Esta es la historia de un partido que fue importante para Esférico. Nuestra primera vista al Estadio Olímpico de Roma.

Era 2012. Fue una oportunidad profesional, que como todas suele ir acompañada de otra personal. Salir de casa para vivir en otro país siempre permite aprovechar los ratos libres para conocer la cultura y costumbres de tu nuevo hogar. Si además ese país es Italia y la ciudad en concreto, Roma, las posibilidades se hacen infinitas.

Vivir en Roma significa poder aprovechar cualquier rato de ocio para pasear por la ciudad sin rumbo. A diferencia de otros destinos, los monumentos o lugares históricos son los que salen a tu encuentro. Es inevitable aficionarte a la cultura romana. Desde la erudición con la que empezó todo, pasando por el barroco, la canción melódica o hasta la pasta y  los helados. Pero también, si quieres bucear en la cultura romana, debes conocer su fútbol. Porque en Roma, como en toda Italia, el fútbol se vive con una intensidad máxima, como el arte, como la moda…

Poco tardé en visitar el Olímpico para ver a uno de los equipos “archi” rivales de la ciudad, “La Lazio”. Llevaba poco fuera de casa, pero el hecho de que los visitara en una eliminatoria de la Europa League un equipo de mi ciudad, el Atlético de Madrid, hacía que el evento fuera ineludible.  Como anécdota para la historia el Atleti llegaba a Roma con un recién incorporado Simeone. Fue mi primera vista al Estadio Olímpico. El Atleti ganó 1-3 con goles de Adrián y Falcao. Jugó bien, un preludio de lo que el “Cholo” lograría los años siguientes.

Radamel Falcao en el partido ante la Lazio

A las pocas semanas estuve en una de las muchas habituales fiestas de “expatriados”. Eventos en los que gente de fuera de Italia, en la gran mayoría españoles, nos juntábamos en casa de alguno para tomar una “birra”. Solíamos hablar de cómo nos iba la vida allí. Comentábamos los planes que íbamos descubriendo y  cómo nos enfrentábamos a ese maravilloso caos con el que, día a día, funciona la ciudad conocida en su momento como “Caput Mundi”. Allí apareció otro recién llegado, Luis. Había aterrizado en Roma algunos meses más tarde que yo. Él, a diferencia mía, que pude trasladarme con Esther, mi mujer, había venido solo. Dejando a su novia en Madrid y también definitivamente la casa de sus padres, algo que siempre cuesta cuando eres una persona que disfruta de la familia y todo lo que ello implica. Hablamos de temas banales, supongo, hasta que inevitablemente, como siempre que se juntan dos futboleros o tres en este caso, acabó saliendo el futbol.  Probablemente el tema surgió en relación con el reciente partido de debut del Cholo en Europa. En la conversación estaba Esther, afortunadamente también muy aficionada. Ella había crecido siendo socia del mítico Logroñés del Tato Abadía y compañía. Fue la que sugirió aprovechar un fin de semana para ir a conocer el Olímpico. El mecanismo se puso en marcha para buscar fechas próximas de partido. Teniendo en cuenta que, a Esther, Luis y a mi nos despertaba mayor simpatía la Roma, nos emplazamos para ir a verla en su próximo partido en casa, que además era contra otro histórico; la Fiorentina.

Era una mañana de abril. De esas en las que la primavera en Roma es ya evidente. La típica humedad de Roma hace que los amaneceres sean frescos en esa época. El día ya empezaba a apuntar caluroso gracias a ese cielo “sereno” como dicen en Italia. Quedamos en una de las calles próximas a nuestra oficina para coger el autobús. Llevábamos el suficiente tiempo para saber que en aquella época nadie pagaba el transporte público. Como se traba de hacer una inmersión en la cultura local, hicimos lo propio. Nos sorprendió que Luis llevará un abrigo de crudo invierno. Supusimos que sería consecuencia de uno de esos mensajes de madre que se encuentra al otro lado del Mediterráneo advirtiéndote sobre que te cuides de la traicionera humedad. Del mismo modo nos sorprendió durante el camino que nuestro amigo no dejara de recibir llamadas. A todas ellas contestaba con un “gracias” y se emplazaba a celebrar algo al año que viene. Evidentemente, era su cumpleaños. No nos había dicho nada por ese pudor tan típico por el que no quieres que los demás se sientan obligados a felicitarte. Hoy, pasados más de diez años, me alegro especialmente de haber compartido aquel día con Luis. Lo que seguro iba a ser una mañana invadida por la morriña, no en vano por sus venas corre la mitad de sangre gallega, se convirtió en un día inolvidable. Año tras año, Esther y yo recordamos aquel partido cuando felicitamos a Luis por su cumpleaños.

La llegada al Olímpico fue impactante. Lo cierto es que el estadio gana mucho con la luz del día. Así se aprecian mucho mejor las colosales estatuas, las amplias avenidas y los edificios aledaños dedicados a otros deportes como tenis o atletismo.  Impresionan las altísimas copas de los pinos que rodean ese estadio. Aunque su interior fue reformado, la estructura exterior conforma un complejo de arquitectura fascista de la que Roma, muy acertadamente, no se acompleja y a la que sigue dando uso al igual que a otras edificaciones de aquellos años. Estos han terminado siendo iconos de la ciudad, de la misma manera que lo son el Coliseo o la Fontana di Trevi.

Vista del complejo del Estadio Olimpico

El interior del estadio es diferente, la pista de atletismo hace que los aficionados de los fondos queden algo lejos de la portería. Además, el estadio no estaba ni mucho menos lleno. Ese día era festivo por ser el “Dia de la Liberación Nacional”, pero la realidad es que raramente se llenaba. Era la consecuencia de una escalada de la violencia en los alrededores de las gradas sumado al maltrato permanente a los aficionados por parte de las televisiones en cuanto a horarios y fechas. Hechos que alejan a los niños y las familias de los estadios. Algo que hoy en día tampoco nos es ajeno en España. Teníamos buna entrada, grada baja, cerquita del fondo de la “Curva Sud” donde habitan los hinchas más fanáticos de la Roma.

Era la Roma de Luis Enrique, que había probado suerte en un histórico de Europa después de hacer una buena campaña con el Barça B. Además, había otros viejos conocidos de la afición española como el asturiano Jose Ángel o Fernando Gago, ex del Real Madrid. La afición “GialloRossa” se caracteriza por pensar que todos los años van a ser campeones de liga. Lo que supone una más que segura decepción importante allá por el mes de enero o febrero. Los ánimos no estaban muy a favor de Luis Enrique. Más aún cuando en el primer minuto la “Fiore” se adelantó con un gol de Jovetic, que también tuvo un fugaz paso por el Sevilla y que siempre me pareció que tuvo una carrera por debajo de su potencial. Así pues, el “¡Luis Enrique, va fan culo!” que ya era habitual en el Olimpico no se hizo esperar. Desde ese momento el equipo de casa tomó la iniciativa del partido. En la segunda parte la salida de Fernando Gago hizo que el ritmo del partido cambiara por completo. El asedio de la Roma a la portería “Viola” era constante. Fue un recital del mediocentro argentino que movió el partido a su antojo. De hecho, pudimos ver otro hecho histórico del que puedo presumir. Totti marcó y empató el partido. Vimos su habitual celebración chupándose el dedo y comprobamos la absoluta veneración que tenía esa afición por “Il Capitano”. Escuchamos, cómo no, el cántico de “¡C´é solo un Capitano!”. La Roma iba decidida a la remontada, pero la Fiorentina resistía. Al final, en el descuento, Lazzari hizo el 1-2 para los visitantes. Consecuencia, la Roma había dominado la posesión durante noventa minutos de partido, pero había terminado por perderlo. De hecho, estuvo más de 90 minutos sin encajar un gol. Recibió uno el minuto 1 y otro en el 93.  Ese dominio estéril lo acabaríamos viviendo con la España de Luis Enrique once años más tarde.

Nosotros salimos contentos de haber visto un buen partido, aunque con un Luis Enrique sentenciado.  La salida era igual de impresionante. Aprovechamos el momento para inmortalizarlo con una foto que igualmente Facebook se encarga de recordarnos año tras año. Una vez fuera del recinto, comenzaba el caos de gente que trata de salir en coche de la avenida principal y calles aledañas. La jauría de “macchinas” se mezclaba con los romanos que se quedaban por los alrededores del Estadio disfrutando de la primavera a orillas del Tíber. Incluso degustando un “panino” de “porchetta” o “mortadella” con su correspondiente Peroni o Birra Moretti. Nosotros, además, empezamos a cavilar cuál sería nuestra siguiente visita a ese mítico estadio, pero también a dar un paso más en la inmersión cultural. No nos bastaba con ver fútbol. También nos apetecía jugarlo. Y como consecuencia de ese deseo terminamos por organizar unas pachangas semanales entre los españoles y otros expatriados provenientes principalmente de Rumanía, Chile o Eslovaquia a las que no tardaron en apuntarse también algunos italianos curiosos. Jugar contra “España” en aquella época era lo máximo. No en vano éramos los vigentes campeones del mundo y de Europa. Título revalidado en aquel verano de 2012 contra nada menos que la selección de Italia. Aquella histórica victoria de nuestra selección la   pudimos celebrar con bandera rojigualda al hombro y vino de Rioja en la mismísima “Piazza di Spagna” ante la mirada de simpáticos (algunos no tanto) italianos a los que no les quedó más remedio que asumir la derrota en uno de los mejores partidos jamás vistos de nuestro equipo nacional.

Totti y su icónica celebración

Volviendo a nuestras pachangas.  Las hacíamos en unos campos de alquiler situados en la periferia de Roma, San Francesco creo que se llamaba el club. Estaban situados entre viviendas altas, típicas del extrarradio, donde viven los romanos de verdad. Parecía el típico solar que había escapado de la especulación inmobiliaria y que los propietarios mantenían de mala manera porque las instalaciones eran mejorables. Aun así, tenía un quiosco en el que la dueña vendía bebidas frías para después de los partidos. Aquellos refrescos compartían congelador con una incontable cantidad de vasitos de plástico llenos de agua congelada que gentilmente te ofrecía si te veía cojear por algún golpe o contractura muscular. Además, en aquel quiosco, que parecía más la típica caseta de obra, había fotos de jugadores que seguramente habían jugado en esos campos y que probablemente habrían llegado a cierto nivel profesional. Seguramente la mujer no dejaba de pensar en que algún día otra estrella saldría de aquellos campos y podría poner otra foto más en su pequeño “rincón de la fama”. Aquellos partidos derivaron en una invitación para que el equipo de españoles (con algún “nacionalizado”) participara en la liga interna de la empresa y se convirtiera en el equipo a batir por todos los demás. Llegando sufrir en algunos casos la dureza extrema de los defensores italianos que tal vez querían tener su propia venganza de aquella final de Eurocopa. Aun así, terminamos con un meritorio tercer puesto cuyo trofeo guardo en casa como una de las joyas más preciadas de mi patrimonio.

Campos de “San Francesco”

Después de dieciocho meses, la estancia en Roma terminó. Tocaba volver casa. Pero lo hacía con una interesante experiencia laborar y, sobre todo, unos recuerdos y amistades que por suerte hoy día mantengo. Entre muchas, destaco la de Luis. Tenemos formas muy diferentes de ver muchas cosas, pero esa es la gracia de la amistad ¿no?. Pero una cosa sí que compartimos, nos gusta el futbol. Tanto, que después de haberlo visto y jugado juntos, sólo nos quedaba fundar una revista digital en la que poder escribir sobre él. Pero eso, es otra historia…

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