Analizamos el desarrollo de la Copa América disputada en Brasil, destacando el papel de las selecciones más significativas del continente, junto con los momentos más trascendentes de esta cita, una de las más relevantes del panorama futbolístico.
La Copa América 2019 se abrió en Brasil con unas expectativas de futbol y competitividad a la altura del nombre de las numerosas estrellas allí convocadas. La baja a última hora de Neymar, no impedía evocar nombres como Messi, Cavani, James, Aléxis, Firmino… que aseguraban un campeonato febril y emocionantes duelos fratricidas.
Incluso la invitación de selecciones como la de Japón (que sorprendió en el pasado mundial por su descaro, quedando a las puertas de los cuartos de final) o la más política de Catar, como forma de agasajar al país anfitrión de la siguiente cita mundialista con una participación simbólica), vaticinaban una edición vibrante.
También el escenario épico de Maracaná, testigo de aquella final de 1950 que sacudió con aquél mítico gol de Ghiggia, tantas almas en Brasil y Uruguay o Mineirao, lugar donde ya en 2014, en su mundial la “canarinha” revivió su peor pesadilla con el inolvidable 7-1 de Alemania. Y como no, la polarización social en las calles por el triunfo de Bolsonaro, que hizo cambiar la camiseta “vermella” identificada políticamente por el gobierno actual, en beneficio de una blanca que representaba a una pluralidad de brasileños que se sentían excluidos y lejanos a la fidelidad eterna a su “selecçao”.
Todo ese torrente de expectativas e ilusiones creadas, se vieron en parte difuminadas por un desarrollo deslucido y la intermitente presencia de las estrellas consagradas.
La previsible “vendetta” de la Argentina de Messi, se topó en semifinales con la versión más pragmática de un Brasil más alejado del “jogo bonito” que nunca, en el que será recordado como el partido más importante del campeonato.
La previsible “vendetta” de la Argentina de Messi, se topó en semifinales con la versión más pragmática de un Brasil más alejado del “jogo bonito” que nunca, en el que será recordado como el partido más importante del campeonato. La decepcionante primera fase de la albiceleste, junto con el improbable descarrilamiento de Uruguay ante Perú (únicamente justificado por la omnipresente mala suerte futbolística y un arbitraje incapaz de una eficiente utilización del VAR) fueron las otras noticias a destacar. El conjunto del épico Tavárez, selección más laureada con 11 títulos, mereció mucho más y únicamente le queda la siguiente cita de 2020 para disfrutar de una selección inolvidable con Godín, Giménez, Suarez o Cavani a la cabeza, ya encumbrada en la edición del 2011. Los tres goles anulados al equipo del río de la Plata, junto con los dos tantos que igualmente no subieron al marcador en el Chile –Colombia a favor de los primeros, han supuesto el enfrentamiento mayor entre hinchadas que siempre viven al límite estos encuentros. Incluso Leo Messi olvidó su melancólica presencia con su selección para bramar por una supuesta conjura de la CONMEBOL en beneficio del equipo carioca. El continuo parón del juego y las arbitrarias decisiones tomadas, ponen en discusión la supuesta infalibilidad de las Nuevas Tecnologías en este torneo.
Hablando exclusivamente en lenguaje futbolístico, las revelaciones tanto individuales como colectivas han desplazado a las figuras consagradas, con Everton (sustituto de Neymar y Meres) convertido en un puntal en Brasil, como absoluta revelación del torneo. También destacables son la eclosión tardía del peruano Guerrero o el inicio de transición en la selección Argentina, capitaneada por Scaloni, introduciendo futbolistas de un perfil creativo como Palacios o Lo Celso. Mención aparte es la sorprendente clasificación de Perú para la final, apeando a selecciones con la vitola de favoritas como Chile o Uruguay, apelando a la fortaleza de un conjunto al que Gareca ha sacado el máximo rendimiento.
La veteranía se ha impuesto de manera abrumadora a las figuras emergentes. De hecho, el jugador más valioso del torneo ha recaído en Dani Alves.
Pero en palabras de Jorge Valdano, la veteranía se ha impuesto de manera abrumadora a las figuras emergentes. De hecho, el jugador más valioso del torneo ha recaído en Dani Alves, que simboliza la legendaria longevidad de los laterales/ extremos que han trufado la historia de la selección brasileña, con Branco o R. Carlos como ejemplos recientes. Por lo demás, el juego de la Canarinha palidece ante la solidez y físico de su defensa y medio del campo. Como de una identidad forzosa provocada tras los fracasos mundialistas de las selecciones del 82, 86 y 90, el actual equipo de Tite apuesta por el pragmatismo y se encomienda a la seguridad, fiando la resolución en los metros finales a jugadores talentosos de perenne presencia como Firmino o Gabriel Jesús. Su noveno triunfo (cuarto como local) se ha visto empequeñecido por la propuesta de un futbol mecánico que ha contagiado la panorámica global de un torneo, que pese a todo ha contagiado un entusiasmo de un continente ávido de futbol y con un conjunto de figuras mediáticas que lo convierten en un espectáculo futbolístico de primer orden.
Este articulo ha sido escrito por Jaime Brigido Ramirez