La Copa del Mundo en Qatar finalizo hace poco más de un mes. Da la impresión de haber pasado mucho más tiempo. En ciertos días las manecillas del reloj avanzan a toda velocidad, en otros días parecen haberse detenido. No entiendo como es que ocurre esto. Da igual, el tiempo pasa, se va, se escurre de las manos y no podemos evitarlo.

Habiendo dejado espacio suficiente a que la fiebre mundialista se disipara por fin pude sacar un par de conclusiones al respecto; la primera, es el momento ideal para iniciar el llenado del álbum del mundial; sin presiones del tiempo, el alto costo que implica, el desabasto y la locura que provoco un par de figuritas similares a las religiosas que caben dentro de la cartera, fui a mi puesto de revista y comencé la travesía. El álbum venia con cuatro sobres, ninguna estampa repetida por suerte.

Segunda conclusión. La fiebre por la Copa, como la pandemia aún no se ha ido del todo. La algarabía continua en tierras argentinas. Se develo el nuevo escudo de la AFA, una actualización con la tercera estrella por encima de las obtenidas en el 78 y el 86; algo no cuadra ni me agrada de esto, toma un protagonismo un tanto excesivo, lo roba; va contra los modelos de selecciones como la alemana, la italiana o la francesa que para ellos vale lo mismo la primera estrella, como la segunda, la tercera o la cuarta. En fin, es Argentina.

Tercera conclusión. Viví la final en casa, mi casa, en México, y digo viví porque me emocione, grite, me enoje y celebre. Al terminar el torneo, domingo al mediodía, me dije y le dije a los demás lo cansado y harto que estaba del futbol, de lo necesario que era para mi tomarme un descanso y quizás volver a mediados y finales de enero del próximo año; el martes, dos días después estaba frente a la televisión, con mi padre compartiendo una cerveza, viendo un partido amistoso intrascendente, de mi equipo, en una copa intrascendente de pretemporada. No disfrute del partido, si no de su compañía.

Después de casi cuatro años volví a casa a pasar las fiestas con mi familia. Atesore cada momento junto a ellos. Volví a mi habitación. Ante la falta de sueño, producto del jet-lag, abrí cajones y descombré cajas olvidadas en el closet; infinidad de revistas, recortes de periódico, posters individuales o de equipos completos, tarjetas coleccionables, viejos álbumes. Rememoré fechas, rankings, tops, equipos, resultados y nombres con sus respectivos rostros; Fernando Torres aún sigue siendo un niño. No termino por entender la atracción que puede provocar Twitch (aun me mantengo dentro del margen de los 20 años).

Poco me interesa jugar en línea o ver a alguien desembolsar dinero físico o virtual para poder armarse su mejor team en el modo Ultimate. Desempolve mi vieja consola. Aun conservo un par de entregas del FIFA. Pase un par de noches jugando la edición 2006 y la Street 2; la misma sonrisa que hace quince años, lindos recuerdos. Espero y un día recuperar la 2004. El origen de todo para mí.

Entre la última semana del año viejo, y la primera del año nuevo, los medios y las redes comenzaron a hablar de ciertos jugadores mexicanos. Guillermo Ochoa, Luis Chávez, Cesar Montes, Alexis Vega, Uriel Antuna y Orbelin Pineda. Todos tienen en común dos cosas: su participación con selección en el último mundial, y que su nombre junto con la palabra Europa vengan en la misma oración. Distintos jugadores. mismo objetivo. Mismo país, diferentes situaciones. Diferentes desenlaces, diferentes opiniones.

Lo dije anteriormente, Ochoa me parece un más un arquero de selección que de club. Es mi opinión. Nadie vio venir aquel documento venido desde Italia con su nombre y un espacio para que estampara su firma. Se marcho a pesar de su edad, el tipo de contrato que el ofrecían y el equipo que solicitaba sus servicios, el US Salernitana 1919. Los comentarios, burlas y criticas se quedaron en migración. Sus dos primeras actuaciones le costaron entrar al once ideal de cada jornada y dichos sobre una posible sexta participación en un Mundial. De golpe, le cayeron ocho goles en noventa minutos. Los comentarios, burlas y críticas lo alcanzaron, se habían escabullido dentro de su equipaje. Respeto su decisión.

Luis Chávez, el hombre del gol ante Arabia Saudita se mantuvo en su club, Pachuca. Aquellos dichos provenientes de tierras europeas no eran más que cantos traídos desde el Atlántico, nada concreto. El norte de nuestro país levanto la mano por él, mostrando el groso costal de billetes que estaban dispuestos a desembolsar. Rechazo la oferta, no cayo en la trampa, entiende que aquello supone vender el alma y cerrar la puerta a una futura salida fuera del país, como anteriormente ha ocurrido con muchos otros jugadores. Aguarda paciente en el centro del país y para todo quienes no vemos con buenos ojos a estos nuevos ricos, supone pintarle dedo al futbol de Monterrey.

Lo de Cesar Montes y Alexis Vega tienen una similitud en su trama. El viejo continente pregunto por ambos. Se les ofreció irse en condición de préstamo a los dos. Montes, apodado el “cachorro” , armó sus maletas y se fue a España como quien ve esto como una oportunidad única en su vida; Vega, decidió quedarse en México con el Guadalajara; la presión por tener que dar resultados en tan poco tiempo y la falta de certitud en su futuro, “el después”, lo llevaron a tomar dicha decisión. ¿Quién tomo la decisión correcta? o, ¿Es que ambos puntos de vistas son válidos?

Lo de Uriel Antuna retrata muy bien uno de nuestros múltiples problemas a nivel de futbol. El futbol griego vino a preguntar por él. Estuvieron dispuestos a pagar por ficharle. Su club, el Cruz Azul, le puso alto precio a su cabeza. La oferta y el interés fue retirado. Una vez más, el dinero por encima de todo. El chico se quedó aquí en México contra su deseo, ¿Cómo podemos llamarle a eso? Cosas del futbol mexicano. Maldita sea.

Por otra parte, y, por último, Orbelin Pineda. Un pequeño destello. Se habla bien de el desde el territorio helénico. Un buen desarrollo de proyecto fuera de nuestras fronteras, poco me importa la liga y el equipo en el que juegue. Lo hace bien y representa.

Termino el periodo de fiestas y con ello las vacaciones. Toca regresar a casa. Es duro. Apenas cruce la primera puerta del aeropuerto que me separo de mi familia y ya tenía el corazón roto. No hay hombre forastero en tierra ajena que no desee volver a casa. No hay ninguno. Guardo cada momento. Reflexiono, sobre el partir al extranjero. Cuando involucra a un jugador hablamos tan fácil del tema, pero, ¿realmente somos conscientes de todo lo que aquello conlleva, el enorme sacrificio, la incertitud, los miedos, los temores, el valor, el sentido y la coherencia que le damos al sueño? Solo el tiempo da la razón o no. Lo hace de forma rápida o lenta. Las manecillas del reloj no se detienen.

Este articulo ha sido elaborado por  nuestro colaborador, Andrés Arrieta.

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