Era 25 de abril, no recuero el año, pero la fecha sí. Me acuerdo del día porque era mi cumpleaños, llevaba apenas tres meses viviendo en Roma y no tenía muchos planes para celebrar el aniversario de mi nacimiento. Para más inri, era fiesta y no había que ir a trabajar,  Italia celebraba el día de la Liberación. Una fiesta que recordaba la expulsión de los nazis del país durante la II Guerra Mundial, el motivo de la fiesta me sorprendía ya que siempre entendí que Italia era parte del eje y aliado de los alemanes en esa contienda bélica, la capacidad de conseguir darle la vuelta a todo de los italianos me asombraba.

imagen: Luis, Pedro y Esther en los aledaños del Esatdio Olimpico antes del partido Roma-Fiorentina)

Desde primeras horas de la mañana mi teléfono no dejaba de sonar, a pesar de la distancia, mi gente querida se acordaba  de mí. ¿Qué planes tienes para hoy?  Preguntaban la mayoría con curiosidad y a todos les contestaba entusiasmado ¡Después de  tres meses en esta ciudad por fin  voy a ir a un partido de La Roma! La Roma es uno de los dos equipos de la ciudad eterna,  desde el momento en que aterrice en el aeropuerto de Fiumicino  y sin saber muy bien “porque” despertó en mí una gran simpatía.

Al partido me acompañaban Pedro y Esther, dos españoles, que como yo, llevan escasos meses en Italia, a Pedro lo conocí en la oficina y desde el primer momento congeniamos bastante bien. Esther era y sigue siendo su mujer. Ninguno de los dos sabía que era mi cumpleaños, yo por timidez no les comente nada. Pasado el tiempo y viéndolo con perspectiva, fue una tremenda suerte pasar ese día con ellos. Pedro y Esther se convirtieron en mi familia romana, con ellos pasaba la mayoría de mi tiempo libre. Recuerdo con nostalgia los paseos en bicicleta con Pedro atravesando Vila Borghese para acabar sumergiéndonos en una elegantísima piscina. Una temporada nos dedicamos a recorrer las iglesias de Roma, era una excusa estupenda para “patear” la ciudad. Solíamos terminar cerca de Piazza Navona en una “garito” llamado el Bar del Fico y no había día que no cayéramos en la tentación de tomarnos un helado de Stracciatella. Si la noche se terciaba podíamos terminar  tomando una copa en  los antros de perdición que tenía Roma, que por suerte o por desgracia se contaban con los dedos de la mano. Pedro y Esther me hicieron mucha compañía en mi periplo romano, en los buenos y malos momentos tuve la suerte de sentirlos cerca de mí, su amistad perdura todavía hoy.

imagen: calle del barrio romano del Trastevere

El partido que fuimos a ver ese 25 de abril fue un Roma Fiorentina. El entrenador de la  Roma era Luis Enrique, ese año el equipo grana se había españolizado, el delantero era Bojan una promesa de la Masía que iniciaba un periplo por el extranjero que terminaría alejándole de los focos mediáticos. El lateral era José Ángel un canterano del Sporting que tras una temporada pletórica en el Molinón había recalado en la capital italiana con vitola de emergente promesa. Además había mucho jugador con pasado en la liga española,  era los casos de Cicinho, Heinze, Gago y Osavaldo.

El día era primaveral en todos los sentidos, así que pudimos disfrutar de una buena jornada de calcio italiano. La Roma no puso de su parte y perdió el partido. Recibió un gol en el minuto 1 y otro en el 93, de película de terror, el precioso Estadio Olímpico despidió a  Luis Enrique con  insultos. Pedro, Esther y yo quedamos perplejos con la hostilidad que despertaba el técnico asturiano en la afición romanista.

El partido no tuvo mucha más historia, sin embargo esa fue la primera vez que vi jugar a la AS Roma en el Olímpico. Fue también la primera vez que vi a un mito del futbol como Francesco Totti jugar al futbol en directo. Totti es uno de esos jugadores a los que se les respeta y admira instintivamente. El momento en que la Curva Sud del Olímpico gritó al unísono ¡UN CAPITANO C´E´ SOLO UN CAPITANO!, mientras Totti les aplaudía con el brazalete de capitán en el brazo fue sin lugar a duda mi mejor regalo de cumpleaños.

imagen: Puesto ambulante de la ciudad de Roma vendiendo camisetas de Francesco Totti

Después de este partido llegaron muchos más, me convertí en asiduo al Estadio Olímpico animando a  la Roma. Terminé comprando la camiseta grana de la Roma que podéis ver en este escrito, la camiseta no la adquirí en una tienda oficial del club, ni en Estadio Olímpico, tuve la inmensa suerte de comprarla en una sorprendente y exquisita tienda de futbol que había en  Vía Nazionale muy cerca de la  Piazza della Repubblica. La camiseta me resultó desde un primer momento preciosa, si bien el modelo Kappa me lo ha hecho pasar bastante mal. Se trata de esas camisetas talladitas que te dejan en evidencia si has tenido excesos gastronómicos y Roma está repleta de tentaciones.

Me despedí de Roma y de la Roma años más tarde. Me fui con un sentimiento profundo a esta ciudad.  Roma es de esas ciudades de la que te enamoras perdidamente al ver la belleza del Coliseo, la majestuosidad de la Basílica de San Pedro, o cuando sin más recorres sus barrios históricos como la Garbatella, el Testaccio o Trastevere. Sin embargo y al igual que sucede cuando te enamoras de una díscola pizpireta acabas odiándola por el caos, la incertidumbre y la  bella decadencia que tiene su esencia. Roma es la esquizofrenia hecha ciudad.

Roma me dejó muchísimas cosas, pero sin lugar a duda me quedo con dos, la amistad con Pedro y Esther y la afición a la A.S. Roma.

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