiente torneo que ganará y que será el primer título de Johan Cruyff.

La final se juega un 30 de marzo en el Bernabéu, una fecha extraña entonces provocada por la Eurocopa de Alemania, ya que la final de Copa era el partido que marcaba el fin de la temporada en aquellos años. La afición barcelonista, desencantada, apenas responde y solo 5.000 aficionados acompañan al equipo en las gradas, frente a más de 25.000 donostiarras. Luis Aragonés alinea a Schuster pese a recibir presiones desde la directiva para no hacerlo, ya que se sabía que estaba en negociaciones con el Real Madrid. El centrocampista alemán resulta clave en el desarrollo del partido que no es el esperado: ambos equipos se muestran cautelosos pero el Barça presiona con eficacia a los creadores realistas y estos no pueden imponer su juego vivo y vertical  chocando contra una eficaz defensa adelantada que les hace caer en varios fueras de juego.

En el minuto 16 de la segunda parte hay una falta lateral que bota Schuster, el balón llega al área realista y los dos centrales no aciertan a despejar, la pelota le cae al delantero Gary Lineker que dispara deteniendo Arconada, pero el central Alexanco, capitán del equipo, remacha el gol. A pesar de los intentos realistas los azulgranas aguantan el marcador. La Copa del Rey tiene un doble efecto: salva la temporada y permite al Barça jugar la Recopa el año siguiente torneo que ganará y que será el primer título de Johan Cruyff.

Porque tras la pobre temporada liguera y el llamado “motín del Hesperia” (la rebelión de la plantilla azulgrana contra la directiva por la tributación fiscal de los contratos del primer equipo de futbol) y ante la perspectiva de elecciones inminentes, Núñez decide dar un golpe de efecto y ficha a Johan Cruyff de entrenador, haciendo limpia en el vestuario y liquidando a casi la mitad de la plantilla de la Liga del 85 y la final de Sevilla del 86. Por el contrario, se incorporan figuras claves de los siguientes años como los propios realistas Rekarte, Bakero y Begiristain. El holandés llega con plenos poderes y empieza a aplicar unos conceptos que son vistos con mucho escepticismo en especial por su apuesta decidida por el futbol de ataque al jugar con solo tres defensas y el portero, Zubizarrera muy adelantado casi como un libero, algo visto como un suicidio en toda regla. En la Liga vuelve a quedar lejos del Real Madrid (eran los años de la Quinta del Buitre y su dominio absoluto), es eliminado pronto de la Copa y es la victoria en la Recopa (2-0 en la final ante la Sampdoria italiana) la que salva el ejercicio de nuevo in extremis

Pero en la segunda temporada las cosas vuelven a empezar mal, para no variar. Cruyff insiste en una inversión millonaria por su compatriota Ronald Koeman (algo inédito para un defensa) y en repescar del Calcio al danés Michael Laudrup, que se ha visto superado por el rigor defensivo del futbol italiano. Aun así, se acumulan los malos resultados a comienzo de año y ,una vez más, se aleja del título de Liga demasiado pronto. El holandés adopta decisiones un tanto extravagantes en cuanto a alineaciones como sacar de inicio en algunos partidos a un juvenil como Lucendo. Ya la temporada anterior en un decisivo Barça-Madrid se empeñó en poner de titular a un brasileño semi desconocido, Romerito, apenas veinticuatro horas después de poner los pies en el aeropuerto de Barcelona. La prensa deportiva de Barcelona es dura con él y resalta la inseguridad defensiva que no abandona al equipo. Muchas voces piden su destitución.

Como en 1988 la Copa del Rey es la única vía de escape a una temporada decepcionante. Deja en la cuneta a Bilbao y Valencia y se mete en la final donde le espera el peor rival posible: el Real Madrid. Toshack ha cambiado de equipo y ahora dirige la nave blanca y tiene oportunidad de revancha. Su Madrid ha vuelto a fracasar en la Copa de Europa, eliminado por el Milán, pero en la Liga se está paseando por quinto año consecutivo, en el que además establecerá un record de 107 goles a favor. De nuevo los pronósticos no le son favorables al Barcelona, en el que Cruyff parece tener las horas contadas; se dice que el único motivo de que no haya sido cesado es la elevada indemnización que tiene que recibir ya que aprovechó la desesperación de Núñez para firmar un contrato a largo plazo y ventajoso económicamente. Aun así, nadie le puede salvar si pierde la final ante el eterno rival. Luis Aragonés y Menotti, antiguos inquilinos del banquillo culé, están en la recamara para sustituir el holandés en caso de derrota.

Con el triunfo en la Copa, Cruyff salva su puesto y ya el año siguiente su proyecto se ha consolidado, iniciando una racha inolvidable de cuatro Ligas consecutivas y una Copa de Europa que cambian la historia azulgrana.

El 5 de abril de 1990 en el estadio de Mestalla, Valencia, los dos colosos del futbol español disputan una final de claro signo madridista,,,,al menos a  priori. Es un partido bronco y áspero, en el que la calidad de ambos equipos queda difuminada por el uso de entradas al límite del reglamento. Hugo Sánchez lesiona al defensa Aloisio y Amor le pega un plantillazo a Martin Vázquez que puede ser merecedor de expulsión. Pero quien ve el camino de los vestuarios es Fernando Hierro por doble amonestación. Frente a la tradicional alegría ofensiva azulgrana, en esta ocasión Cruyff plantea un partido muy serio en el que la línea de centrocampistas (Roberto, Amor y Eusebio) hacen un trabajo de desgaste importante para que los creadores blancos Schuster (que finalmente fichó por el Madrid), Martin Vázquez o Michel no puedan generar juego. Entrada la segunda parte Koeman dispara desde fuera del área, Buyo portero madridista rechaza la pelota, pero esta llega a Begiristain que la deja franca para que Guillermo Amor remate a placer de cabeza. El Madrid no logra sobreponerse al gol y al final del partido Julio Salinas sella la victoria.

Con este triunfo de prestigio el holandés salva su puesto y ya el año siguiente su proyecto se ha consolidado, iniciando una racha inolvidable de cuatro Ligas consecutivas y una Copa de Europa que cambian la historia azulgrana. De haber sido derrotado en Valencia no hubiera continuado y todo habría cambiado. Pero para hacerse una idea de la escasa confianza que despertaba el técnico que ha marcado la historia del Barça, merece la pena repasar el editorial de “El Mundo Deportivo” dos días después de la final de Valencia: “El F. C Barcelona puede ganar títulos como el que se ha traído de Valencia, muy a pesar de Cruyff. Pese a los despropósitos del holandés, el Barça ha ganado la Copa del Rey”. Es evidente que los pronósticos no coincidieron con el desarrollo posterior de los acontecimientos. ¿Podrá el Barça actual repetir la historia?

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