
El Napoli se ha proclamado nuevamente campeón de Italia. Segundo título liguero en las últimos tres temporadas. Sin duda, se trata de un éxito futbolístico con enormes implicaciones sociales. Para entenderlas mejor, repasamos la historia del club napolitano.
Italia es un país desigual en su esencia y dispar en su realidad. La diferencia estructural entre un norte industrial y germánico frente a un sur pizpireta y mediterráneo, conforman un país repleto de rivalidades. Un país contradictorio donde el amor y el odio entre regiones impregnan su día a día. El fútbol como no podía ser de otra forma no ha sido ajeno a esta polaridad.
El calcio italiano, como casi todo en el país transalpino, ha estado dominado históricamente por los equipos del norte. Sin embargo, existe un club en el sur que se rebela constantemente contra la tiranía de las escuadras de Milán y Turín. Ese club es el Napoli y en su esencia hay una pasión de dimensiones incalculables. Un sentimiento de orgullo por una tierra eternamente despreciada por los pollentones del norte.
El fútbol en Nápoles tiene aroma a lava, a mediterráneo, a modo de vida y atracción fatal. Un lugar donde no hay diferencia entre el amor y el odio. Desde su fundación en 1926, el Napoli revindica a los terroni de Italia.
El fútbol en Nápoles tiene aroma a lava, a mediterráneo, a modo de vida y atracción fatal. Un lugar donde no hay diferencia entre el amor y el odio. Desde su fundación en 1926, el Napoli revindica a los terroni de Italia. Sin embargo, las armas para sacudirse el dominio del norte han estado lejos del Vesubio, incluso más allá de Italia.
El primer gran jugador del Napoli fue el brasileño Luis Vinício. Su primer título la Copa Italia de 1962, extrañamente conquistada militando en la Serie B, se debió a las artes tácticas de un entrenador argentino, Bruno Pesaola. La segunda copa, la de 1976, tuvo como estrella un norteño de Bérgamo llamado Giuseppe Savoldi.
En los ochenta cuando el Napoli vivió su edad de oro un futbolista brilló sobre el resto, se trataba del astro argentino, Diego Armando Maradona. Cuando “El Pelusa” aterrizó en el Vesubio se ganó todo, se conquistó a todos y se llenó de orgullo a las gentes del sur. El doblete de 1987, la Copa de la UEFA de 1989 y el Scudetto de 1990 llevaron el éxtasis a una ciudad enamorada de su único dios, Maradona.
La orgia futbolista del Napoli de Maradona acabó como acaba casi todo en Nápoles…mal, por no decir rematadamente mal. El dios del fútbol sucumbió a las flaquezas de un mortal ser humano. Un día de buenas a primeras se fue y nunca más volvió. Su cruel salida se atragantó. La borrachera terminó con una dura resaca. El desamor, la pérdida del hijo prodigo desembocó en una melancolía que terminó en refundación en 2004.
La conquista de estos dos últimos scudettos reafirman la rebeldía histórica del Napoli. Puede incluso que tengan más merito que los conquistados a finales de la década de los ochenta.
Sin embargo, “El soldado enamorado”, canción napolitana que recibe al equipo en el estadio, no podía dejar de ser escuchada en la elite del fútbol. De la mano de un nuevo presidente, Aurelio de Laurentis, el Napoli resurgió con furia. Alla por 2010 aterrizaron nuevos jugadores como Lavezzi, Cavanni y Hamsik. Se volvió a ganar, se conquistaron tres Copas de Italia. Pero Nápoles quería más. Necesitaba conquistar el Scudetto. Por fin en 2023 lo consiguió y en 2025 lo repitió.
La conquista de estos dos últimos scudettos reafirman la rebeldía histórica del Napoli. Puede incluso que tengan más merito que los conquistados a finales de la década de los ochenta. Aquellos tenían xerografiado el nombre de Maradona, estos son una victoria coral. Independientemente de eso, el calcio vuelve a mirar al sur.