Por motivos muy distintos Luis Aragonés y Jesús Gil y Gil son dos personas claves en la historia del Atlético de Madrid. El primero como leyenda deportiva y el segundo como figura mucho más dudosa (siendo generosos) que marcó casi dos décadas del club y cuya huella sigue hoy en día. Su relación fue, por calificarla de forma suave, complicada aun con momentos de alegrías compartidas.

En junio de 1987 Jesús Gil y Gil llego a la presidencia del Atlético de Madrid con una mayoría aplastante en las últimas elecciones que ha vivido (y casi con toda seguridad vivirá) la entidad. Compitió con tres candidatos más, en especial contra el ex ministro de la UCD, Enrique Sánchez de León, pero el fichaje de Paulo Futre, estrella emergente del fútbol europeo, unas horas antes de las elecciones decidió la balanza. Gil prometió llenar al Atlético de estrellas mundiales y esa incorporación parecía demostrar que iba en serio.

En esa temporada que acababa, la 86-87, las cosas no habían rodado bien para el Atlético. En plena pretemporada su entrenador desde 1982, Luis Aragonés, había abandonado por un proceso depresivo. Le sustituyo Vicente Miera, pero no llegó a acabar la primera vuelta, y la apuesta de algunos partidos por el eterno segundo de Aragonés, Martínez Jayo, no dio tampoco resultado. De tal forma que, una vez recuperado, la leyenda rojiblanca accedió a volver. Para colmo de males, Vicente Calderón fallecía en marzo de 1987. Todas estas circunstancias afectaron a un equipo que fracasó en la Liga: no pudo clasificarse para el play-off de los equipos que iban luchar por el título y Europa, un experimento desastroso de competición que tras la temporada regular preveía la celebración de tres liguillas en función de la clasificación final. La Copa del Rey se le dio mucho mejor: eliminó a Mallorca y Real Madrid y se plantó en la final contra la Real Sociedad.

Tras la victoria electoral Gil, eufórico, fletó un tren de aficionados a Zaragoza que era donde se celebraba la final. En el terreno de juego la cosa anduvo muy igualada, empate a dos tras prorroga y controvertido arbitraje del salmantino Ramos Marco, que anuló un gol a Da Silva y no pitó un derribo a Julio Prieto casi al final del partido. En los penaltis gana la Real 4 a 2. Es un palo para el nuevo mandatario: el Atlético no jugaría competiciones europeas en su primer ejercicio al frente. Durante la campaña Gil ha asegurado que Aragonés seguirá de entrenador en caso de que triunfe, pero el fiasco de la final le ha hecho empezar a dudar y más cuando su secretario técnico, Rubén Cano, le plantea la posibilidad de traerse a Menotti, técnico argentino campeón del mundo.

Gil y Gil, que ha entrado como elefante en una cacharrería y considera que todos los vestigios del pasado deben de borrarse por ser incompatibles con su forma de pensar.

Además, nada más llegar descubre que Aragonés ha firmado un contrato con el difunto Vicente Calderón de tres años como director deportivo a razón de 12 millones de pesetas anuales, con la idea que deje el banquillo y realice las funciones gerenciales de seleccionar entrenador, fichajes……. Esto contraria al nuevo presidente que  escucha de Luis que si quiere que siga como entrenador su precio son 70 millones al año. Gil y Gil, que ha entrado como elefante en una cacharrería y considera que todos los vestigios del pasado deben de borrarse por ser incompatibles con su forma de pensar, entiende que eso es inaceptable y se trata de un chanchullo de Luis con la anterior directiva. De malas maneras Gil le asegura que no acepta su salario como entrenador ni su contrato como director deportivo: “Tú te crees que soy un imbécil. A mí no me presiona nadie. Te crees que el club es tuyo. A partir de ahora se va a acabar aquí el amiguismo y los derechos adquiridos que algunos cuantos han considerado que tenían de por vida”. Aragonés le responde también airado, y le exige el pago inmediato de su contrato como director deportivo. “O me pagas los 36 millones o te acuerdas de mí”. Según remiten las crónicas de esos años es un duro enfrentamiento verbal que está cerca de pasar casi a mayores por el carácter visceral de ambos personajes.

El asunto se solucionó con el abono de una cantidad para que el futuro seleccionador rescindiera toda vinculación con el Atlético. Jesús Gil afirmó rotundo que con él de presidente Luis Aragonés jamás volvería a la entidad. La profecía distó de cumplirse: al nuevo dirigente se le fueron estrellando progresivamente los proyectos deportivos y empezó su rueda inagotable de entrenadores del más diverso pelaje: Menotti, Maguregui, Atkinson, Briones, Addison, Clemente……..Por su parte, Luis Aragonés entrenaría al Barça y Español en las siguientes temporadas. Pero en el verano de 1991 los dos aparcaron sus diferencias y acordaron la vuelta del técnico madrileño al Manzanares. Y a corto plazo fue para bien: la temporada 91-92 resultaría la mejor hasta esa fecha del gilismo y concluyó de manera inolvidable con la victoria en la final de la Copa del Rey sobre el Real Madrid 2-0 en el Bernabéu nada menos. Y eso que, a mediados de año, tras caer estrepitosamente en Albacete y encajar tres derrotas consecutivas casi lo cesa. “Su afán paternalista con la plantilla es perjudicial en estos momentos; los jugadores pasan de él. Si mantiene esta postura, hemos fracasado” declaró el presidente eternamente inquieto y ansioso, aunque al final la gran segunda vuelta del Atlético hizo que tuviera que rectificar. Como era previsible la temporada siguiente tras una mala racha de malos resultados el entrenador fue cesado con nuevo cruce de acusaciones mutuas, unos meses antes el propio Paolo Futre había abandonado el Manzanares rumbo al Benfica. El sabio de Hortaleza siguió su periplo por diversos equipos: Sevilla (al que metió en UEFA), Valencia (consiguió el subcampeonato), Betis (su paso más discreto) y Oviedo (salvó la categoría)

Pero la historia de la relación entre la mayor leyenda rojiblanca y el club no acabaría ahí. En la temporada 1999-2000, años de disparate deportivo y la puntilla de una controvertida intervención judicial dieron paso al descenso a segunda división del Atlético y, para mayor escarnio, el primer año no se pudo ascender. Luis Aragonés no pudo suportar que el club de su vida estuviera en esa situación. En una cláusula de su contrato con el Mallorca se establecía la posibilidad de rescindir su vínculo en caso de que fuera llamado por la selección española……..o por el Atlético de Madrid, y al final del ejercicio 2000-01, habiendo clasificado al Mallorca para jugar la Liga de Campeones, decidió ejecutar la misma.

Luis dejó el equipo a finales año y declaró “Desde la llegada de Gil el Atlético es un caos”.

Cumplió con lo que prometió y ascendió al equipo con récord de puntos. Continuo un año más y mantuvo al equipo en primera, pero la relación entre los dos personajes volvió a sufrir, una vez más, un deterioro. La mala imagen dada en buena parte de la temporada, provocada sin duda por las carencias de la plantilla hecha de retales de veteranos de primera división y cesiones de otros equipos, dio lugar a nuevas críticas del mandatario, en especial cuando en el día del centenario del club, el 26 de abril de 2003, en medio de una gran fiesta se cayó en casa contra el Osasuna (0-1) con pésimo juego. Gil estalló por enésima vez: ”Algunos jugadores del Atlético fueron el sábado a echar una pachanguita; es una vergüenza, no sentían ni los colores ni nada”, ello derivó en un nuevo cruce de acusaciones y reproches mutuos entre los personajes a los que ni los años hacían superar sus diferencias. Cuando Luis dejó el equipo a finales de año declaraba que “Desde la llegada de Gil el Atlético es un caos”.  De forma certera pronosticó que al equipo le costaría al menos diez años volver  a la élite.

Por lo tanto, una historia de relación tumultuosa con altos y bajos, algunas alegrías, numerosos conflictos y un denominador común: el amor a unos colores

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