El partido de Champions Atletico- Brujas no pasará a la historia de la competición. Pero si fue resaltable que las imágenes del partido mostraron de forma nítida el desencuentro entre Joao Felix y Diego Pablo Simeone, algo que ya ni los propios protagonistas se empeñan en ocultar. Es una situación compleja que conviene analizar

La difícil situación de Joao Félix en el Atlético no puede encuadrase en un típico rifirrafe entre jugador talentoso poco dado al esfuerzo y entrenador riguroso que no acepta las distinciones que ,por su capacidad superior, a veces los mejor dotados reclaman. Ejemplos de lo anterior los hay a raudales, pero en el caso del club rojiblanco puede insertarse en un contexto mucho mas amplio y como símbolo de una realidad cada vez más evidente: la complicada segunda etapa de Simeone en el Atlético, una vez perdidas su referencias esenciales que labraron su éxito y hasta su mito.

En 2018 Gabi, el gran capitán, abandonaba el club. Un año mas tarde salían tras cumplir sus contratos Godin, Fillipe Luis y Juanfran. Incluso con anterioridad Tiago se retiró y Raul Garcia fue pionero en salir a Bilbao en 2015. Con ellos se iba el bloque esencial de una generación gloriosa que vivió su canto del cisne con la consecución de Europa League ante el Marsella en Lyon y, de guinda, la Supercopa de Europa nada menos que ante el Real Madrid. La debacle en el partido de vuelta de Champions ante la Juventus de Cristiano Ronaldo unos meses después, señalo a ojos del intocable entrenador y la directiva la necesidad de renovar el equipo.

El Atlético decidió dar una vuelta de tuerca al perfil de futbolistas, se optó por buscar una teórica mayor calidad técnica que permitiera superar el cuestionado aunque exitoso espíritu aguerrido y canchero de la primera etapa del Cholo.

Desde su nuevo estatus económico y deportivo el Atlético decidió dar una vuelta de tuerca al perfil de futbolistas que seleccionó para la tarea: se optó por buscar una teórica mayor calidad técnica que permitiera superar el cuestionado aunque exitoso espíritu aguerrido y canchero de la primera etapa del Cholo. Frente a ese bloque de hormigón que cedía el balón a los contrarios, se atrincheraba atrás, embestía en momentos muy puntuales y calculados y aprovechaba como nadie los errores del rival se pretendió que los jugadores que sustituyeran a los citados emblemas del periodo combinasen ese ideario industrioso con un mejor pie y una búsqueda del dominio de los partidos.

En ese contexto llegaron Lemar (80 millones de traspaso), Lodi, Mario Hermoso, la vuelta de Carrasco de China, Herrera y por encima de todos Joao Felix. Una inversión inédita en la historia del club (127 millones) que fue posible por la salida previo pago de clausula de Griezzman al Barcelona. Un diamante de 19 años que había causado sensación en apenas seis meses en el Benfica y que hizo que toda Europa suspirara por él. La buena conexión de Jorge Mendes con Gil Marín provocó que recalara en un equipo acostumbrado a la elite en los últimos años, pero lejos del top continental en cuanto a poder económico. Fue una decisión estratégica de club, que contó con la aprobación de Simeone aunque él no la impulsó al contrario de otros fichajes, por cierto no precisamente exitosos como Vietto, Vitolo o el propio Rodrigo de Paul.

De Joao hay dos certezas al cabo de tres temporadas completas y otra comenzada: tiene una clase descomunal y esta muy lejos de haber explotado como gran jugador.

De Joao hay dos certezas al cabo de tres temporadas completas y otra comenzada: tiene una clase descomunal y esta muy lejos de haber explotado como gran jugador. Hasta la fecha ha dado detalles de inmenso talento, pero ha carecido de la más mínima continuidad en sus prestaciones. Unas veces por no ser alineado, otras por lesiones mas frecuentes de las deseadas y en no pocas ocasiones simplemente por su bajo rendimiento. A lo largo de esta etapa se ha intuido y ahora manifestado en toda su plenitud, una contradicción con su entrenador, que manifiesta una evidente falta de confianza en el que en teoría estaba llamado a ser el buque insignia del nuevo Atlético. No le falta razón a Simeone cuando proclama que si jugara como un crack el portugués sería titular indiscutible todos los partidos; ningún técnico tira piedras contra su tejado y menos alguien tan ambicioso como el Cholo. De su mano Arda Turan, Griezzman, Falcao, Diego Costa o el propio Marcos Llorente han dado lo mejor de si mismos. Pero ,al mismo tiempo, es ya una evidencia que el laureado entrenador no ha mostrado ni el tacto ni la habilidad necesaria para dotar a su joven promesa del entorno ideal para que el mismo estallase. Por mucho que insista en que para él todos son iguales y que la meritocracia debe imponerse, puede decirse sin temor a alejarse de la realidad que los errores han penalizado mucho mas a Joao que a otros jugadores de rendimiento bastante discutible en los últimos tiempos; Simeone no titubeaba su confianza en el decadente Diego Costa de su segunda etapa, ni en la irregularidad de Koke y hasta en avalar la renovación de Felipe, que acumula pifias defensivas por doquier. Y no se puede obviar algo esencial: el Atlético no puede permitirse que una inversión tan alta no sea rentable sobre el campo si quiere aspirar a competir con los mas grandes. El Real Madrid ya asume que los 100 millones invertidos en Hazzard han sido en balde, pero los recursos de su plantilla le permiten mantener los éxitos. El club rechazó ofertas importantísimas por Joao este verano y que tras el primer tercio de campeonato haya desaparecido de las alineaciones pone en grave peligro un activo de la entidad.

Los gestos de Joao evidencian la falta de madurez de un chaval quizá no muy bien aconsejado y que se ha creído estrella antes de tiempo. Con destellos puntuales uno no alcanza ese estatus. No le ayudan a revertir la situación sus aires de prima donna ofendida que se manifiestan en caritas de enfado al ser sustituido o abandonar el terreno de juego cuando sus compañeros saludan a los aficionados. Su ejemplo abre el debate de si una inversión de ese calibre en un futbolista por madurar es recomendable. El mercado a veces no es lo coherente que algunos  nos quieren dar a entender. Quizá sería una salida temporal una cesión hasta final de temporada para calmar a los ánimos y una vez finalizado el ejercicio replantearse el futuro: entrenador, jugador y club. En el contexto actual no parece que su permanencia vaya ocupar otro papel que el de desestabilización.

Pero su caso es muy simbólico de las dificultades de Simeone para enderezar los mimbres que se fueron configurando en su última etapa de una década plagada de éxitos. Si con sus pretorianos el Atlético era uno de los equipos mas reconocibles de Europa, el actual es cualquier cosa menos una escuadra con una idea clara de lo que quiere. Un entrenador cuyo ideario parte de premisas tales como solidez defensiva y contundencia atacante se encuentra con un conjunto de jugadores que no parecen estar muy aptos para dichas tareas, y que se desenvuelven mejor en el dominio de los partidos que ,por otra parte, en rara ocasión tienen.

La situación de Joao Felix, quizá el mas acabado ejemplo de discordancia entre las bases sobre las que se intentó construir el nuevo Atlético y la tendencia natural de su técnico

En ese contexto conviene situar la problemática situación de Joao Felix, quizá el mas acabado ejemplo de discordancia entre las bases sobre las que se intentó construir el nuevo Atlético y la tendencia natural de su técnico a decantarse por un modelo de futbolista en las antítesis de lo que representa su joven y presunta estrella. Es cierto que Simeone consiguió el equilibrio perfecto en la primera vuelta de la Liga de la pandemia, la de los famosos 50 puntos, gracias en buena medida al regalo de Luis Suarez procedente del Barcelona. Pero ya en ese ejercicio la segunda vuelta empezó a mostrar las grietas de la plantilla, aunque un último empujón de orgullo salvó el titulo con varias victorias agónicas al final del campeonato. Desde entonces el equipo ha caído en una fase de indeterminación que no parece tener fin; se suceden las alineaciones, las combinaciones de jugadores y hasta los sistemas (defensa de cuatro o cinco según el partido). Pese a todo, en la Liga parece haberse enderezado el rumbo.

Y en medio de esta situación, un matrimonio de casi imposible convivencia entre jugador y técnico que puede minar gravemente al Atlético.

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