El reciente fallecimiento de Terry Venables ha devuelto a la actualidad a este entrenador británico que se convirtió por méritos propios en una de las figuras mas emblemáticas del fútbol español de segunda mitad de los años 80. Llevó la Liga a las vitrinas azulgranas tras una espera de once años y luego vivió la terrible decepción de perder la final de la Copa de Europa en la que era el gran favorito

 A finales de la temporada 83-84 Cesar Luis Menotti anunciaba que dejaba al Barça por motivos familiares. El final del año había sido accidentado y decepcionante. Una temporada sin títulos saldada con el lamentable espectáculo de la tangana de la final de Copa ante el Athletic. Semanas después el astro argentino Maradona dejaba el Barcelona rumbo a Nápoles, tras el fracaso de las expectativas creadas en torno a él. Cuando se anunció el nombre del nuevo entrenador azulgrana muchos se sorprendieron: un tal Terry Venables del que no se conocía mucho.

El presidente azulgrana José Luis Núñez, puso sus ojos en el fútbol inglés. Los equipos de las islas dominaban con mano de hierro la Copa de Europa (de 1977 a 1984, solo el Hamburgo había roto su absoluta hegemonía) y parecían ir por delante en especial en relación en el apartado de la preparación física. Su primera opción fue Bobby Robson, pero se acababa de comprometer con la selección inglesa, el sueño de todo entrenador de por esos lares. Pero Robson trabó buena amistad con Núñez (llegaría a ser entrenador del Barça en 1996) y le recomendó a un joven técnico que despuntaba en esos años. Era Venables. No tenia un currículo muy destacado en comparación con los ilustres tres últimos inquilinos del banquillo culé (Helenio Herrena, Udo Lattek y Menotti), pero estos no habían conseguido el preciado titulo de Liga, la obsesión del barcelonismo de entonces.

Venables había sido un buen jugador que ha mantenido un record no superado a fecha de hoy: ser internacional en todas las categorías con Inglaterra, desde infantiles a la selección absoluta, aunque con esta última solo jugó dos partidos. Como entrenador fue labrándose un nombre en uno de sus antiguos equipos en los que jugó, que le requirió en horas bajas, el Queens Park Rangers al que llegó en 1980. Poco a poco fue mejorando los resultados del alicaído clásico que había caído al pozo de la segunda división. En 1982 hizo la hombrada de plantarse en la final de la Copa Inglesa, pese a seguir en la división inferior, y forzó un partido de desempate ante el Tottenham londinense. En la 82-83 ascendió siendo campeón de la Segunda inglesa y su vuelta a la división de honor resultó todo un éxito: quinto clasificado con plaza para la Copa de la UEFA.

Fue recibido sin mucho entusiasmo. El banquillo azulgrana había tenido ocupantes de bastante renombre, pese a que ninguno de ellos consiguió los grandes objetivos con los que directiva y aficionados soñaban (Liga y Copa de Europa). Nada mas llegar se le ofreció un fichaje que el vicepresidente Joan Gaspart tenía apalabrado con el Atlético de Madrid; el delantero mexicano Hugo Sánchez. Venables lo rechazó ya que no lo conocía y recomendó traer al escoces Archibald, que destacaba en Inglaterra. Eran épocas muy distintas. No se conocía tanto a los jugadores de otros países ya que la televisión no alcanzaba la dimensión los tiempos actuales y aun menos en las islas, que estaban muy cerradas en todo lo referente al fútbol. Los británicos ostentaban por aquel entonces una cierta displicencia por el resto del continente futbolero. Ellos eran los inventores de ese deporte y los éxitos continentales de sus equipos (sin apenas extranjeros en sus filas) así parecía avalarlo. Esa decisión errónea marcaria el destino de la Liga española durante años; un año mas tarde Sánchez firmaba por el Real Madrid

En campo de este último empezó la Liga 84-85 el Barça. Un comienzo de aúpa para el desconocido inglés que sin embargo no pudo empezar con mejor pié. Un 0-3 nada menos; uno de los goles de Archibald. La victoria dio un chute de autoestima muy considerable a un equipo de por si bastante bueno, que si bien había perdido las genialidades de Maradona, había ganado en tranquilidad y dejado de lado el ambiente enrarecido que presidió la estancia de este último en el club. El once tipo de ese año fue Urruti, Gerardo, Migueli, Julio Alberto, Alexanco, Schuster, Calderé, Carrasco, Marcos, Victor y Archibald. Tuvo el Barça una salida excelente y empezó a destacarse en la tabla. Solo cedió una derrota en toda la primera vuelta, en San Mamés. Venables puso como novedad mas importante un fuerte pressing sobre el rival que ya había experimentado en el QPR, y que se llevaba mucho en el fútbol inglés; Victor y Calderé, un canterano recién incorporado ese año que vivió sus años de esplendor con el técnico inglés, destacaron en esa materia de hostigar al contrario, aunque todo el equipo estuvo implicado en esa táctica. También vivió el mejor año de Schuster, un centrocampista imperial, dotado de un excelente desplazamiento largo de balón que siempre había oscilado entre la genialidad y una cierta desidia. El técnico también importó de Inglaterra el diseño de la estrategia de las jugadas a balón parado y , como el Athletic de Clemente, campeón en las dos ediciones anteriores, apostó por el marcaje en zona, tampoco muy usado en España (solía hacerse combinado con al menos un defensa encargado de la estrella rival). Con los mimbres adecuados supo dar con la tecla.

Venables puso como novedad mas importante un fuerte pressing sobre el rival que ya había experimentado en el QPR, y que se llevaba mucho en el fútbol inglés.El técnico también importó de Inglaterra el diseño de la estrategia de las jugadas a balón parado y , como el Athletic de Clemente, campeón en las dos ediciones anteriores, apostó por el marcaje en zona, tampoco muy usado en España . Con los mimbres adecuados supo dar con la tecla.

La Liga era dominada con mano de hierro por el Barça y nadie parecía ser rival para el título. Con todo las frustraciones recientes seguían teniendo a la hinchada culé con la mosca tras la oreja. Al final se cumplió el pronóstico con una victoria en campo del Valladolid   (1-2), en la que en los minutos finales Urruti detuvo un penalti al equipo local. Fue el momento del famoso Urruti T´estimo. Acabo la temporada con solo dos derrotas y 53 puntos la segunda mejor puntuación de la historia en ese momento. Un estreno inmejorable, en realidad

El triunfo once años después dio al técnico carta blanca para decidir la política deportiva. En Inglaterra era común que el entrenador ejerciese al mismo tiempo de secretario técnico con mando para decidir fichajes. De forma extraña empezó a mirar con desconfianza a Schuster, estrella del equipo. En un periodo en el que los equipos solo podían contar con dos jugadores foráneos, Venables pensaba que debían ser dos delanteros y de guinda el alemán tenía un trato tirante con la directiva, hasta el punto que esta última y el propio técnico llegaron a dudar de las lesiones del centrocampista. En la temporada siguiente el Real Madrid tenía ya ensamblada a su Quinta del Buitre, y el presidente recién elegido, Ramón Mendoza, apuntilló el equipo con los fichajes de Gordillo y Hugo Sánchez. El Barça no pudo seguir su ritmo en la Liga pero, al mismo tiempo centró sus esfuerzos en la Copa de Europa.

Era una competición muy distinta a la actual. Solo la jugaban los campeones de Liga y se dirimía por eliminatoria a doble partido desde la primera ronda. Como el Barça no se caracterizaba por ganar Ligas (esto puede resultar muy chocante a las generaciones que empezaron a vivir el futbol en los 90 del siglo pasado pero en veinticinco años se habían ganado dos torneos de la regularidad) sus oportunidades de estrenarse como campeón europeo eran bastante limitadas. Los azulgranas hicieron un gran torneo; dejaron en la cuneta al Oporto de Futre y Gomes (que ganaría en 1987) y a la Juventus de Platini y Laudrup (que venia de ganarla en 1985) y en semifinales todo parecía perdido tras una contundente derrota en casa del Goteburgo sueco (3-0); pero en la vuelta en el Camp Nou un suplente habitual, Pichi Alonso tuvo su gran noche con tres goles que nivelaron al contienda. En los penaltis ganó el Barça.

La gran final estaba ahí. Y todo apuntaba a que sería un tramite de consagración del Barcelona. El rival distaba de ser una de las potencias del momento, el rumano Steaua de Bucarest, con eso sí bastantes internacionales en sus filas. Pero es que además el escenario de la final era el Sánchez Pijuán de Sevilla, a donde no acudirían rumanos al ser todavía un país comunista. Con mejor equipo y jugando de facto de local, pocos esperaban una sorpresa. Pero el partido salió todo lo mal que podía imaginarse. Un Barça espeso y sin profundidad se atascó desde el inicio ante un rival que apenas tenía otro plan que atrincherarse en torno a su portero, el enorme Duckadam. En el minuto 85 Venables toma la decisión más disparatada de su carrera: sustituye nada menos que a Bern Schuster por el defensa Moratalla. Aunque el germano no estaba teniendo su noche, era el especialista del equipo en el balón parado, una de las pocas opciones de romper la sequía de goles de la final. El alemán, rojo de ira, no se queda a ver el resto de la final y se mete en un taxí de vuelta al hotel. El taxista que esta escuchando la final por la radio no da crédito del pasajero que se acaba de montar. La final acaba en tragedia culé: tras empatar a cero en 120 minutos se llega a los penaltis, un escenario que nadie preveía. Urruti cumple su función deteniendo los dos primeros lanzamientos rumanos, pero el que lo borda es Duckadam, que para nada menos que ¡los cuatro que son tirados por los jugadores azulgranas¡

Este desastre marca un punto de inflexión en la trayectoria de Venables que nunca supera la derrota en el envite que podía haber supuesto su entrada en la panteón de la gloria azulgrana. Con la plena confianza todavía de Nuñez sigue adelante con sus planes de britanizar el equipo: Schuster es apartado y contrata a dos delanteros de las islas de mucho postín: el galés Mark Hughes del Manchester United, y el inglés Gary Lineker, estrella del Everton y máximo goleador del Mundial de México 86. Pero su apuesta no funciona: Hughes no se adapta al futbol español y es sustituido a media temporada por Archibald. Lineker funciona mejor pero no es suficiente para impedir un nuevo triunfo del Real Madrid en la Liga. Además tiene roces con otros jugadores del primer equipo como Marcos Alonso, que casi es apartado de la plantilla. Tras no ganar titulo alguno es renovado, pero su proyecto esta ya muy tocado. Tres derrotas consecutivas al inicio de la nueva temporada provocan su cese. Le sustituirá Luis Aragonés, que salva milagrosamente la temporada con la Copa del Rey de ese año. Luego llegará Cruyff para cambiar la historia de la entidad.

Con todo volvió a Inglaterra como un técnico de mucho prestigio que había triunfado en otro país, cosa que ha sido bastante infrecuente en los entrenadores británicos (en realidad la Premier ha terminado por importarlos en los equipos mas importantes). Se reencuentra con Gary Lineker en el Tottemham y los dos le llevan a ganar la Copa y Supercopa de 1991. En 1994 le llega la culminación a su carrera: es nombrado seleccionador inglés con el desafío de preparar la Eurocopa que en 1996 se iba a celebran en la cuna del fútbol. Dirige un interesante selección en la destacan buenos elementos como el portero Sheman, los delanteros Lineker y Alan Shearer, el controvertido Gascoine y un joven MacManaman . Pero son detenidos por su habitual bestia negra en semifinales; Alemania, que gana en la tanda de penaltis. Tal y como le había ocurrido en Sevilla diez años antes.

Dejó un buen recuerdo en Barcelona al llevar a las vitrinas del Camp Nou un titulo largamente esperado y que predecesores mas ilustres no consiguieron. Y tal como se ha dicho es uno de los pocos entrenadores británicos que consiguió éxitos fuera de su país, y en uno de los equipos mas exigentes del mundo

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