La selección sub-21 de España se proclamó campeona de Europa el pasado domingo 30 de junio siendo además fiel a un estilo que ha proporcionado a España grandes triunfos.

Pocos ámbitos –al menos en este reciente s. XXI han suscitado tanta adhesión, sensación de pertenencia y comunidad como la selección  de futbol nacional.  En un momento  donde la Identidad es un concepto que evoca fragmentación y pluralidad, más que una unión fagocitada por el triunfo de la posmodernidad, un grupo de futbolistas consigue en estos infernales días de comienzo de una canícula que da paso a un periodo de reflexión futbolística, el milagro de la unanimidad. Unanimidad en torno a una idea de futbol implementada con belleza y corazón, y que desafía viejos perjuicios e instala una concepción moderna de sentimiento a unos colores.

Unanimidad en torno a una idea de futbol implementada con belleza y corazón, y que desafía viejos perjuicios e instala una concepción moderna de sentimiento a unos colores.

Pese al pretérito historial futbolístico español, con victorias tan legendarias como la selección vencedora de la Euro del 64 o la Olímpica que conquistó Barcelona en la final de los juegos de 1992, no fue hasta 2008 cuando descubrimos nuestra esencia. Este concepto del “tiki- taka” acuñado por el gran Andrés Montes y creado por Luis Aragonés  ya desde aquel mundial de Alemania en 2006, concilió segmentos de población de improbable comunión en torno a un ideal que combinaba una técnica excelsa en todos los segmentos del campo y una irrenunciable manera de entender el futbol más allá del resultado.

Selección Española campeona olímpica en el 92

 Esta concepción “Menotista” del juego, ha dado lugar a la época más floreciente del futbol español con dos campeonatos de Europa y un Mundial consecutivos.

Pero más allá de los triunfos de la selección absoluta –últimamente difuminados por las pobres participaciones en los mundiales de Brasil y Rusia y la Eurocopa de Portugal- la selección sub 21 reivindica un legado glorioso con tres europeos casi consecutivos, y que fulmina la sensación de accidente glorioso que acompaña los logros de una selección incapaz de deshacerse de un descreimiento casi congénito de muchos ciudadanos españoles.

 Esta concepción “Menotista” del juego, ha dado lugar a la época más floreciente del futbol español con dos campeonatos de Europa y un Mundial consecutivos.

Y eso que este reciente campeonato de Europa sub 21 celebrado en Italia comenzó de la peor manera posible, con una derrota ante los anfitriones por 3 goles a 1, que suponía un mazazo casi definitivo y fiaba a poco más de un milagro la clasificación. En una fase clasificatoria donde solo los primeros de grupo y el mejor segundo pasarían directamente a las semifinales, muy pocos vaticinaban el resultado de ayer. La posterior victoria por 5 a 0 contra Polonia y la sorprendente derrota de los italianos frente a esta, convulsionaron un campeonato  reservado hasta ese momento al pentacampeón conjunto azzurro junto con equipos dominantes en los campeonatos absolutos como Francia y Alemania.

El abrumador recital frente al equipo galo en una segunda parte pletórica de toque y verticalidad que olvidaba la decadencia de la posesión adocenada y manierista, tuvo una coronación la noche del Domingo en un partido contra los actuales campeones del torneo –la Alemania de Stefen Kuntz-.

 

La selección española sub-21 celebra el primer gol de Fabián

En un encuentro disputado donde un fulgurante comienzo de la selección española dio paso al empuje físico  teutón, el combinado español supo reunir dentro de su estilo de juego una pasión por la victoria que no debe caer en el olvido. Si en la vida los objetivos se cumplen con una mezcla de corazón, pasión y racionalidad, el futbol representa la concreción e incluso la sublimación de estos ideales Románticos.

Más allá de consagraciones individuales como la de Fabián –elegido mejor jugador del torneo- o Ceballos y los descubrimientos estelares de futbolistas como Dani Olmo, queda la sensación de un Estilo perdurable y que alberga  innumerables tardes de gloria en los años venideros.

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