La Pandemia que padecemos ha hecho que el fútbol se juegue a puerta vacía. Los partidos se disputan sin espectador en las tribunas. Reflexionamos sobre este nuevo fútbol. Nos acordamos de lo bonito que era estar en la grada.

Vamos camino de cumplir un año de pandemia. Doce meses en las que han cambiado demasiadas cosas. Tiempo en el que hemos anhelado volver a lo de antes. A eso que ahora se llama normalidad. Pero que simplemente era una vida cotidiana.

El futbol volvió. Pero desgraciadamente solo podemos disfrutarlo en televisión. Las gradas en los Estadios están vacías. El ambiente desprende un frio aroma a plástico. No hay ruido. Ni si quiera murmullos. Los goles se celebran lejos, a demasiada distancia de la portería por donde entró el balón.

La grada representa la pasión, el sentimiento, la confraternización y el compromiso hacia un club.

La ausencia de espectadores está cambiando el deporte rey. Creo honestamente que no para mejor. El fútbol son muchas cosas. Se puede sentir de infinidad de maneras. Pero si preguntamos a un aficionado cualquiera el mejor recuerdo que le ha dado este deporte, la mayoría seguramente se acordará de un pasaje vivido en la grada de un Estadio. La primera vez, el éxtasis de un gol. El abrazo a un desconocido que llevaba una camiseta del mismo color. En definitiva, la grada representa la pasión, el sentimiento, la confraternización y el compromiso hacia un club.

Ver los estadios vacíos descorazona. Se trata de una anomalía propia de estos duros tiempos que nos ha tocado vivir. La última vez que cogí mi “scooter” para ir al Estadio y animar a mi equipo fue hace demasiado tiempo. Sinceramente lo hecho mucho de menos.

En este tiempo de restricciones y confinamientos, he recordado aquellos momentos de grada. Durante este periodo de abstemia en la tribuna me acordé de Nicky Hornby. De su magistral autobiografía “Fiebre en las Gradas”. Un libro que muestra la pasión que genera el fútbol a un simple aficionado.

Posiblemente “Fiebre en las Gradas” es el mejor libro de fútbol jamás escrito. Hornby relata como su vida siempre ha tenido una constante, el Arsenal. A pesar de haber vivido en diferentes lugares. De haber compartido la vida con diferentes parejas. De crecer, madurar y deprimirse. Lo que siempre le acompañó fue el Arsenal.

Posiblemente muchos verán a Hornby como un fanático. Algunos lo juzgarán como un ser pasional con comportamientos irracionales. Su dependencia por su equipo de futbol es total. Pero nadie mejor que él expresa como un sentimiento hacia un club puede dar sentido y compañía a una persona en los frecuentes momentos de soledad que aparecen en la vida.

Hornby narra con detalle a través de sus vivencias la historia reciente del Arsenal. En este repaso vital, resulta interesante la formación de ese sentimiento. Una niñez compleja con una separación de progenitores incluida. En un contexto marcado por las ausencias Nicky encuentra su equilibrio en la grada de Highbury, antiguo campo del Arsenal.

La novela de Hornby refleja con brillantez el embrujo que genera el fútbol vivido en una grada. La pasión y la confraternización que surge en el fondo de un Estadio. La cultura de club. El amor hacia algo intangible como un equipo de fútbol.

El fútbol es mucho más que un espectáculo. Emociona del mismo modo que lo hace el cine o una novela. Pero el latido que provoca un gol, la euforia que da una victoria o la amargura de la derrota, no nacieron para ser vividos en la intimidad. Los sentimientos que provoca el fútbol merecen ser compartidos. El graderío es sin duda el lugar donde la catarsis colectiva cobra sentido.

El fútbol es mucho más que un espectáculo. Emociona del mismo modo que lo hace el cine o una novela. Pero el latido que provoca un gol, la euforia que da una victoria o la amargura de la derrota, no nacieron para ser vividos en la intimidad.

Evidentemente, hay cuestiones que están por encima del fútbol. La salud, posiblemente el bien más preciado que tenemos supera a la emoción futbolera. Las gradas vacías por desgracia obedecen a un criterio racional y lógico. Pero francamente se añora vivir la grada. Cantar, bailar y vibrar con la bufanda de tu equipo.

Volveremos pronto. Nos acordaremos de aquellos que lo tendrán que vivir desde otro anfiteatro por culpa de este maldito virus que lo ha cambiado todo. El fútbol nos ha acompañado en estos duros trances. Pero su vuelta es incompleta. Su retorno únicamente estará consolidado cuando vuelva la fiebre en las gradas.

2 thoughts on “Fiebre en las gradas

    1. Gracias Enrique. Esperemos que pueda ser lo antes posible. Eso significaría que estamos saliendo de la oscuridad de la Pandemia

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