Han pasado los octavos de final del Mundial y la verdad es que no han bastado para saciar el hambre de futbol acumulado durante cuatro años. Después de una fase de grupos caracterizada por la igualdad y la emoción que proporcionan los marcadores ajustados, pero escasa de calidad y fútbol vistoso, ha llegado esta nueva fase marcada con la inercia que le dejaba los partidos anteriores.

Lo más significativo quizá ha sido que estos octavos han dejado fuera a los dos mejores jugadores de la época como son Messi y Cristiano Ronaldo. Confirmando que en el fútbol que se está viendo en Rusia prima el colectivo ante las individualidades. Y hablando de individualidades, tal vez el único partido que se ha salido del mencionado guión anodino fue el Argentina – Francia, en el que se pudo ver un gran partido. Con nada menos que siete goles  y con un jugador que pareció querer aprovechar la circunstancia de que  los dos grandes se iban a ir a casa para empezar a mostrarse y dejar claro que muy probablemente él será el que acabe bajando del trono a los dos coleccionistas de balones de oro de la última década. Y es que Francia ganó a Argentina con un gran Mbapé y se situó además como una de las favoritas para levantar la copa porque demostró ser un equipo muy compensado en todas las líneas además de estar lleno de figuras.

La tanda de penaltis final, con dos penas máximas falladas de cinco tiradas, no fue más que el reflejo de lo que ha sido su historia en Rusia 2018.

Emoción tampoco faltó en el Bégica 3 – Japón 2, en el que por unos minutos el nipón Inui asumió el papel que se suponía reservado para Hazard y puso a su equipo dos arriba. En la segunda parte, para alegría de los belgas, el entrenador “Bob” Martinez supo mover bien el equipo e “in extemis” pudo imponerse a los japoneses. Bélgica llegó como favorita pero si no mejora en defensa le será muy difícil poder dar la campanada, en cualquier caso, sigue siendo otra de las selecciones que apetece ver.

Partidos más claros para el ganador fueron el Uruguay 2 – Portugal 1, que aunque la diferencia en el marcador fue de tan sólo un gol, nunca se vio a una selección portuguesa capaz de superar en juego a los charrúas. Al igual que México, muy lejos de la Brasil de Neymar que está yendo de menos a más y  parece que en esta ocasión si viene con la idea seria de querer levantar la sexta copa del mundo.

En el resto de partidos fue la igualdad la tónica principal. Se vio en el Suecia – Suiza en el que los nórdicos ganaron por la mínima en lo que a juego y goles se refiere. Y si de igualdad se habla, qué decir del España – Rusia, Croacia – Dinamarca y Colombia – Inglaterra, en los que todos tuvieron que llegar a penaltis después de haber empatado a un gol en los ciento veinte minutos reglamentarios. Hay que ser honestos y reconocer que la emoción de una tanda de penaltis en el mundial compensa las dos horas previas de futbol especulador y en algunos casos caso falto de ideas. Tras las tandas, pasaron a la siguiente fase Rusia, Croacia e Inglaterra. Efectivamente, España no estará en cuartos y este hecho se menciona al final del artículo porque su juego no se merece que se hable de España antes del resto de selecciones, que sí parece que saben a lo que juegan. España fue de más a menos en la competición, o mejor dicho, de muy poco al cero absoluto. La tanda de penaltis final, con dos penas máximas falladas de cinco tiradas, no fue más que el reflejo de lo que ha sido su historia en Rusia 2018, que deja al aficionado español con la misma sensación que cuando uno está en un atasco y piensa que todas las filas de coches avanzan mientras que la propia permanece inmóvil. Porque las grandes selecciones como Inglaterra o Croacia supieron tirar los penaltis y la semana próxima seguirán peleando por avanzar por la parte fácil del cuadro, que debería haber permitido a España soñar con una final mundialista ocho años después de aquel gol de Iniesta, que por cierto, fue uno de los que lanzó y marcó contra Rusia. Quién iba a pensar que ese disparo a la postre sería el último balón con el que el mago Andres Iniesta haría disfrutar a la afición española. Claramente, merecía otro final.

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