Contamos la historia de la primera gran estrella del fútbol alemana,  Adolf Urban, extremo del Schalke 04 en la década de los treinta. Un vida peculiar que termino de forma trágica. 

“Los hombres guerrean para adquirir un pedazo de tierra donde ser prematuramente enterrados”. Santiago Ramon y Cajal

A principios de 1914 en Gelsenkirchen, una humilde familia, espera el nacimiento de su primer hijo varón. Los Urban llevaban poco tiempo instalados en la cuenca del Ruhr. Originarios de la Prusia oriental habían decidido dejar su Olstyn natal (actualmente Polonia) en busca de un futuro mejor en la incipiente industria minera de Gelsenkirchen.

La noche del 9 de enero de 1914 nace Adolf Urban. Un bebé que llegó al mundo con un talento inesperado. Una capacidad que lo convertirá en orgullo de su sacrificada familia y también de la ciudad que le vio nacer.

Aquel niño sobrevivía a los avatares de la vida dando patadas a un balón de cuero. Poco a poco fue destapando un ingenio particular. En poco tiempo ese juego se convertiría en su pasión.

Adolf creció entre metales, carbón y polvo. Su infancia no fue fácil. Eran años complejos en Europa. Sobrevivió a la I Guerra Mundial. Con los ojos de un niño vio caer el Imperio alemán. Con esa misma inocencia presenció cómo se creaba una voluntariosa y escuálida República a la que se apodo Weimar. Durante su pubertad también convivió con una pandemia. De repente en Europa apareció la gripe española que llenó al viejo continente de fiebre y sollozos.

Aquel niño sobrevivía a los avatares de la vida dando patadas a un balón de cuero. Poco a poco fue destapando un ingenio particular. En poco tiempo ese juego se convertiría en su pasión. Las habilidades de Adolf causaban furor en la escuela primaria de Gelsenkirchen. Entre los compañeros de pupitre se había convertido en el mejor jugador de un nuevo deporte que recorría Europa, el fútbol.

Cuando Adolf cumplió doce años se incorporó a la cantera del mejor equipo de su ciudad, el Schalke 04. Allí se convertiría en héroe, un icono para su familia, sus amigos y paisanos. En 1933 debutaría en el primer equipo azulón. El mismo año que su tocayo, Hitler, se alzaba con el poder en Alemania.

Con los nazis gobernando, Alemania dejaba atrás su endeble Republica y se convertía en un Reich, el tercero de su historia. Convencidos de su poderío germánico, Alemania cambió, dejo atrás una crisis económica. Se olvidó de aquel crack de 1929 y se propuso dominar el mundo. Desgraciadamente no lo hizo de forma pacífica. Los nazis, extremos y violentos, no tuvieron reparos en derramar la sangre necesaria para conquistar Europa.

Aquellos años en que Hitler comenzó a implantar su régimen, Adolf Urban ya era un futbolista contrastado. En 1934, el Schalke 04 conquista el campeonato alemán. La final del torneo se juega en Berlín, Urban fue uno de los once jugadores azulones que disputaron ese partido.

Su vertiginoso juego, eléctrico y lleno de calidad le abrieron las puertas de la selección alemana. En 1935 debuta en un partido jugado contra Luxemburgo. Urban conseguirá ser convocado para representar a Alemania en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.

En aquellas Olimpiadas, Adolf y su tocayo unirán sus caminos. El Fuhrer, deseoso de celebrar éxitos del deporte alemán acudirá al Estadio Olímpico de Berlín para ver un emocionante partido entre Alemania y Noruega. Los nórdicos amargaran el momento de los dos Adolf. Con un sorpresivo dos a cero eliminaron a Alemania. Un Hitler colérico por la derrota abandonó a toda prisa el mítico estadio de Berlín. Se cuenta que este fue el único partido de fútbol que disfrutó en vivo el dictador alemán.

A pesar de aquella derrota, Urban volvería a la selección. Incluso continuó en el equipo tras el Anchluss. La anexión de Austria deparó el desembarco de muchos talentosos jugadores austriacos en la selección alemana. Una desafortunada lesión le privó de acudir al mundial de 1938. Pero Adolf Urban siguió conquistando laureles de victoria con el Schalke 04. Dominador del futbol alemán en aquella época.

En 1939 comenzó la II Guerra Mundial y Adolf Urban fue llamado a filas. Paradójicamente la estrella del fútbol del momento se convirtió en un saldado más del ejército nazi. En 1942 fue destinado al frente ruso. Posiblemente el lugar más parecido al infierno que había sobre la Tierra. Urban murió en la batalla de Staraya Russa. Desgraciadamente fue alcanzado por dos disparos, uno en la cabeza y otro en el pulmón.

Urban murió en la batalla de Staraya Russa. Desgraciadamente fue alcanzado por dos disparos, uno en la cabeza y otro en el pulmón.

Adolf Urban sabía que la guerra le llevaría a un trágico final. A sus más allegados les dijo en varias ocasiones “No voy a sobrevivir a esta guerra”. Con tan solo veintinueve años, la primera estrella del futbol alemán perecería en el campo de batalla. Su cuerpo fue enterrado junto con sus compañeros de armas en tierra rusa. Ahí reposó durante décadas.

Pero en 2016, casi setenta años después de su muerte, los dirigentes del Schalke 04 rescataron los restos de Adolf Urban del cementerio alemán en que descansaban. Lo repatriaron y le dieron sepultura frente al estadio del Schalke 04 en Gelsenkirchen.

Afortunadamente hoy Adolf descansa en su casa, en la fría y sombría cuenca del Ruhr. Un lugar que le vio crecer y triunfar jugando al fútbol. La maldita guerra impidió que pudieran morir en ella. Sin embargo, gracias al Schalke 04, hoy descansa para siempre ahí.

2 thoughts on “Adolf Urban

  1. Imposible, tras leer el artículo, no recordar esas estrofas de “solo le pido a Dios; que la guerra no me sea indiferente; es un monstruo grande y pisa fuerte; toda la pobre inocencia de la gente”.
    Como siempre, excelente nota. Enhorabuena.

Leave a comment.

Your email address will not be published. Required fields are marked*