El siglo XX fue el siglo de los avances tecnológicos, del desarrollo de la medicina y la expansión de las cuotas de bienestar en la sociedad. Fue un siglo de vanguardias, luchas, conquistas, victorias, derrotas, desastres y guerras. Fue un siglo convulso, dinámico y emocionante. Entre las muchas cosas que nos dejó el siglo XX están los Mundiales de Futbol. En 1930 se disputó la primera copa mundial de futbol organizada por la FIFA, acudieron al evento trece países, Uruguay, país anfitrión, se proclamó campeón. Desde entonces se han disputado veinte ediciones, jugándose cada cuatro años, si bien en los años cuarenta debido a la segunda guerra mundial no pudo se disputaron.
Los mundiales se han convertido en el mayor espectáculo deportivo del mundo, acaparan audiencias millonarias por todo el planeta, las selecciones de futbol son catalizadores patrióticos que llenan de orgullo o de amargura a sus conciudadanos. Los mundiales trascienden más allá de lo deportivo, son una manifestación identitaria y una reivindicación nacional.
La masificación del campeonato puede afectar al espectáculo deportivo.
La FIFA aprovechando la repercusión mediática que han adquirido los mundiales de futbol, ha ido globalizando los campeonatos. Por un lado la organización de la Copa del Mundo se ha llevado a todas las latitudes posibles, disputándose Mundiales en Japón, Sudáfrica y próximamente en Qatar (para beneficio económico de los dirigentes del futbol). Por otro lado se han ido aumentando el número de participantes hasta llegar a las 32 selecciones actuales que disputan el mundial de Rusia. Teniendo los 5 continentes representación en el evento.
Aparentemente dotar a los Mundiales de una estética global e internacional tiene un sentido natural y parece una idea de toda lógica. Si bien y si profundizamos detenidamente, no podemos obviar que la masificación del campeonato puede afectar al espectáculo deportivo.
Al mundial acuden selecciones con niveles futbolísticos muy desiguales. Al ampliar el número de participantes las selecciones con un nivel futbolístico más bajo aumenta. Las selecciones que de por si tienen menos talento individual saben que para poder suplir esta desventaja deben acudir al rigor táctico, lo que conlleva equipos de futbol muy organizados, con planteamientos tácticos defensivos. No es criticable la tendencia táctica de los seleccionadores, de hecho todo lo contario, es más que comprensible. Si bien esta tendencia de los organizadores puede llevar a la saturación y a la superfluidad.
En contraste al bajón de la calidad del juego que puede producirse con el aumento de los participantes en las primeras fases de los mundiales, la emoción y la competitividad aumentan. El desarrollo táctico ha igualado todo. Las selecciones que a priori se consideran inferiores ponen en enormes dificultades a las selecciones favoritas.
Es una evidencia que los Mundiales de futbol están evolucionando, cada vez son más universales, cada vez son más emocionantes y esto es una buena noticia. Pero no estaría de más revindicar el juego. Cada vez es más difícil ver en los Mundiales partidos abiertos, con alternativas, donde los jugadores se liberan y esto sin embargo es una mala noticia.