El Atlético de Madrid cayó eliminado de la Champions. El final del partido ante el Bayer Leverkusen tuvo momentos increíbles. Contamos como lo sintió un aficionado colchonero.
Once y cuarto de la noche del 26 de octubre de 2022. El Atlético de Madrid ha empatado con el Bayer Leverkusen y está eliminado de la Champions League. Con mi bufanda rojiblanca anudada al cuello cruzo las escaleras del vomitorio ciento diecisiete del fondo norte del Estado Metropolitano. Subo la grada abatido, triste, afectado por lo que acabo de vivir.
Sentimientos de pesadumbre que son un viaje a la más tierna infancia. Aquella época en la que un partido de fútbol era capaz de amargarme una noche. Incluso una semana entera. La madurez de los cuarenta, pretenciosamente, me había hecho creer que el fútbol ya no me afectaba como antes. Que once desconocidos eran incapaces de hacerme sufrir más allá de lo razonable por un simple juego. Pero cuando eres aficionado del Atlético de Madrid es difícil desvincularte de tu infancia. Por qué ser colchonero tiene poco de racional y un exceso de pasión. Pero mejor no lo pensemos demasiado.
Salgo del estadio aturdido, cabreado y repitiéndome en mi cabeza “otra vez más”. Con parsimonia llego a la parada de metro. Junto a mí, cientos de indios cabizbajos. La mayoría resignados y con rostro tenso. Al sentarme, trasteo en el móvil.
Veo Instagram y me detengo en la publicación de Dani Martin, ese loco que sembró de cantos una etapa de mi vida. “He visto este partido muchas veces, desde 1977. Forza Atleti”.
Tengo un mensaje de mi amiga Ana, vecina colchonera, que me escribió “Lo mete seguro”. Por desgracia, se equivocó. Otro de mi mujer que dice “lo siento, que duro ha sido, te espero”. Veo Instagram y me detengo en la publicación de Dani Martin, ese loco que sembró de cantos una etapa de mi vida. “He visto este partido muchas veces, desde 1977. Forza Atleti”.
No por habitual uno se acostumbra a convivir con la adversidad. ¿Es posible que el fútbol pueda ser siempre tan cruel con un equipo? ¿Con mi equipo? ¿Durante tanto tiempo? Otra noche de esas, una vez más, pero ya no puede ser más rocambolesca. Esta eterna amargura me genera dudas.
De repente llega un mensaje de mi hermana, “el día que gane, que lo hará, será mítico”. Lo leo y sus palabras me sacan una dulce sonrisa. Si lo dice ella, que con vigor derrotó al cáncer, ¿Quién soy yo para dudar? En ese instante recuerdo lo vivido. Un partido acabado. La llamada del VAR. El penalti fallado. Un cabezazo al poste y un estéril remate final. Nada de eso sirvió. Aquellos fatigantes y extenuantes minutos terminaron en desolación, una más en una vida interminable.
De repente en el páramo mustio del final del partido, el fondo sur comenzó a agitar banderas. Miles de gargantas colchoneras volvieron a tronar. Las bufandas agitaron el viento para hacernos recordar que el éxito no es ganar siempre sino no rendirse jamás.
Durante treinta segundos el Estadio enmudeció. De repente en el páramo mustio del final del partido, el fondo sur comenzó a agitar banderas. Miles de gargantas colchoneras volvieron a tronar. Las bufandas agitaron el viento para hacernos recordar que el éxito no es ganar siempre sino no rendirse jamás.
En medio del desacato, estaban mis compañeros de grada. Abrigándonos mutuamente en el frío de una noche difícil de olvidar. Ninguno se movió. Oscar y Gema, no se fueron. Eva, aguantó. Sus pequeños no pararon de llorar. Esa infancia que jamás desampara al colchonero.
Los jugadores quedaron inmóviles en el campo mientras una grada desolada les recordaba que el sendero no había acabado. El Atleti no se ha clasificado. Puede, incluso, que haya sido noqueado. Pero de ninguna manera será derrotado. Por qué un equipo no puede perder cuando su afición se enfrenta a la desilusión con la rebeldía y la desobediencia de sentir orgullo. Hay un cantico que resuena en los partidos del Atleti que dice “Muchachos hoy viajamos juntos otra vez, enamorados del Atleti…no lo pueden entender”. No hay mejor definición que esa. ¡Aupa Atleti! Ahora y Siempre.
Alguna vez, Osvaldo Soriano escribió «en el fútbol no se elige un ganador. Ser de San Lorenzo es un interminable sobresalto, una carga que se arrastra en la vida tanto con desconcierto como orgullo». Perfecta definición que cabe también al Atlético de Madrid.
Nana korobi ya oki, Atleti !!! (Si siete veces te caes, ocho te levantas).
Fuerte abrazo, Luis