Parece que la carrera de Marcelo Vieira toca su fin en el Real Madrid tras quince años en el club. Su carrera ha estado llena de éxitos y buenos momentos para el madridismo. Pase lo que pase, ya es una leyenda viva del club blanco. 

Todo el mundo habla de estos días de el papel de Gareth Bale en este Madrid de la 21/22. Un jugador que pudo ser leyenda, pero que se quedará en “uno más” de entre todos los importantes de la segunda mejor época del Real Madrid en cuanto a reinado en Europa se refiere. Todo el mundo se pregunta sobre si hará un último esfuerzo con el fin de dejar un buen recuerdo “por los viejos tiempos” o se quedará en un rol secundario marcado por ese Gales, Golf, Madrid… “In that order”. Las últimas jornadas y comentarios del entorno madridista vislumbran una posibilidad de un fructífero “last dance”. El tiempo dirá cómo queda el nombre de Gareth grabado en la memoria blanca.

Lleva años a un nivel insuficiente para ser titular en el Real Madrid, pero pocos le exigen más. Quizá porque nada más se le puede pedir

Del que nadie se plantea nada sobre cómo será su salida es sobre Marcelo. Es curioso. Lleva años a un nivel insuficiente para ser titular en el Real Madrid, pero pocos le exigen más. Quizá porque nada más se le puede pedir. Marcelo llegó al Madrid hace quince años como uno de esos jóvenes prometedores, con buena prensa de su país de origen, pero sin ninguna garantía de éxito. Cuando alguien llega con dieciocho años al Real Madrid son tantas las variables que entran en funcionamiento que es imposible vaticinar el éxito o el fracaso. Las lesiones, las buenas o malas compañías, la irrupción de otros fichajes o canteranos que hagan competencia, las dinámicas generales del equipo. O la suerte, cómo no, la suerte. En este caso Marcelo tuvo la suerte de tener delante un espejo donde mirarse que era nada menos que el mejor lateral izquierdo que había pisado el Real Madrid. El paradigma del nuevo lateral que atacaba más, o además, que defendía. Y Marcelo, tal vez por la influencia de Roberto Carlos se acabó convirtiendo en una leyenda viva para el madridismo.

Marcelo entrena junto a Roberto Carlos. Foto: marca.es

Llegó como un joven con cara de niño y aspecto vulnerable. Fue presentado acompañado por la mayor leyenda del madridismo, Don Alfredo.  Quien, aquel día mientras los fotógrafos hacían su trabajo de inmortalizar el momento, tras leer el nombre de su camiseta, les espetó un – Marcelino… pan y vino- mientras le regalaba una de esas sonrisas eternas. Nuestro joven futbolista, probablemente sin saber a qué se refería, le sonrió de forma nerviosa, tal vez impresionado por lo imponente de la figura de “La Saeta” y todo lo que significaba para el madridismo.  Quizá fue premonitoria aquella alusión al pequeño Marcelino, quien su historia contaba cómo acababa teniendo “línea directa” con el Altísimo, en el sentido de que nuestro Marcelo acabó por ser uno de los pocos elegidos que al final de su carrera acabará ocupando un sitio destacado en el Olimpo blanco.

Marcelo es un elegido porque ha logrado el éxito al mismo tiempo que se divertía

El hecho de que Marcelo sea un elegido no sólo se reduce a que haya podido ganar todos los títulos importantes a nivel de club. Haciéndolo además en uno de los equipos grandes, para algunos el más grande. Marcelo es un elegido porque ha logrado el éxito al mismo tiempo que se divertía. Porque su forma de jugar era, es, así. Alegre, como lo es él. Alguien al que no le importaba en qué situación de partido se encontraba para tratar de hacer sus regates, probar subidas vertiginosas por la banda o adornarse con cualquier filigrana con sabor brasileño. Su única premisa era el divertimento. Y eso lo transmitió siempre. Llegó al Madrid y se negó a marcharse cedido, jugó con los galácticos de los que aprendió mucho e incluso les copió algunos de sus tatuajes. Ronaldo, Robinho o Roberto Carlos, fueron su “hermanos mayores” aquellos primeros años, aunque afortunadamente sólo se fijó en lo que hacían en el terreno de juego. Fuera del campo él ha sido un tipo tranquilo y familiar que sigue con su novia, hoy mujer, de toda la vida.  No es fácil ser defensa en un equipo cuya misión es atacar como norma general. Él, apoyado siempre por centrales de garantía, todo sea dicho, consiguió suplir sus carencias defensivas con un aporte ofensivo por la banda izquierda inigualable. Pocos jugadores desde su posición han sido tan decisivos en el juego de ataque de sus equipos y pocos eran capaces de servir de revulsivo cuando venían mal dadas en el marcador como lo ha sido Marcelo.

Marcelo en su presentación junto a Di Stefano. Foto: marca.es

Muchas veces se tiende a medir la autenticidad de un equipo por sus canteranos. Marcelo ha demostrado que lo que realmente importa es que un jugador sienta los colores de la camiseta y sea consciente de lo que esa prenda representa. Marcelo en ese sentido ha sido mucho más madridista que  otros jugadores que hubieran podido salir de la “fábrica” de la Ciudad Deportiva o nacido en cualquier barrio castizo de Madrid. Ha dejado muestras de auténtico amor por el club a lo largo de estos quince años llevando el escudo del Real Madrid. Muy significativa fue su reacción tras meter el 3-1 que sentenciaba aquella final de “La Décima” contra el Atlético de Madrid, en la que además ni siquiera partía como titular, superado en aquel tramo de la temporada por un irregular Fabio Coentrao. Aquel gesto de pura emoción fue cambiado por otro de liberación al marcar su penalti de la tanda de “La Undécima”, también contra los colchoneros. Esta vez, en vez de derrumbarse emocionalmente pasó a golpearse el pecho reivindicando la intención del Madrid de querer ganar siempre y a cualquier rival. Ese carácter ha hecho que nunca se esconda en los momentos duros, siendo uno de los habituales recursos de la prensa después de los partidos tras los que era el habitual portavoz de los jugadores mientras, a la vez que miraba al infinito, trataba de explicar por qué a veces las cosas no salían como debían.  Y por si quedaban dudas de su implicación en el club, queda como muestra la emoción vista en su mirada durante los homenajes recientes al gran Paco Gento, al que apreciaba por lo que para él, como madridista, representaba. Un Paco Gento al que por cierto igualó en títulos poco antes de su triste adiós. Pasando a ser, junto con la Galerna del Cantábrico, el jugador más laureado formando parte del Real Madrid.

Marcelo celebra el penalti marcado en la tanda de la undécima. Foto: okdiario.es

Por eso, a Marcelo no le podemos pedir más. Porque ya no hay nada más que pueda darnos. Quizá ya no tenga condiciones para ser titular en el Real Madrid, pero eso no ha provocado reproche alguno por su parte y ha asumido con naturalidad su papel de capitán cuya misión es hacer que los que llegan puedan dar lo máximo por su club. Como en su día hicieron con él. Tan sólo queda lanzarle el reto de que siga disfrutando el tiempo que le quede vistiendo la camiseta blanca, porque eso hará disfrutar al madridismo. No sé qué tendrá pensado para su futuro, lo que está claro es que en el futuro, cuando se hable del Real Madrid y de sus éxitos, el nombre de Marcelo saldrá como uno de los que más tuvieron que ver en ellos.

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