
El pasado martes, 2 de diciembre de 2025, la selección española de fútbol femenino se proclamaba campeona de la Women´s Nation League. En el estadio Metropolitano, con más de cincuenta mil espectadores en las gradas, Irene Paredes alzaba al cielo de Madrid la copa de campeonas.
Al día siguiente las portadas de los principales periódicos de nuestro país recogían la instantánea de la capitana de la selección con el trofeo entre sus manos. Un reflejo, más que evidente, de cómo España presume con orgullo de su selección femenina de fútbol.
Hay muchas y buenas razones para ello, en los últimos años los éxitos deportivos y sociales de este grupo de futbolistas han sido más que relevantes. De hecho, la imagen victoriosa del martes no es algo puntual.

En el verano de 2023, la selección femenina de fútbol ganó el Campeonato del Mundo. Tras décadas viviendo en las tinieblas de la información, por fin, a las futbolistas españolas les llegaba su momento. El país, feliz por la magnitud del triunfo, se disponía a celebrar la más importante victoria de nuestro fútbol.
Sin embargo y por desgracia todo quedó empañado por la polémica. El famoso beso de Rubiales a Jenni Hermoso cambió el foco de atención. Se dejó de hablar de fútbol y comenzó un debate, agrio para unos y esperanzador para muchos más.
Nuestras futbolistas se habían proclamado campeonas del mundo, pero ahora se disponían a luchar por algo mucho más importante, la dignidad. De nuevo tuvieron éxito, en todos los rincones de planeta se pudo escuchar con fuerza su celebre, “Se acabó”.
España es hoy, un país diferente al del verano de 2023. La determinación de nuestras futbolistas ha conseguido hacer una sociedad mejor.
España es hoy, un país diferente al del verano de 2023. La determinación de nuestras futbolistas ha conseguido hacer una sociedad mejor. Jenni Hermoso es ovacionada en el Metropolitano mientras que a Rubiales le lanzan huevos por la calle. Definitivamente “Se acabó”. Ya nada volverá a ser como antes.
La transformación que ha conseguido este grupo de mujeres va más allá del deporte. Su repercusión social se siente, se percibe, en las calles y avenidas de nuestros pueblos y ciudades. Sin ir más lejos, el pasado martes, pude ver con mis propios ojos, en una cantina del barrio de Peñagrande en Madrid, como un grupo de muchachos, varones todos ellos, veían atentos y apasionados la final que disputaba nuestra selección femenina de fútbol.

Comprobé, mientras disfrutaba del partido, que ninguno de aquellos chiquillos diferenciaba entre hombres y mujeres. Algo impensable en el Madrid de mi infancia, adolescencia o juventud. Los chavales simplemente se identificaban con deportistas que al igual que ellos sienten como propia la camiseta roja de la selección. La nuestra, la de todos, independientemente de género, procedencia o condición. No me pude resistir e inmortalicé el momento.
Tal vez esa foto no sea portada de ningun periódico, no se ven jugadoras festejando, no tiene copas, trofeo, ni el tradicional confeti volando. Sin embargo, en ella está reflejada la gran victoria de nuestras futbolistas y de la selección femenina de fútbol. ¡Enhorabuena, campeonas! ¡Habéis cambiado un país! ¡No dejéis de hacer historia!


Que importante lo que has relevado en tu artículo Luis. Ser campeonas del mundo es un tremendo privilegio para las jugadoras españolas pero cambiar la dignidad de género de todo un pueblo y más es un paso de avance social irredargüible