El futbol, bien entendido, puede ser el mejor medio para alcanzar la paz. Cuando se utiliza como elemento de unión es insuperable. Sin embargo no siempre lo consigue. Reflexionamos sobre nuestro querido deporte y los trágicos hechos que nos rodean. 

Europa vive semanas convulsas. La guerra de Ucrania nos ha soliviantado amargamente. El sectarismo, la intolerancia y la violencia germinan de nuevo en nuestro continente. Las imágenes que nos llegan del conflicto son trágicas. La destrucción y la muerte inunda televisiones, redes sociales y tertulias. El impacto es brutal.

Imaginar los sentimientos que tienen hoy los ucranianos parece frívolo. Un pueblo que está viendo como en apenas un par semanas, sus pacificas vidas han cambiado por completo. Su mera existencia está en riesgo. Sobrevivir se ha convertido en un proyecto de vida. Un objetivo para huir de una aniquilación irracional, propia de otras épocas mucho más oscuras.

El futbol no fue creado para manchar y separar. Nuestro querido deporte es la mejor herramienta para conseguir un mundo en paz.

Sin duda, es difícil para cualquiera de nosotros llegar a entender mínimamente la angustia que el pueblo ucraniano padece. De un día para otro han perdido, casas, hogares y se han separado de sus seres queridos. Un drama, fatigoso e injusto. Cuando la tiranía te quita todo, la vida se transforma en amargura. En el martirio es difícil sonreír y son escasas las cosas que te abstraen del infierno.

Madrid, mi ciudad, vivió en 2004 un ataque despiadado lleno de odio e intolerancia. Aquel 11 de marzo del que esta semana se cumplen dieciocho años, los madrileños nos sentimos atacados. Dieciséis mochilas cargadas de ira segaron la vida de ciento noventa y tres madrileños. Compañeros de fatigas en esta inalcanzable selva de cemento y alquitrán que se llama Madrid.

La indignación y el desconsuelo recorrieron nuestras calles. En aquellos días nos abrazamos más fuerte. El volumen de nuestras voces menguó. No bailamos y tampoco se cantó. La ciudad se llenó de lágrimas y sus calles parecieron más grises y oscuras que nunca. Pero a pesar de las inclemencias nuestras manos se unieron armoniosamente.

Pues bien, el fútbol, nuestro querido deporte, se convirtió en un gran ejemplo. Aquel trágico día de marzo el Barça jugó en Glasgow un partido de la Champions. La afición del Celtic cantó su tradicional “You will never go alone” en homenaje a las víctimas del atentado de Madrid. Los jugadores del Barça, visiblemente emocionados, agradecieron el sentido pésame recibido.

Días después los equipos de fútbol de la capital recordaron con amargura los hechos acontecidos. En los estadios solo había un grito. Era un alarido de paz y de tolerancia. Daba igual el lugar, era el Santiago Bernabéu o el Vicente Calderón o el Campo de Vallecas. En todo ellos el sonido era igual. Eran aplausos de unión, de convivencia. El futbol esos días dejó claro que es una de las herramientas más potentes para unir gentes y culturas. En esos días el futbol estuvo a la altura. Por un momento consiguió abstraernos del infierno.

Contra la guerra y la sin razón, una pelota de cuero.

Sin embargo, este fin de semana, el fútbol no ha estado a la altura. En días trágicos como los que se viven al Este de Europa. Con un país invadiendo otro. Segando vidas y esparciendo miseria, un placentero partido de fútbol en México acabó en batalla. No hubo empatía. Las hinchadas del Querétaro y el Atlas de Guadalajara se enfrentaron brutalmente. Los seguidores mas radicales del Querétaro organizaron una cacería para pegar y desnudar a quien apareciera por delante. Lamentablemente estos salvajes aficionados no fueron capaces de entender que cualquier ucraniano daría hoy lo que fuera por ir ver a su equipo al Estadio.

En la ciudad de Querétaro donde un buitre vestido de rojo unió a millones de españoles allá por 1986, miles de hinchas se enfrentaban por un misero partido de fútbol. Mientras el mundo ve como los tanques rusos arrasan un país, unos hinchas descontrolados sacaban sus cuchillos. Cuando la crueldad de la guerra esta tan cerca parece ridículo inventarse batallas. El mundo increíblemente sigue levantando muros, inventándose guerras y fingiendo batallas. El futbol no fue creado para manchar y separar. Nuestro querido deporte es la mejor herramienta para conseguir un mundo en paz. Contra la guerra y la sin razón, una pelota de cuero.

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