La actualidad de un “Brexit” inminente hace traer a la memoria una lección histórica que el fútbol dio a Inglaterra en forma de derrota contra la Hungría de Puskas
No me atrevería a decir, por incontables, cuántas veces nos hemos referido al fútbol como un elemento integrador. Incluso hemos llegado a decir textualmente en su día que “el fútbol cosió Europa”. No es ajeno a nadie hoy en día que aquel zurcido parece que va cediendo y que un ambiente de despedida empieza a ser la tónica general en cada una de las noticias relacionadas con el tan manido Brexit, más aún después del resultado de estas recientes elecciones británicas. Aquel varapalo que llegó en forma de referéndum para los unionistas parecía que podía ser reconducido tras el análisis de las consecuencias de la eterna negociación sobre las condiciones de divorcio de la isla y el continente y parecía que determinadas plataformas civiles se movilizaban para lanzar un nuevo referéndum en el que ciertas masas que habían permanecido calladas tomaran partido por la opción de seguir juntos y dar un vuelco a lo que aquel 23 de junio de 2016 parecía inamovible. No obstante, las noticias a este respecto cada vez son más desalentadoras en lo que a seguir juntos se refiere ya que al hundimiento de dichas plataformas se une la holgada victoria de Gordon Brown dándole el espaldarazo que necesitaba para ratificar el Brexit duro, lo cual implica dar la puntilla a una relación ya caducada.
No vendría mal en este caso volver a usar el fútbol como ejemplo para mostrar a los británicos las consecuencias que podría tener cuando, como dicen ellos los días que se bloquea el túnel del canal de la mancha, dejan aislado al continente.
No vendría mal en este caso volver a usar el fútbol como ejemplo para mostrar a los británicos las consecuencias que podría tener cuando, como dicen ellos los días que se bloquea el túnel del canal de la mancha, dejan aislado al continente.
Y es que lo que no entienden a base de advertencias financieras o sociológicas quizá lo entenderían a base de una historia futbolística. Y es que, ¿acaso hay algo más “british” que el futbol? Si hasta el propio Shakespeare ya lo nombraba en varias de sus novelas allá por el siglo XVI, si bien aquel era un futbol algo más sanguinario y hasta mortal. Así que no vendría mal recordarles aquel episodio de los años 50 en el que tras haber inventado el futbol hacía más de medio siglo, sus reglas al menos, y considerase por tanto poseedores de la verdad absoluta sobre el mismo, decidieron no compartir terreno de juego con el resto de federaciones europeas por no estar éstas a su altura en lo que a nivel de juego se refería. Es por ello que no participaron en los primeros ensayos de competiciones internacionales de los años 30 y decidieron reengancharse a las mismas en el Mundial de Brasil 50 en el que aquel tiempo de desconexión les pasó factura, siendo eliminados en una fase muy temprana del mismo.
Efectivamente, aquel aislamiento tuvo su final, y para levantarse de aquel patinazo inicial de 1950 empezaron a organizar partidos con selecciones de renombre con el objetivo claro de demostrar al mundo quién mandaba en esto del “football”, subiendo así la moral del aficionado británico. Uno de esos eventos fue un partido de exhibición que se organizó en Wembley el 25 de noviembre de 1953 el cual les enfrentaría a toda una potencia continental como era la Hungría de Puskas con sus “Magiares Mágicos”. Efectivamente fue una exhibición, pero de los húngaros, que ganaron a los ingleses, capitaneados por Wright y con nombres como Merrick, Ramsey o Mortensen, por 3-6.
Aquel día se vio que el aislamiento autoimpuesto por los británicos durante años les había dejado fuera de las nuevas tácticas del fútbol en las que las líneas estaban mucho más juntas, los delanteros bajaban a recibir a la media, había carrileros y el trabajo colectivo empezaba a primar sobre el talento y el esfuerzo físico individual, tal vez a modo de metáfora de las bondades que por aquellos años vendía el comunismo en Europa del Este. Aquel primer “partido del siglo” de la historia será recordado porque encumbró aún más a una histórica selección húngara que estaba llamada a volver a ser campeona del mundo un año más tarde en el Suiza 54, además de dar una lección que quedará para la posteridad con moraleja aplicable a los que pecan de exceso confianza y que de alguna manera renuncian a enriquecer su universo con todo lo que les rodea. Por si fuera poca aquella humillación, la soberbia Inglaterra pidió revancha unos meses más tarde, esta vez en tierras húngaras. El resultado de aquel partido fue de 7-1, una vez más a favor de Hungría… No hay más comentarios, que cada uno lo interprete como quiera.